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Empresarias sociales: inversiones que se alinean con los valores

Desde su experiencia personal y su entorno han demostrado que con trabajo, sensibilidad y creatividad pueden impactar positivamente no solo su vida, sino la de comunidades enteras. Estas 12 mujeres han crecido y consolidado un sector del empresariado que es fundamental para la transformación social de Colombia.

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31 de diciembre de 2025, 1:07 a. m.
"Grupo de la izquierda
De pie: Sara Álvarez, Martha Isabel Serrano y Luisa Fernanda Jaramillo. Sentadas: Juliana Uribe Villegas, Ana María Beltrán y Juliana ‘Julita’ Barreto

Grupo de la derecha
De pie: Gladys Elena Méndez López  y Rocío Pachón Pinzón. Sentadas: María Angélica Bula,  Alejandra Gallego Torres  y Claudia Juliana Rangel.
"Grupo de la izquierda De pie: Sara Álvarez, Martha Isabel Serrano y Luisa Fernanda Jaramillo. Sentadas: Juliana Uribe Villegas, Ana María Beltrán y Juliana ‘Julita’ Barreto Grupo de la derecha De pie: Gladys Elena Méndez López y Rocío Pachón Pinzón. Sentadas: María Angélica Bula, Alejandra Gallego Torres y Claudia Juliana Rangel. Foto: Fotografía: Juan Carlos Sierra. Producción: Doralys Cortés Quintero.

Las empresas creadas y lideradas por mujeres tienen más probabilidades de generar impacto social, bien sea porque fomentan el empleo femenino, invierten sus ingresos en la educación de sus hijos o apoyan a otras personas en la comunidad, lo que termina impactando positivamente a la sociedad. Así lo dice Hela Cheikhrouhou, vicepresidente regional de la International Finance Corporation, institución del Banco Mundial que promueve el crecimiento económico del sector privado en países en desarrollo.

La afirmación de esta experta, que despacha desde Washington pero conoce de cerca la realidad del mundo, funciona como una inyección de energía para un sector del empresariado femenino que trabaja por sacar adelante emprendimientos, empresas y proyectos que benefician a otros, inspirándose en características típicas de las mujeres como la empatía y la solidaridad.

Se les conoce como empresarias sociales. Son la ejecutiva que se cansó de cumplir horario y creó una empresa en la que da empleo a madres cabeza de familia; la maestra que, decepcionada del abandono estatal, implementó un programa de liderazgo estudiantil; la mujer que no entendía las finanzas del hogar y quiso capacitar a otras, o la protectora del medioambiente que fabrica prendas con lo que otros llaman basura.

El fenómeno va en ascenso y está instaurado en el ADN de las mujeres. Así lo han documentado distintas organizaciones: en 2013, el informe U.S. Trust Insights on Wealth and Worth, del Bank of America Private Bank, evidenció el interés de las empresarias en Estados Unidos por alinear sus inversiones con sus valores y con generar un impacto positivo en el mundo, incluso por encima de lo económico. El mismo estudio ratificó, en 2017, esa tendencia entre Millennials y Generación Z, mostrando que ellas siguen sumándose mayoritariamente a iniciativas con impacto social.

Otro estudio, del Columbia Business School y de la Carnegie Mellon University, analizó, en 2020, las motivaciones de 15.000 emprendedores jóvenes en Estados Unidos y reveló que, cuando se trata de crear empresa o sumarse a un proyecto, las mujeres responden más a iniciativas orientadas al impacto social, mientras que los hombres lo hacen más a aquellas relacionadas con incentivos económicos.

Así mismo, la plataforma ZipDo, especializada en datos y tendencias sobre el mercado laboral, evidenció este año y el 63 por ciento de las startups dirigidas por mujeres se desarrollan en el ámbito del impacto social, es decir que casi dos de cada tres de estos emprendimientos buscan un cambio positivo en algún sector de la sociedad. Algo que respalda el Global Entrepreneurship Monitor 2023-2024, el estudio más grande del mundo sobre emprendimiento con datos de más de 100 países, que calificó al emprendimiento femenino como una fuerza transformadora para economías más equitativas y resilientes, sin duda una necesidad creciente en el convulsionado contexto global.

Muchas formas y razones para transformar

Las empresarias enfocadas en la transformación social buscan resolver problemas sociales, lideran proyectos sostenibles, empoderan comunidades y contribuyen con un mundo más justo y sostenible. Se mueven en un terreno en el que se sienten cómodas y productivas, y donde han marcado diferencias importantes con sus pares masculinos.

Son muchos los ejemplos que ilustran este concepto en el mundo. Están, por ejemplo, Eco Femme, que nació en la India rural con el fin de reutilizar tela para ayudar a quien lo necesita y evitar la contaminación; Grameen America, que da microcréditos y capacitación financiera a mujeres que lo requieren, o Educate Girls, que ha devuelto a las aulas a 380.000 niñas en la India.

Colombia también tiene un capítulo en esta historia. Puede ser apoyando a madres adolescentes en riesgo, brindando una nueva oportunidad a quienes tienen deudas con la sociedad, facilitando el acceso a la salud femenina en zonas rurales, asesorando en la compra de una primera casa a una mujer afectada por la violencia.

“Somos un país en el que la mujer se ha abierto camino y ha roto los techos de cristal de manera contundente, pero somos también el segundo país de mayor violencia contra la mujer. Somos o muy buenos y destacados, o tenemos unas estadísticas supremamente complejas”, dice Catalina Escobar, presidente de la Fundación Juanfe, que desde 2002 ha beneficiado a alrededor de 2.800 madres adolescentes, 70 por ciento de las cuales han retomado sus estudios; y que ha facilitado la vinculación de mujeres a su primer empleo formal, consiguiendo en 2020, en plena pandemia, tasas de inserción laboral del 42 por ciento en Cartagena y 76 por ciento en Medellín, entre 11.169 mujeres atendidas.

Escobar resalta características muy marcadas en las mujeres como el ímpetu, la inclusión, el liderazgo, el compromiso, la solidaridad y la disciplina, pero también reconoce que hay algo en el entorno que las empuja a transformar. “Es como que no tenemos otra alternativa: hemos pasado por tantas experiencias tan complejas, que no hay otra opción que seguir trabajando, y eso es igual para hombres y mujeres”, señala.

De acuerdo con el documento Emprendimiento social en Colombia: modelo de negocio en crecimiento 2021, de la Fundación Recon, en el país existen más de 3.000 emprendimientos sociales, 45 por ciento de ellos liderados por mujeres. Muchos de ellos surgen como opción de vida en territorios afectados por el conflicto armado y casi la mitad son impulsados por jóvenes entre los 18 y 35 años que buscan romper el círculo de la pobreza.

“Todos tenemos esa capacidad de transformar lo que nos hiere en algo que pueda sanar a otros. No es fácil, pero es real... Así como los errores se pueden convertir en oportunidades, el dolor también se transforma en una oportunidad de crecimiento”, dice Johana Bahamón, presidente ejecutiva de la Fundación Acción Interna y promotora de la Ley de Segundas Oportunidades, que trabaja para mejorar las condiciones de quienes salen de la cárcel.

Para ella, quienes lideran emprendimientos sociales están cambiando comunidades enteras desde la raíz, y lo hacen con sentido, con cuidado y con una visión de país que va más allá del éxito individual. “En el caso de las mujeres, les devuelve algo esencial: la autonomía. Cuando una mujer logra sostenerse, decidir sobre su vida y reconocerse capaz, empieza a sanar. No solo económicamente. Es una forma de reparación emocional, simbólica, profunda”, agrega.

Desde hace 35 años, la Corporación Mundial de la Mujer Colombia (CMMC) trabaja por transformar la vida de emprendedores y microempresarios, dándoles herramientas, conocimientos y acompañamiento para fomentar negocios sostenibles, fortalecer capacidades empresariales y construir comunidades resilientes con impacto social positivo. “Las mujeres representan el 70 por ciento de quienes acompañamos en el proceso, que es una especie de MBA para ellas. Nuestra tarea es crear un ecosistema para que sepan qué necesitan, cómo llevar las cuentas, cómo hacer una estrategia. Nuestra premisa es que sin importar el tamaño de su negocio, deben gestionarlo de manera empresarial”, dice Ana Lucía Jiménez, directora del Área de Rendimiento Social de la CMMC.

El camino no es fácil y los tropiezos relacionados con falta de financiación, temor al fracaso, agotamiento o, simplemente, imposibilidad de esperar los ciclos normales del proceso, seguirán acechando. Un reto tan interesante como complejo y, sobre todo, trascendental en un mundo como este, al que le urge la transformación.



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