Estados Unidos
Lo que hicieron los vecinos de este barrio de Los Ángeles ante el abandono municipal causó impacto
La iniciativa comunitaria reveló el descontento de un vecindario que asegura haber sido ignorado durante meses.

Los residentes de Boyle Heights, cerca del Parque Hollenbeck, decidieron esta semana asumir una tarea que debería corresponder a las autoridades: limpiar las calles y áreas públicas, cansados del abandono estatal y la falta de atención oportuna.
Lo hicieron armándose con escobas, bolsas de basura y agua, y convocando a al menos veinte vecinos, además de algunas personas en situación de calle que se acercaron para apoyar la iniciativa espontáneamente.
Araceli Cauich, quien habita en el vecindario desde hace siete años, expresó en medios locales su frustración: “La concejal Jurado y su equipo no parecen capacitados para gestionar servicios básicos como limpieza”, dijo, recordando que el distrito está descuidado desde hace meses, de hecho, el evento National Night Out celebrado el pasado cuatro de agosto dejó calles sucias incluso en las inmediaciones de la oficina de la concejal, aseguró ella.

A raíz de este episodio, la comunidad decidió no esperar más y hacerse cargo. La alcaldesa Karen Bass ofreció su apoyo mediante el envío de botellas de agua, sin embargo, los vecinos aún esperan que la concejal Jurado cumpla con la promesa de enviar comida durante el operativo.
Esta acción comunitaria ha resonado con el espíritu histórico de Boyle Heights, barrio multicultural que enfrentó su propia lucha desde el siglo XIX, cuando fue derivada de poblaciones indígenas, y luego se consolidó como epicentro diverso de inmigrantes judíos, mexicanos, japoneses y afroamericanos, una comunidad solidaria que hoy vuelve a cobrar fuerza ante la indiferencia institucional.
El descontento de la comunidad no se limita únicamente al tema de la limpieza. A principios de junio, Boyle Heights fue epicentro de manifestaciones multitudinarias en rechazo a las redadas del ICE, en las que hubo despliegue militar, uso de gas lacrimógeno y enfrentamientos con la policía, hechos que conmocionaron a la ciudad entera y profundizaron la percepción de abandono y la represión.
En su momento, la alcaldesa Bass, proveniente de una trayectoria como organizadora comunitaria, condenó públicamente esas redadas y alertó sobre el impacto económico, el miedo en las familias y el riesgo para los negocios de Boyle Heights, que dependen en buena medida del aporte laboral inmigrante.

Este reciente gesto de los vecinos, aunque simbólico, rescata esa tradición de resiliencia y solidaridad que define a Boyle Heights. “Invertir mi propio dinero en bolsas de basura no puede ser la única solución”, agregó Cauich, apelando a un compromiso más firme de las autoridades, especialmente de quienes fueron electas para responder a estas necesidades básicas.
Los habitantes esperan que este acto sirva como una llamada de atención a los entes oficiales para propiciar acciones más estructurales en limpieza y servicios básicos en el municipio.
La imagen de una comunidad que se une, barre calle por calle, sin esperar más excusas ni demoras, despierta una participación cívica que surge de la urgencia y del descontento.
De esta forma, los vecinos de Boyle Heights envían un mensaje claro al gobierno: ya no esperan soluciones de otros, están dispuestos a actuar, pero exigen que la respuesta institucional no tarde más.