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NUESTRO HOMBRE EN EL PENTAGONO

Un colombiano está encargado de actualizar las comunicaciones del Pentágono, con un presupuesto de 800 millones de dólares.

3 de agosto de 1998

El Pentágono, la sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos, es el lugar donde se diseñan las estrategias más importantes para la preservación de la paz y la seguridad de ese país. No es de extrañar, por eso, que en el interior de ese inmenso edificio _tiene 6.000 metros cuadrados_ las comunicaciones sean una prioridad. De hecho, sus 23.000 empleados realizan a diario un promedio de 200.000 llamadas telefónicas y más de 4.400 teléfonos se conectan a través de 100.000 millas de cable; esto sin contar los miles de computadores que procesan todo tipo de datos las 24 horas del día. En los últimos años, sin embargo, las distintas dependencias del Pentágono han sufrido problemas de comunicaciones debido a incompatibilidades en los sistemas de computación y a la falta de tecnología de avanzada que asegure la rapidez en el procesamiento de información.
Pero el gobierno decidió tomar cartas en el asunto y hacer un revolcón en materia de equipos de comunicación _el primero desde que este complejo fue construido en 1943_. El objetivo es dotar a todas las oficinas con los más sofisticados ordenadores, teléfonos, programas, archivos y circuitos de televisión para que la información fluya más rápido y sea más eficiente. Y el responsable de ese proceso es un colombiano.
Se trata de Samuel Calderón, un santandereano que a los 17 años se fue a Estados Unidos en busca de mejores horizontes y que hoy es un funcionario de alto rango en el Pentágono. A su cargo están las finanzas del Single Agency Manager for Pentagon Information Techonology, una entidad dedicada de dotar de los más sofisticados aparatos de telecomunicación a todo el Departamento de Defensa. Calderón es quien decide qué se compra y qué no, desde un micrófono hasta el más avanzado computador. Y para ello administra un presupuesto de 800 millones de dólares.
Pero lo más increíble de su historia no es el dinero que hoy maneja sino que hace 33 años, cuando llegó por primera vez a Nueva York, sólo llevaba 20 dólares en el bolsillo, un tiquete de ida y vuelta y una visa por 30 días. Su intención era no regresar a su pueblo natal, Guane, ubicado a unos cuantos minutos de Barichara, Santander. Quería quedarse y forjar un futuro en ese país que sus amigos describían como la tierra de la libertad y las oportunidades. Sin duda lo logró. Hoy se siente orgulloso de haber conseguido, en 17 años, el más alto escalafón de la carrera civil dentro del Pentágono.

Inmigrante latino
No obstante el camino resultó ser más difícil de lo que imaginó. El hecho de ser un inmigrante ilegal e ignorante le restó oportunidades en la 'gran manzana'. Solo consiguió trabajo como operario en una fábrica de zapatos y como mensajero en una oficina de arquitectos. A los dos años de vivir como indocumentado comenzaron las presiones para que abandonara el país. Vio que su única salida era el ejército, y sin pensarlo dos veces se enlistó. Fue aceptado como soldado raso y en ocho semanas ya estaba especializado en repuestos para aviones en una base aérea de Georgia.
Si bien el ejército lo salvó de regresar a Colombia, una vez dentro Calderón no se pudo escapar de la guerra de Vietnam. A finales de 1968 estaba en Hanoi dispuesto a morir por un país que no era el suyo. "Lo bueno fue que no me asignaron en el combate. Solo tenía que manejar, en caso de ataque, una ametralladora dentro de un helicóptero que transportaba enfermos y heridos en zonas de conflicto". Al año regresó a una base militar en Arizona, donde fue ascendido por su actuación en la guerra. "Fue un récord. En 16 meses pasé de soldado raso a sargento, algo que hoy demora cinco o seis años".
A pesar de haber logrado el sueño de ser residente de Estados Unidos sabía que no podía albergar mayores aspiraciones sin educación. Animado por esto decidió culminar sus estudios y retirarse del servicio activo, aunque siguió vinculado al ejército como oficial de la reserva. En 1973, con una beca de la asociación de veteranos de guerra, ingresó a la universidad de Arizona para cursar administración de empresas. "El estudio fue lo que me empujó. Si no lo hubiera hecho no habría dejado de ser un empleado del más bajo nivel".
Su gran oportunidad se presentó cuando lo nombraron jefe de finanzas de una base militar en Alemania. Desde allí manejó más tarde una parte del presupuesto del Grupo 7, que fue fundamental en la guerra del golfo Pérsico. Calderón administró recursos superiores al millón de dólares, la mayor parte de los cuales fueron destinados a darle apoyo a las familias de los 73.000 soldados que fueron a la guerra. "Yo sabía que el soldado pelea si sabe que su familia está bien". Movilizó a 100.000 familiares a Alemania y estableció una red de comunicación directa entre ellos y la tropa.
Su labor en la guerra del golfo no pasó inadvertida. Los militares lo premiaron postulándolo a un curso en la Escuela de Guerra de Pensilvania, una de las más exclusivas de ese país, donde tuvo tiempo para estudiar estrategia militar y hacer un master en administración de empresas. Con el respaldo de esa institución el Pentágono le encomendó la tarea de analizar una por una las bases del ejército para determinar cuáles de ellas debían desaparecer. En su informe final, redactado en 1994, sugirió el cierre de siete bases militares, con lo cual el gobierno se ahorraría 270 millones de dólares anuales. La mayor satisfacción por ese trabajo la recibió cuando el Congreso _basado en su informe_ aprobó la clausura de esas siete bases.
Desde hace un año este colombiano está al frente del mayor proceso de cambio en materia de información que se ha realizado en esa institución. El proceso, que beneficiará a todos los empleados _desde el secretario de Defensa hasta los soldados rasos_, busca dotar a todas las dependencias con lo más sofisticado en telecomunicaciones e informática. Calderón debe asegurarse de que en cinco años todas las dependencias cuenten con la mejor tecnología en este campo.
Pero su historia no termina aquí. Aunque no ha culminado su labor actual ya está pensado en su siguiente reto. Está decidido a continuar escalando posiciones y llegar a ser un ejecutivo senior para aspirar al cargo de director general del presupuesto del Pentágono. Y con el empeño que pone en hacer las cosas no es de extrañar que el sueño americano una vez más se le haga realidad.