
Opinión
Liderazgo estratégico: entre la presión por el resultado, la exigencia personal y la salud mental
La línea entre la ambición y el agotamiento se ha vuelto casi invisible. El descanso, la empatía y la serenidad no debilitan la gestión: la hacen sostenible y elevan el liderazgo hacia la lucidez, la innovación y la trascendencia.
Ser un líder estratégico exige, además del conocimiento técnico, preparación, formación continua y una profunda conciencia del impacto que nuestras decisiones tienen en las personas y en las organizaciones. Liderar hoy no es solo dirigir: es equilibrar la exigencia del entorno con la serenidad necesaria para pensar con claridad. En esa carrera por alcanzar resultados, muchos vivimos bajo la presión constante de rendir más, aprender más y demostrar más, incluso a costa de nuestra salud mental y bienestar integral.
Durante años, el mundo corporativo ha sostenido una narrativa que asocia la excelencia con la sobreexigencia. Se admira al que nunca se detiene, al que responde sin descanso y al que sacrifica su vida personal en nombre de los resultados. Sin embargo, esa lógica, además de obsoleta, resulta peligrosa: la línea entre la ambición y el agotamiento se ha vuelto casi invisible. La Organización Mundial de la Salud advierte que la depresión y la ansiedad cuestan a la economía global cerca de un billón de dólares al año, y detrás de esas cifras se esconde una verdad incómoda: ningún modelo de éxito es sostenible cuando se edifica sobre el desgaste de las personas.
Aunque en los últimos años temas como el síndrome del impostor o el burnout han ganado visibilidad, aún persiste la resistencia a reconocerlos sin prejuicios. En entornos de alta competencia hablar de salud mental sigue viéndose como una debilidad, cuando en realidad es un signo de madurez y liderazgo consciente. La verdadera fortaleza de un líder no está en resistir el cansancio, sino en anticiparlo. Liderar con estrategia es saber priorizar, delegar y pausar con inteligencia. El descanso, la empatía y la serenidad no debilitan la gestión: la hacen sostenible y elevan el liderazgo hacia la lucidez, la innovación y la trascendencia.
A ello se suma un fenómeno silencioso que afecta a muchos altos ejecutivos: la soledad del liderazgo. Cuanto más alto se asciende, más difícil resulta compartir dudas, mostrar vulnerabilidad o encontrar espacios genuinos de retroalimentación. Sin embargo, un liderazgo verdaderamente sólido no se construye desde la distancia, sino desde la cercanía. Estar presente para los equipos, escucharlos, motivarlos y acompañarlos en su desarrollo es tan importante como orientar con criterio a las juntas directivas y saber cuándo es momento de repensar la estrategia. Un líder estratégico no se limita a seguir la corriente: la cuestiona, la analiza y, si es necesario, se atreve a salir de ella para abrir nuevos caminos.
El liderazgo humano y estratégico exige autenticidad, coherencia y propósito. Supone desmontar el mito del líder infalible para dar paso a uno más consciente, capaz de reconocer sus límites sin perder autoridad ni dirección. En el caso de las mujeres, el reto ha sido aún mayor: se espera determinación sin dureza, empatía sin debilidad y resultados sin pausa. Pero el liderazgo femenino ha trascendido esos moldes. Ya no busca encajar, sino transformar. La mujer empoderada no es la que todo lo soporta, sino la que lidera con inteligencia, equilibrio y propósito, y definitivamente, la que lidera rompiendo estereotipos, inspirando desde la autenticidad y dejando huella desde la coherencia.
Margaret Thatcher decía que “ser poderosa es como ser una dama; si tienes que decir que lo eres, entonces no lo eres”. El liderazgo no se proclama, se demuestra. Y hoy, demostrarlo exige incorporar la salud mental como criterio de excelencia.
Como dijo Steve Jobs, “la innovación es lo que distingue a los líderes de los seguidores”. Hoy, la innovación más profunda está en la capacidad de cuidar mientras se lidera, conectar mientras se exige y pausar mientras se avanza. En un mundo saturado de ruido y velocidad, liderar con equilibrio no es una pausa: es la estrategia más visionaria y humana de nuestro tiempo.
Nazly Riveros Rodríguez, consultora estratégica en seguridad
