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La parroquia estuvo bajo ataque durante 12 horas. | Foto: AFP

NICARAGUA

Parroquia de Managua quedó marcada por las balas, luego de dar refugio a un centenar de estudiantes

Por 12 horas, estudiantes que huían de la represión gubernamental, estuvieron atrapados en la iglesia Divina Misericordia, ubicada en la capital de Nicaragua, con sacerdotes y periodistas.

24 de julio de 2018

Agujeros de bala por doquier son el panorama actual de la Parroquia Jesús de la Divina Misericordia, de Managua. Ventanas, sillas, puertas y paredes -cuyo color blanco ahora se ve opacado por la negra marca que dejaron los proyectiles- lo demuestran.

Hasta el cuadro del Cristo de la Divina Misericordia, por quien lleva el nombre la iglesia y que cuelga cerca a las hostias consagradas, fue impactado por la violencia. Tres hoyos hacen parte ahora del lienzo. "Esa imagen fue traída de Polonia, es una réplica de la original y va quedar así, porque esos tres agujeros representan el sufrimiento del pueblo", dijo consternado el vicario de la iglesia, Erick Alvarado a AFP. Ni siquiera el sagrario se salvó.


Las cortinas y ventanas del templo quedaron con hoyos por las balas que impactaron en las instalaciones. Foto: AFP

Una noche de horror

Estos daños son producto de un duro ataque del que fue presa esta parroquia entre el viernes 13 y el sábado 14 de julio pasados por haber dado refugio a unos 100 estudiantes de la Universidad Nacional de Nicaragua (Unan).

Desde hacía más de 2 meses, un grupo de jóvenes permanecía atrincherado en dicho campus. Según el diario El País de España, los universitarios estaban divididos en “comandos”, para cuidar las entradas a la universidad. Algunos tenían armas caseras y utilizaban bombas artesanales. Adicionalmente, el diario español señala que la población los apoyaba llevándoles alimentos y medicinas.

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Pero el 13 de julio la represión gubernamental fue tan fuerte que muchos no tuvieron más opción que salir para buscar otro refugio. Y, a unas pocas cuadras, la Divina Misericordia tenía sus puertas abiertas para recibirlos.

Alvarado y el párroco, Raúl Zamora, albergaron a los universitarios que arribaban en medio de lágrimas, temor e incluso con heridas. El vicario contó a El País que el padre Zamora hizo varios viajes desde la iglesia hasta la universidad, para buscar a aquellos muchachos que no habían logrado salir de la institución educativa.

Dentro del templo los jóvenes quedaron atrapados junto con los sacerdotes y también con periodistas por unas 12 horas, durante las cuales fueron asediados por paramilitares que disparaban armas de fuego.

Contra el suelo y respirando miedo se mantuvieron todos quienes se amparaban entre las paredes del templo. "Fue una noche de terror. A eso de las dos de la madrugada cortaron la energía, quedamos a oscuras y pasamos todos tendidos en el piso por miedo a las balas. Un par de balas entraron a la casa cural, muy cerca de donde estábamos", afirmó Alvarado.

"Temí por mi vida, en un momento pensé que era mi último día", agregó. En esos momentos aciagos, el sacerdote mencionó que solo contemplaba la imagen de Cristo crucificado y rezaba con el rosario en sus manos.

"Jamás pensé que podían atacar un templo, la casa de Dios", recriminó Alvarado, que logró salir del lugar por gestiones del cardenal Leopoldo Brenes y organismos de derechos humanos.

Daños más allá de lo material

Alvarado indicó que los daños van a quedar “como recuerdo de todo esto que hemos vivido".

El lugar, luego de lo ocurrido, generaba una aterradora sensación. "Cuando vinimos a limpiar después de todo lo que pasó, fue horrible, impactante”, manifestó Isabela, una joven estudiante de una universidad privada que ayudó a limpiar el templo tras los daños causados. “Cuando entré había sangre en el piso, balas. Ver la capilla con las paredes toda rafagueada, fue duro", añadió.

Para la chica, el que ataquen un lugar sagrado como lo es un templo es algo horrible. Como mencionó El País, para Alvarado las agresiones por parte del gobierno le generan críticas al discurso de Daniel Ortega de declararse católico y querer la paz.

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Una escena que se repite

El 23 de julio de 1959, un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de Nicaragua (Unan) protestaba a raíz de la masacre de El Chaparral cometida por la Guardia de Somoza. Por haberlo hecho, recibieron como castigo convertirse en objetivo militar, resultando 4 jóvenes muertos.

Tristemente, casi 60 años después las vidas de 2 jóvenes fueron apagadas por querer hacerse oír: Francisco José Flores de 21 años y Yerald Vásquez de 20, quien llegó a la parroquia con un impacto de arma de fuego en la cabeza y falleció en el comedor de la casa cural.

El padre Alvarado durante la misa del 20 de julio a favor del diálogo en Nicaragua. Foto: AFP