Opinión
El potencial humano frente al avance de la inteligencia artificial
En un mundo cada vez más marcado por los avances tecnológicos, el potencial humano sigue siendo crucial. A medida que la inteligencia artificial redefine la forma en que trabajamos, las habilidades emocionales, como la fluidez emocional y la capacidad de adaptación, se han convertido en factores diferenciadores clave en los entornos laborales y en el desarrollo de los seres humanos.

El potencial humano se define como esa capacidad para desarrollar nuestras fortalezas de acuerdo al ejercicio de un rol, de un cargo o de una responsabilidad específica. Existe en el individuo una capacidad inherente para lograr su mayor potencial, en especial cuando el logro de un propósito de vida exige un esfuerzo y una preparación dedicada.
El desarrollo del potencial humano es esencial para el crecimiento personal y profesional. Implica un proceso continuo de autoconocimiento, educación continua y mucha práctica, permitiendo a las personas descubrir sus fortalezas, superar obstáculos y alcanzar un mayor nivel de satisfacción y bienestar. Su desarrollo consciente y activo es clave para una vida plena y satisfactoria, beneficiando tanto al individuo como a la sociedad en su conjunto.
Para impulsar estas capacidades es fundamental crear entornos que fomenten el aprendizaje, la creatividad y el autoconocimiento, así como contar con un mindset (configuración mental) de crecimiento, esa necesidad implícita de avanzar aún en tiempos difíciles y superar obstáculos y críticas de terceros, de ser resilientes y adaptables a este entorno volátil, ya que lo que se puede medir, observar y gestionar con certeza es solo una fracción.
Considera Nichol Bradford, experta en tecnología para potenciar al ser humano, que suma al potencial humano tener 122 expresiones faciales, de las cuales solo controlamos ocho, así como contar con 51 sentidos, no solo cinco. La expresión misma de las emociones nos amplía la capacidad de ser, la cual, por supuesto, influye en el hacer.
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Según Bradford, el futuro de la mente, aún con la inteligencia artificial (IA), consiste en volverse emocional. “Somos criaturas profundamente emocionales”, dice ella. Sólo depende de si tenemos o no fluidez emocional, de si somos o no hábiles para ser emocionales de una manera que nos permita tener mayor sensibilidad en cuanto a lo que está sucediendo.
Es decir, la mente gestiona nuestras emociones de manera auténtica, sin esconderlas. A diferencia de generaciones anteriores, para las cuales el llanto, por ejemplo, era visto como un signo de debilidad, hoy se valora la capacidad de reconocer y manejar tanto las emociones positivas como negativas. La tecnología, como las plataformas de streaming tipo Netflix e incluso la inteligencia artificial, facilitan este proceso al permitirnos ser más genuinos y conectarnos con nuestras emociones.
La tecnología nos proporciona una variedad de sensores que actúan como indicadores o alertas tempranas para detectar enfermedades o problemas críticos en el organismo, permitiendo corregir, reducir o tratar esos problemas. La IA, además, establece patrones mediante algoritmos, que ayudan a potenciar las habilidades y los talentos de las personas para alcanzar objetivos específicos.
“El futuro del trabajo va a consistir en ser bueno en fluidez emocional, y capacidad de liderar y entrenar equipos; así como ser un líder desde cualquier rol en un equipo. Esas van a ser las apuestas básicas para ser altamente remunerado”, enfatiza Bradford.
Por otro lado, el futurista e innovador Ray Kurzweil predice que, para 2029, la IA igualará la capacidad humana en términos generales. Elon Musk va aún más allá, afirmando que en 2025, la IA será probablemente más inteligente que cualquier ser humano, y que en 2029, será probablemente más inteligente que todos los humanos juntos.
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Por: María Reina, CEO de María Reina Consultores.