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Separadas al nacer

Esta es la increíble historia de unas gemelas que fueron adoptadas por hogares diferentes y se encontraron 20 años después por casualidad, sin que ninguna supiera de la existencia de la otra.

17 de marzo de 2003

Dios mío? esta persona tiene mi cara", fue lo único que atinó a decir Tamara Rabi cuando en la pantalla de su computador apareció la foto de Adriana Scott. Eran los mismos ojos, el mismo color de piel, la misma expresión. "Eres tú, Tamara", le aseguraron sorprendidas sus compañeras de cuarto de la Universidad de Hofstra, en Long Island, Nueva York. Pero sabía que aunque el parecido la hubiera podido llegar a confundir incluso a ella, la de la foto era otra persona. Ese fue el día en que Tamara supo que tenía una hermana gemela.

La historia de unas gemelas separadas al nacer que se encuentran por casualidad 20 años más tarde parece sacada de un típico argumento de novela mexicana. En los melodramas siempre suceden cosas inverosímiles, pero en este caso la realidad superó la ficción. Todo comenzó en noviembre del año pasado cuando el padre de Tamara murió víctima de un cáncer. Como su familia era de tradición judía ella y su madre, Judy Rabi, decidieron enterrarlo en Israel. Por esos mismos días la joven cumplía 20 años pero por las circunstancias no pudo celebrar. Sin embargo a su regreso de Israel sus compañeros de universidad le tenían preparada una fiesta sorpresa.

Durante los tres años que llevaba estudiando mercadotecnia en Hofstra se había acostumbrado a que personas que nunca en su vida había visto la saludaran como si la conocieran de antes. Siempre había pensado que se trataba de una simple confusión hasta el día de su fiesta. Rubén, uno de sus compañeros, llegó a la reunión acompañado de un amigo que, al ver a Tamara, quedó boquiabierto: "Esto es increíble, tengo una amiga que es idéntica a ti", exclamó. En ese momento ella no le dio gran importancia al asombro del desconocido a pesar de su insistencia en el parecido. "Precisamente la niña que conozco cumplió 20 años la semana pasada", continuó el joven. "Qué coincidencia, yo también cumplí la semana pasada", le contó Tamara al tiempo que empezaba a interesarse en el tema. "No? pero mi amiga nació en México", volvió a intervenir él como para convencerse a sí mismo de que no había relación entre ambas. "Yo también nací en México", respondió Tamara y segundos después él hizo su último intento: "Bueno? mi amiga es adoptada". "Yo también", dijo la joven abismada por el exceso de coincidencias. El joven, llamado Justin Latorre, le contó a Tamara que su amiga se llamaba Adriana y que estudiaba sicología en la Universidad de Adelphi, también en Long Island, ubicada a dos kilómetros de Hofstra, a unos 10 minutos en carro.

Al día siguiente, gracias a Justin, Tamara y Adriana se encontraron en un chat. "Me han dicho que te ves igual que yo", fue el saludo de Tamara, que se encontraba frente a su computador, en Hofstra, al lado de sus compañeras. Mientras tanto Adriana escribía desde su casa con Diane Scott, su mamá, quien tenía un extraño interés en la conversación electrónica de su hija. Así, entre otras coincidencias, Tamara supo que el padre de Adriana también había muerto de cáncer ocho años atrás. Fue entonces cuando la señora Scott le dijo a su hija que le preguntara a su interlocutora el apellido. Cuando la respuesta llegó con la palabra Rabi, Diane quedó en shock. Ella sabía que su hija tenía una hermana gemela.

En el momento de la adopción de Adriana en México la madre biológica de las niñas se llevó a Tamara con ella, al parecer porque estaba enferma. Diane y su esposo no pudieron hacer nada y volvieron a Long Island, pero siguieron en contacto con el abogado de adopción. Por eso se enteraron, sin mayores detalles, que la otra niña también había sido adoptada unas semanas después por una familia cuyo padre era de apellido Rabi o bien, que se trataba de un rabino. Ante la imposibilidad de encontrarla decidieron ocultar la verdad a su hija. Por su parte los Rabi, radicados en Manhattan, nunca supieron de la existencia de otro bebé.

"Esa niña es tu gemela idéntica", dijo Diane a su hija. Adriana no podía creer lo que su madre le decía, y mucho menos Tamara. Pero la foto que recibió esta última en su computador lo confirmó todo. Excepto porque a Adriana le faltaba el lunar sobre la ceja derecha y porque tenía el cabello tinturado de un color más claro, eran exactas.

Las gemelas acordaron encontrarse en un McDonald's con sus respectivos grupos de amigos. "Cuando la tuve al frente me vi a mí misma, aseguró Tamara a SEMANA, luego me dio un ataque de risa nerviosa. Era impresionante, su voz se oía como la mía y también nos dimos cuenta de que hasta comíamos de la misma manera, haciendo pausas cuando estábamos llenas".

Ese día estuvieron juntas hasta la madrugada, visitando a sus mamás, quienes no podían creer lo que veían. Desde entonces tratan de permanecer el mayor tiempo posible juntas. "En realidad no siento que haya tiempo perdido por recuperar, simplemente estamos estableciendo una relación para seguir adelante sin forzar nada", contó Adriana a esta revista. "Aunque siempre quise tener un hermano nunca tuve la sensación de haber perdido algo porque he sido muy feliz con mi familia".

A pesar de que Tamara está de acuerdo con su hermana, reconoce que la idea de encontrar a su doble le pasó muchas veces por su cabeza. Incluso agrega con humor: "Aquí en Estados Unidos hay una comedia de dos gemelas que fueron separadas al nacer que se llaman Tia y Tamara. Todo el mundo siempre me preguntaba: 'Hey, Tamara, dónde está Tia', y ahora la encontré". Ninguna de las dos puede negar que la conexión es evidente. Ambas descubrieron que en su infancia tenían la misma pesadilla. "Se trataba de un sueño no visual, era más bien un sonido ensordecedor que aumentaba hasta hacerse casi insoportable y luego bajaba gradualmente", cuenta Tamara, a lo cual Adriana agrega: "Tal vez fue un sonido que escuchamos mientras estábamos en el vientre de nuestra madre biológica".

Fueron 20 años y un mundo de por medio y, sin embargo, ahora están juntas. Ambas coinciden en que todo fue un regalo de sus padres fallecidos, que se encontraron en algún lugar y decidieron hacer a sus hijas felices. ¿Milagro? "No sabemos, pero ahora creemos en todo".