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El 30 de abril Juan Guaidó liberó, con ayuda de militares rebeldes, al opositor Leopoldo López. Desde ese día, muy pocos miembros de las Fuerzas Armadas se han sumado a la oposición. | Foto: foto: afp

VENEZUELA

¿En qué anda la oposición venezolana?

Han pasado seis meses desde que Juan Guaidó se proclamó presidente interino y la oposición venezolana enfrenta nuevos retos: fragmentación, la lentitud de los diálogos de Barbados y un régimen que no cede.

20 de julio de 2019

La oposición venezolana arrancó el año con dos elementos novedosos: una estrategia distinta y una cara nueva. Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional, se proclamó presidente interino y puso en marcha un plan de tres patas. En primer lugar, logró el reconocimiento diplomático de Estados Unidos y los países del grupo de Lima. Luego, recibió activos reales gracias a Estados Unidos, pues este le dio el control de activos de Venezuela en el exterior como Citgo. La tercera pata consistía en invitar a los militares a volteársele a Nicolás Maduro. Sin embargo, el 30 de abril, las imágenes de Guaidó y Leopoldo López esperando solos en un puente de Caracas, demostraron que la mesa quedó coja y los militares no dieron el paso esperado.

María Corina Machado representa el ala más radical de la oposición, que ha pedido una intervención en Venezuela. Julio Borges, más moderado, se opone a esa idea. 

Seis meses después de que Guaidó asumió, ¿en qué está la oposición? El presidente interino ha dicho que mantendrá la presión en la calle, pero las protestas pierden fuerza a medida que la gente se cansa de salir a marchar. El fracaso el 30 de abril le dio un golpe duro a la moral opositora. Y por medio de la represión selectiva a figuras opositoras sin la visibilidad internacional de Guaidó, como Roberto Marrero, su jefe de gabinete, o Juan Requesens, el diputado que va a cumplir un año detenido, aumenta el listado de los presos políticos.

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Además, ya hay notorias fracturas en la oposición. Lejos de ser un partido monolítico, se trata de una alianza amplia que incluye a los ‘dinosaurios’ de Acción Democrática (AD); a los zulianos de Un Nuevo Tiempo; a Primero Justicia (el partido de Henrique Capriles y Julio Borges); a Voluntad Popular, el de Leopoldo López y el propio Guaidó; y a los más radicales agrupados en torno a María Corina Machado. Guaidó asumió por ser presidente de la Asamblea Nacional. La oposición tiene entonces que resolver lo que hará en enero, cuando termine el periodo del joven político. Si le cede la presidencia a otro partido para el último año o si logra un acuerdo para que él repita como presidente de la asamblea, y por ende como presidente interino.

El solo hecho de que piensen en una cara nueva puede señalar que los chavistas considerarían un futuro electoral competitivo.

En este momento no existe un mecanismo que coordine la oposición, semejante a la Mesa de Unidad Democrática exitosa en las elecciones de 2015. Como dijo el secretario de Estado, Mike Pompeo, en declaraciones privadas que se filtraron, la oposición tiene entre sus problemas que al día siguiente de que caiga el régimen de Maduro 40 personas levantarán la mano para ser presidente de Venezuela.

Henrique Capriles ha perdido el protagonismo que consiguió en 2015. El chavismo cuenta con figuras moderadas como Héctor Rodríguez, gobernador de Miranda. 

El régimen le juega a darle largas y a esperar a que las contradicciones internas de la oposición acaben por dividirlos. Eso sucedió hace dos años en las elecciones regionales cuando AD rompió filas y presentó candidatos a un proceso electoral que los otros partidos consideraban ilegítimo. Y las tensiones internas se están volviendo públicas por los diálogos que se iniciaron en Oslo y que ahora tienen lugar en Barbados. El ala dura, representada por figuras como María Corina Machado o Antonio Ledezma, le ha pedido públicamente a Guaidó cancelar esas conversaciones e invocar la figura de una “intervención humanitaria”. Pero Estados Unidos ha dejado claro que no tiene interés en una acción militar. Colombia y Brasil, los dos vecinos de centro derecha y fuertes críticos de Maduro, tampoco tienen la voluntad ni la capacidad para hacerlo solos. Gobierno y oposición van a tener que sentarse en la mesa en Barbados, aunque sea a regañadientes. En la oposición existe el temor, muy real, de que los diálogos sirvan de táctica dilatoria al chavismo. Así ha ocurrido en ocasiones anteriores en República Dominicana, o en las mediaciones que han intentado el expresidente español Rodríguez Zapatero o el Vaticano.

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En el Gobierno, las cosas tampoco están fáciles. Después del fallido golpe de abril, Maduro ha perdido la confianza en algunos de sus lugartenientes. Para analistas militares como Sebastiana Barráez, que haya ratificado a Vladimir Padrino como ministro de Defensa muestra, más que confianza, temor de que cualquier cambio en el mando revele divisiones en la cúpula. Por eso, no pueden aflojar un centímetro con la oposición.

¿Qué podría estar en juego en Barbados? En primer lugar, la oposición está pidiendo garantías para la participación política. Sin embargo, esto podría ir acompañado por el retorno del chavismo a la Asamblea Nacional y el cierre de la Asamblea Constituyente como parte de una normalización de la política.

En segundo lugar, estaría la posibilidad de elecciones anticipadas, lo que implica establecer unas reglas de juego mínimas que le den confianza a ambas partes. Además, conformar un Consejo Electoral imparcial que le dé garantías a ambos, renovar el censo electoral para reconocer la realidad de la migración venezolana, y habilitar la votación de la diáspora mediante los consulados. También han mencionado algunos cambios constitucionales: acabar con la reelección indefinida y volver a alguna fórmula de representación proporcional que le asegure al chavismo una participación política en el futuro.

¿Y Maduro podría participar en las elecciones? En este tema clave la oposición, junto con Estados Unidos, insiste en que debe dejar el poder antes de las elecciones anticipadas, pero el régimen no acepta esta condición. Han barajado el escenario de nombrar a un nuevo vicepresidente y gabinete por consenso y pactar una fecha para que Maduro renuncie.

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En todo caso, aunque logren acordar un esquema de transición, hay dificultades prácticas difíciles y demoradas. Reconstruir el aparato electoral de un país y censar a más de 4 millones de migrantes en la diáspora será una tarea titánica. Han hablado de unificar elecciones a la presidencia con las de la Asamblea Nacional que están para diciembre de 2020 como la fecha más realista. Algunos medios han comenzado a perfilar a Héctor Rodríguez, el joven gobernador chavista del estado Miranda como la cara amable y menos narcotizada del régimen. Incluso, lo han bautizado como el ‘Guaidó del chavismo’. El solo hecho de que piensen en una cara nueva puede señalar que el chavismo estaría considerando seriamente en la posibilidad de un futuro electoral competitivo.

Por ahora, continúan los diálogos en Barbados a pesar de las dificultades. Ambas partes reciben fuego amigo de una línea dura que quiere sabotear los diálogos. Ambas creen que el tiempo juega a su favor y que su paso desgasta a la contraparte. Los meses que vienen van a ser una prueba de fuego para el liderazgo de Guaidó. Al mismo tiempo tendrá que unificar la oposición y pilotear el proceso con un régimen que ha usado los diálogos para dilatar varias veces en el pasado.