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Morir a piedra

Indignación mundial por la condena a muerte de Amina Lawal, una mujer nigeriana que será lapidada por adulterio.

9 de septiembre de 2002

Hace seis meses el mundo entero se escandalizó con el drama de Safiya Hussaini, una mujer nigeriana de 35 años que fue condenada a morir lapidada por haber cometido adulterio al concebir a su quinto hijo por fuera del matrimonio. Debido a la presión internacional las autoridades de Sokoto, uno de los 13 estados del norte de Nigeria que en 1999 adoptaron la ley islámica, o sharia, como principio regulador de la conducta tanto en lo civil como en lo penal, decidieron revocar la sentencia y perdonarle la vida a Safiya.

Sin embargo esa excepción no se convirtió en dogma y desde entonces otras personas han sido víctimas de los estrictos castigos de la sharia, que contemplan la lapidación para los infieles, la amputación para los ladrones y los latigazos para los borrachos.

Entre los condenados a lapidación se encuentran un hombre con enfermedad mental acusado de haber violado a una niña, una pareja de amantes acusados de cometer adulterio y una mujer llamada Amina Lawal, cuya historia ha estremecido a los defensores de derechos humanos en Europa y Norteamérica.

En marzo las autoridades islámicas del estado de Katsina condenaron a muerte a la mujer de 30 años por haber dado a luz a una niña dos años después de haberse divorciado de su marido.

Amina dijo que la niña era fruto de una relación que había tenido con el que en ese entonces era su novio. Sin embargo, el hombre negó que hubiera tenido intenciones de casarse con ella y rechazó cualquier vinculación con la menor. Ante la ausencia de cuatro testigos hombres que pudieran dar fe de que el acto sexual se había llevado a cabo, el novio fue dejado en libertad a falta de pruebas.

En la apelación, celebrada hace un par de semanas, los abogados de Amina señalaron que el padre de la niña era el propio ex marido de la acusada y que, por lo tanto, no había existido infidelidad.

Los argumentos presentados por la defensa no convencieron a los jueces islámicos, quienes desestimaron la apelación y ratificaron la pena de muerte contra Amina ya que la prueba fehaciente de su delito es su hija, Wasila. En un acto, que la Corte islámica calificó de misericordioso, se decidió postergar la ejecución hasta que la niña ya no necesite ser amamantada por su madre.

Por ahora la única opción de Amina es apelar a la Suprema Corte, en la cual se espera que los derechos humanos estén por encima de las creencias religiosas y la acusada obtenga un juicio más justo desde el punto de vista occidental.

El caso ha levantado ampolla y ante la presión internacional el ministro de justicia, Kanu Agabi, no ha tenido más remedio que asegurar a los medios de comunicación que Amina contará con el respaldo del Estado. El funcionario, no obstante, ha sido muy cuidadoso con sus palabras pues lo que menos quiere el gobierno del presidente Olusegun Obasanjo es desatar mayores enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, luchas que en los últimos años han cobrado más de 2.000 víctimas.

Obasanjo, a quien sus opositores acusaron hace un par de días de ser el autor intelectual de dos masacres de civiles, ha preferido no hacer declaraciones sobre la situación de Amina por considerar que en última instancia la apelación será aprobada. Obasanjo tan sólo agrega que si la condena se lleva a cabo él llorará mucho por la difunta, por él mismo y por Nigeria.