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El reto de Paulina Vega, la espectacular ganadora de este año, es reavivar la pasión que despertaban sus antecesoras.

CERTAMEN

Aquellos tiempos de reinado

El reinado de belleza no es lo que era. La evolución de la sociedad más la multiplicidad de alternativas en televisión le han quitado importancia a esta institución nacional.

16 de noviembre de 2013

Hasta hace pocos años el reinado de belleza de Cartagena era un singular rito colombiano. Como si se tratara de un Mundial de Fútbol, la gente organizaba reuniones en su casa para verlo colectivamente, con comida y trago si era el caso. 

Por esos días Cartagena se convertía en un carnaval. Los hoteles permanecían repletos y los eventos alrededor del reinado monopolizaban la ciudad durante tres días. Las barras de cada departamento eran numerosas y el cordial enfrentamiento entre ellas contribuía a esa alegría de 72 horas. 

Las ganadoras se convertían en celebridades nacionales inmediatamente y el prestigio del reinado las mantenía vigentes muchos años. Por eso, no hay colombiano que no sepa quiénes son Paola Turbay, Carolina Gómez, Susana Caldas, Paula Andrea Betancourt, María Mónica Urbina o Shirley Sáenz. Desde Luz Marina Zuluaga en 1958 y durante medio siglo los reinados y el fútbol eran la gran pasión de los colombianos. 

Todo eso ha venido cambiando. Si bien la belleza de las concursantes se mantiene, la organización sigue siendo impecable y la transmisión en televisión es de gran calidad, el reinado ya no despierta la misma pasión. Según Cotelco, la ocupación de los hoteles es más normal que espectacular. De los tradicionales desfiles el único que sigue generando euforia es el de las balleneras. 

Según Eduardo Higgins, periodista que ha cubierto el reinado en varias ocasiones, “este año casi no hubo personalidades; se notó el cambio. Incluso al evento del Santa Clara –el desfile de carrozas– fue muy poca gente”. Higgins se refiere a los periodistas, los actores, los diseñadores y los políticos que normalmente hacían parte del fin de semana en La Heroica. 

Pero tal vez el dato más diciente es el del rating de la televisión. Por primera vez, desde que este se mide, cayó a un dígito, llegando a una cifra ligeramente superior a 9. Ese registro había venido descendiendo gradualmente desde la época en que en el país solo había dos canales y cerca del 70 por ciento de los televidentes sintonizaba ese evento. Ahora, con la competencia de la televisión por cable, el internet y las redes sociales, la noche de la coronación pasó de ser el programa del año a un programa más. 

Los medios escritos también son un buen termómetro del descenso de  la popularidad del reinado. Antes los diarios y revistas más importantes del país le dedicaban primera plana y portada al concurso de belleza, y describían el evento con lujo de detalles, con grandes fotografías que abarcaban hasta 20 páginas. 

Se acreditaban cientos de periodistas para cubrir el evento y estos viajaban 15 días antes para no perderse ninguna de las suntuosas galas que hacían parte de la celebración. Hoy, apenas le dedican unos párrafos en su edición impresa y un par de notas en la web. 

Hubo una época en que el reinado era tan importante que hasta las virreinas eran parte de las mujeres más populares del país. Margarita Rosa de Francisco fue la número dos de 1984 y llegó a convertirse en un icono nacional. Carolina Cruz, virreina en 1999, ha triunfado en la televisión y es una de las presentadoras más cotizadas. 

Un triunfo por lo general garantizaba grandes beneficios económicos en la pantalla chica, en el modelaje o en la promoción de prestigiosas marcas. La ganadora de este año, Paulina Vega, no tiene nada que envidiarle ni en belleza ni en personalidad a las más famosas soberanas del siglo pasado. Habrá que ver si sus cualidades personales pueden revivir esa pasión que por ahora anda disminuida. 

Para la economista Isabel Londoño, PhD en política social de la Universidad de Harvard, la baja popularidad del reinado es una buena noticia: “Me parece maravilloso. Eso muestra que el protagonismo de la mujer en el país está creciendo tanto en otros espacios, que el basado en las colas y la celulitis ya ni siquiera le importa a una cultura tan machista como la colombiana”. 

La psicóloga y reconocida feminista Florence Thomas está de acuerdo con Londoño en que la disminución del interés por el concurso significa un avance de la sociedad colombiana. Thomas dice que “el evento está tomando la importancia que debe tener en un país moderno, donde ocurrió una revolución muy importante: la de las mujeres en el siglo XX”. 

Thomas explica que cuando llegó a Colombia hace 40 años, el reinado era un evento al que “le dedicaban páginas enteras en los medios, pero cada vez más estamos observando cómo eso ha disminuido”. Para ella, el Concurso de Belleza “niega todo lo que significa Colombia: el multiculturalismo, los colores de las mujeres y las medidas reales de las colombianas”. 

Paola Turbay, reina nacional y virreina universal, tiene otro punto de vista. Para ella, el certamen ha cambiado pero “no es algo que depende del reinado como organización”. Recuerda que en su época “la gente participaba por una vocación social. Ahora lo hace para cumplir metas personales –como arrancar carreras de presentadoras o modelos– y así se desvirtúa su misión altruista”. 

Hay un elemento adicional, en Colombia ahora existen otras plataformas para mostrar la belleza de las mujeres como las revistas SoHo y Don Juan. La sociedad se ha liberalizado más que el reinado y si un lindo cuerpo en vestido de baño hace unos años llamaba la atención, hoy cuando los desnudos están presentes permanentemente en todos los medios, un bikini es casi como un abrigo.
 
Un elemento que llegó a desacreditar transitoriamente al concurso fue la llegada del narcotráfico. Al igual que todos los estamentos del país, este llegó a ser permeado y algunas aspirantes contaban con el millonario respaldo de personajes non sanctos. Este fenómeno ha sido controlado gracias a la acción enérgica de las directivas del reinado, encabezadas por el actual presidente Raimundo Angulo, de tal suerte que hoy se trata de un problema superado. 

Lo anterior no significa que el reinado de Cartagena no siga vivo. El culto por la belleza es universal y Colombia no es la excepción. Lo que sucede es que el evento ha llegado a una dimensión diferente a la que alcanzó en el pasado. En una época competía como símbolo nacional con Juan Valdez, el fútbol y las esmeraldas. Hoy es simplemente un excelente programa de televisión en medio de la inmensa oferta del mundo contemporáneo.