ASIA
Las graves consecuencias de la nueva ley de seguridad china para Hong Kong
Las reformas aprobadas por Beijing borran lo que quedaba de la soberanía de Hong Kong y criminalizan la protesta. ¿Qué impacto tiene para China en su relación con Occidente?
"Fin de Hong Kong, comienzo del reinado del terror”, escribió en Twitter Joshua Wong, una de las caras más reconocidas de la lucha por la democracia en el antiguo enclave británico. Las palabras del joven activista resumen lo que para muchos es el escenario actual de esta región con la nueva ley de seguridad china.
Desde mayo se veía venir la polémica norma, pero solo la semana pasada se convirtió en una realidad cuando el Comité Permanente de la Asamblea Nacional Popular finalmente la promulgó sin siquiera haber hecho público el contenido. Esta ley de seguridad para Hong Kong restringe las libertades de los ciudadanos y amenaza gravemente su autonomía: criminaliza todo acto de secesión, subversión, terrorismo o colusión con extranjeros. Y, viéndolo detalladamente, prohíbe básicamente cualquier acción de protesta o libertad de expresión de los hongkoneses, con la ayuda de casi 4.000 policías antimotines constantemente en alerta. Además, China instalará en los próximos días una oficina que supervisará el cumplimiento de la norma.
La nueva ley de seguridad coincidió con las protestas por el aniversario del fin de la soberanía británica sobre Hong Kong. Ya van más de 300 detenidos que podrían pagar cadena perpetua en China.
En cuestión de horas la Policía estrenó las facultades que le otorga la nueva ley, pues la noticia coincidió con las protestas por el aniversario número 23 del fin de la soberanía británica sobre Hong Kong. Un hombre que llevaba una bandera con la frase ‘Independencia de Hong Kong’ se convirtió en el primer arrestado bajo la nueva norma, y a la suya le siguieron más de 300 detenciones. Ahora no los van a tratar como manifestantes, sino como reos de traición a la patria, susceptibles hasta de cadena perpetua.
Un país, dos sistemas
En 1997 venció el contrato de arrendamiento por 99 años con el que el Imperio británico regularizó su presencia en Hong Kong, que tenía en su poder desde la primera guerra del Opio, en 1842. En el acuerdo de devolución, la Declaración Conjunta de 1984, los chinos aceptaron que la ciudad, convertida en el centro financiero más importante de Asia, tendría un estatus de región autónoma especial en el marco de lo que llamaron ‘un país, dos sistemas’. Ese emporio capitalista sería independiente del régimen comunista chino excepto en asuntos de defensa y relaciones exteriores. La declaración tiene vigencia por 50 años, hasta 2047, pero al parecer el Gobierno de Xi Jinping estaría decidido a retomar la soberanía total antes de lo pactado.
En esta declaración Hong Kong se comprometió a crear su propia ley de seguridad, sin embargo, su parlamento nunca lo logró. Beijing aprovechó la oportunidad para hacer la ley. En parte porque al Gobierno de Xi no le cayeron muy en gracia las protestas estudiantiles de Hong Kong en 2014, conocidas como la Revolución de los Paraguas. Mucho menos querría repetir las escenas que dejaron las manifestaciones de 2019 contra la ley de extradición que buscaba enviar presuntos delincuentes de Hong Kong para que los juzgaran los tribunales chinos. Ni, por supuesto, el trágico episodio de la plaza de Tiananmén, en Beijing, en 1989. De hecho, el estallido social alcanzó tal magnitud que solo el coronavirus suspendió las protestas por algunas semanas. No obstante, ahora que se acercaba el aniversario de la salida británica, Xi se apresuró a controlarlo todo: restringir las manifestaciones y expresiones contra su régimen mediante múltiples detenciones castigadas duramente.
Para algunos el presidente Xi aprovechó la crisis global para hacer esta jugada, pues la comunidad internacional tiene la atención puesta en la pandemia y en cómo solucionar sus estragos económicos. “China vio esto como la mejor oportunidad para tomar el control de Hong Kong. Estados Unidos está marginado por la covid-19 y Donald Trump cree que su silencio acelerará la conclusión del acuerdo comercial con China, un empujón para su reelección. Europa sigue recuperándose y Gran Bretaña no está en condiciones de defender el acuerdo de 1984”, le dijo a SEMANA Lawrence Reardon, doctor en ciencia política de la Universidad de Columbia.
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Por su parte, Carrie Lam, jefe ejecutiva de Hong Kong, le aseguró al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, sin siquiera haber leído la ley, que esta llenará un vacío y no amenazará su autonomía. Sin embargo, muchos rechazan lo dicho por Lam, pues resulta casi evidente que China socava las libertades en la ciudad al incumplir el acuerdo de 1984. Uno de ellos es el profesor Michael Davis, especialista en Asia: “La ley básicamente elimina el marco de ‘un país, dos sistemas’ e incorpora a Hong Kong en el estado de seguridad continental. Beijing es paranoico frente a la resistencia, y es probable que continúe imponiendo controles sobre la isla, como lo hace en el Tíbet y Xinjiang”, le explicó el experto del Wilson Center a SEMANA.
Economía en riesgo
Con los años, bajo la soberanía británica la economía de Hong Kong se disparó. Fue uno de los primeros lugares industrializados de Asia y se convirtió en un centro financiero de carácter mundial, casi al mismo nivel de ciudades como Nueva York, Londres, Singapur y Tokio. Pero la nueva ley de seguridad pone en riesgo esa construcción histórica.
Las consecuencias ya empiezan a aparecer en ese sentido. Luego de aprobada la ley, Estados Unidos decidió quitarle el estatus especial comercial a Hong Kong porque la decisión de China “podría significar un riesgo para la tecnología sensible estadounidense, pues podría desviarla al Ejército chino”, según advirtió Wilbur Ross, secretario de Comercio de Estados Unidos.
Varios acusan a Xi Jinping de socavar las libertades en Hong Kong, además de incumplir la declaración sino-británica en la que se comprometió a respetar su autonomía.
Desde 1997 varios países, como Estados Unidos, decidieron establecer acuerdos comerciales diferenciales con la isla de manera independiente al régimen chino. Gracias a este tratamiento especial, ese Hong Kong semiindependiente logró mantener su posición e incluso mejorar sus cifras. Solo en 2018, por ejemplo, sus exportaciones representaron 30.000 millones de dólares, la cantidad más alta de su historia.
Con la virtual anexión de Hong Kong hay muchos perjudicados. Estados Unidos es uno de ellos, pues allí funcionan cerca de 300 empresas norteamericanas. Pero no solo el Gobierno estadounidense se ha manifestado contra esta ley. Desde que China la anunció en mayo, la Unión Europea advirtió que si este país tomaba la decisión de promulgarla, lo llevaría a la Corte Internacional de Justicia por violar la declaración de 1984. Amnistía Internacional, por su parte, también rechazó la norma y la calificó como la peor amenaza a los derechos humanos de la historia. Asimismo, Japón se unió a las críticas y afirmó que era una decisión lamentable.
Una de las condiciones más importantes de la declaración estipulaba que Hong Kong podría seguir gozando de sus libertades, especialmente en cuanto a la protesta y la libre expresión, a diferencia del resto de ciudades chinas. Pero con la nueva ley ya se siente el temor frente a las estrictas restricciones de Beijing. “Declaro mi retiro de Demosisto. Si mi voz no será escuchada pronto, espero que la comunidad internacional siga pronunciándose sobre Hong Kong para defender lo poco que nos queda de libertad”, escribió Joshua Wong para anunciar la disolución del partido prodemocracia de Hong Kong, por miedo a terminar arrestado y condenado a pena de muerte en China. Otros dos cofundadores del movimiento hicieron lo mismo.
A su vez, varios hongkoneses prodemocracia eliminaron sus cuentas de Twitter por miedo a las represalias del Gobierno chino. Incluso algunos museos, como el que conmemora la masacre de Tiananmén de 1989, empezaron a digitalizar sus archivos por miedo a que la policía se los quite. Las librerías temen la entrada de espías a su establecimiento. Algunos escritores también han eliminado sus publicaciones de internet por miedo a las consecuencias.
Ese sentimiento de intimidación y amenaza es algo habitual en ciudades chinas como Beijing, pero no lo era en la isla. “Con la aplicación de esta ley es menos probable que Hong Kong vuelva a ser una democracia”, le dijo a SEMANA Timothy Heath, investigador sénior de Defensa Internacional de la Corporación Rand. La nueva ley de seguridad rompió en pedazos la declaración sino-británica, y al parecer los días de libertad en Hong Kong están contados. El régimen chino y sus procedimientos represivos están cada vez más presentes en la isla. Y por lo visto llegaron para quedarse.