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Alberto Carrasquilla y Jorge y Jorge Enrique Robledo

DEBATE

Carrasquilla: golpeado pero no en la lona

El senador Jorge Enrique Robledo le hizo tres grandes acusaciones al ministro Alberto Carrasquilla. La primera resultó falsa, la segunda tiene validez y sobre la tercera no es fácil saber la verdad.

22 de septiembre de 2018

La permanencia de Alberto Carrasquilla en el gobierno no dependía de su inocencia ni de su culpabilidad en el escándalo sobre los bonos de agua. Dependía exclusivamente de una medición de fuerzas entre el gobierno y el Congreso. Y por ahora ganó el gobierno.

Los partidos de la coalición no tenían mayoría, y los de la oposición, tampoco. La decisión estaba en manos de los independientes, quienes presionados por el gobierno, consideraron el momento demasiado prematuro para tumbar un ministro. Una vez algunos senadores de Cambio Radical y del Partido Liberal se mostraron neutrales o comenzaron a defender a Carrasquilla, el resultado estaba cantado.

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Eso no significa que el debate no fuera jugoso. Tuvo sus estrellas en los senadores Jorge Robledo y Álvaro Uribe. Y Carrasquilla estuvo a la altura de las circunstancias, un requisito para salir airoso.

El episodio tiene muy mala presentación ante el país pero no se cometió ningún delito.

La intervención de Robledo fue exactamente lo que se esperaba de él: inmejorable en términos de oposición, pero menos buena en cuanto a novedad, pues en entrevistas en los medios y en las redes sociales ya lo había contado todo. Toda oposición tiene la práctica de ser efectista para crear impacto. En ese campo nadie supera al senador del Polo Democrático. Durante su intervención nadie se distrajo. El auditorio registraba palabra por palabra, ya fuera con entusiasmo o escepticismo. Se podría decir, en términos generales, que la mitad de lo que dijo era válido y la otra mitad sofismas bien armados con una dialéctica fluida.

Entre estos últimos estaba un supuesto ‘plan maestro’ que Carrasquilla habría orquestado desde cuando era ministro de Hacienda de Álvaro Uribe. Según Robledo, la reforma constitucional y las leyes expedidas no eran más que la primera etapa de un proyecto personal urdido maquiavélicamente para crearle al ministro una plataforma que después lo enriquecería. Y para rematar, Robledo le atribuyó al ministro una segunda telaraña internacional con sede en Panamá para, supuestamente, evadir impuestos o incluso lavar activos.

 

La teoría del ‘plan maestro’ no tiene asidero. Carrasquilla, efectivamente, protagonizó la legislación que permitió crear los bonos de agua, así como la estructura financiera que los puso en marcha. Sin embargo, se trataba de dos procesos diferentes, sin relación uno con el otro. La coincidencia de que él estuviera en ambos dio pie al escándalo. No obstante, a pesar de la mala presentación de esa doble presencia, el ministro en el debate entregó explicaciones que despejaron buena parte de las suspicacias.

La verdad es que las inhabilidades de los ministros para trabajar en las áreas que manejaron durante el gobierno duran un año. Después de ese periodo se vuelve legal hacerlo. Con frecuencia esos exfuncionarios suelen dedicarse a actividades afines a su profesión, que por lo general coinciden con las que manejaron en el gobierno. Eso, en el fondo, es lo que saben hacer. Por ejemplo, un ministro de Salud médico o administrador de hospitales vuelve a ese mundo terminada su gestión. Igualmente, muchos ministros de Justicia pasan a ejercer en bufetes de abogados o incluso a ser magistrados. De ahí que los ministros economistas, como Carrasquilla, se ganan la vida en consultorías económicas y financieras o en cargos afines a su experiencia profesional.

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Pero Robledo sí convenció al describir las fallas del negocio. Enumeró las múltiples gabelas de los inversionistas y los numerosos riesgos a cargo de los municipios. Algunos puntos eran criticables, como la tasa de interés, aún teniendo en cuenta el entorno económico después del colapso de Lehman Brothers en 2008. Pero había otros que a primera vista sí podrían ser descritos como ‘leoninos’. Entre estos están que los municipios tenían prohibido pagar el préstamo por anticipado. También que los inversionistas no corrían prácticamente con ningún riesgo, pues la pignoración del 5,4 por ciento de los recursos del Sistema General de Participaciones, SGP –que el gobierno central gira a los municipios para invertir en agua potable y saneamiento básico– constituía, en la práctica, una garantía de la Nación.

Después de Robledo y del senador Alexander López le llegó el turno para intervenir a Carrasquilla. Ante el tsunami de acusaciones que había recibido, no era seguro que sobreviviera en su cargo. Además, como todo el mundo está familiarizado con la oratoria fulminante del senador del Polo y se desconocía la del ministro tecnócrata, se anticipaba una defensa tímida. No lo fue. Con tono enérgico y argumentos bien preparados, Carrasquilla se defendió sólidamente. Desbarató la acusación de que los bonos de agua correspondían a un plan maquiavélico urdido desde que era ministro de Uribe. Desmenuzó cada una de las etapas de ese proceso para dejar claro que el ángulo conspirador que Robledo le atribuía era fantasioso.

Explicó que la empresa de la que fue socio después de su primer paso por el ministerio nunca invirtió en el esquema de los bonos de agua. Que fue una de las tantas que asesoraron a inversionistas internacionales interesados en utilizar el mercado de capitales colombiano para financiar, como habían hecho en otros países del mundo, proyectos de infraestructura en agua potable y saneamiento básico. Agregó que solo recibió honorarios por su trabajo.

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También refutó la afirmación de que este esquema hubiera ‘tumbado’ a 117 municipios. Trajo a colación una interventoría de la firma del exministro Germán Cardona en 2013 para señalar que en 94 de los 117 municipios se habían ejecutado el 80 por ciento de los proyectos sujetos a los créditos. Reconoció que pudo haber errores al ejecutar los proyectos, pero rechazó que lo implicaran a él, pues esa no era su responsabilidad.

Sobre las controvertidas condiciones de los préstamos (tasa de interés, duración del crédito, etcétera), señaló que se ajustaban a las circunstancias del momento y a prácticas utilizadas en el mundo financiero. Sobre este punto tenía más razones Robledo y sus explicaciones fueron más clara que las explicaciones técnicas del ministro.

No hubo mucha claridad en el tema relacionado con Panamá. Robledo puso mucho énfasis en este punto, aunque se le fue la mano al insinuar lavado de activos. Las explicaciones de Carrasquilla sobre la normalidad de crear sociedades en ese país no convencieron a todo el mundo. Los tinglados de holdings con acciones al portador en un paraíso fiscal siempre despiertan suspicacias. La versión que dio el ministro sobre el origen de estas sociedades y la aclaración de que solo fueron utilizadas para traer capitales a Colombia y no para sacarlos hacia allá era razonable. Sin embargo, esa es simplemente su versión, pues para confirmarla habría que tener acceso a los extractos financieros de esas sociedades, cosa que no ha sucedido y no va suceder.

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Álvaro Uribe dejó claro en el debate que definitivamente creía en Alberto Carrasquilla. La intervención del senador tuvo un estilo diametralmente opuesto al de Robledo. Sin apasionamiento y con tono mesurado, el expresidente fue didáctico en su apoyo a su exministro. Al final de su defensa terminó con la frase: “de todo corazón puedo decir: Alberto Carrasquilla es un hombre probo”. Cuando estas palabras resonaron en el auditorio, los presentes concluyeron que el ministro no había caído.

Que no se haya caído no significa que esté sólido. Después de un debate de esa naturaleza, un funcionario siempre queda debilitado políticamente. Esta puede ser una situación transitoria en circunstancias normales que se supera con el apoyo del presidente y de las mayorías del Congreso. En el caso de Carrasquilla hay más de lo primero que de lo segundo. El actual gobierno no ha podido aún armar una coalición mayoritaria que le garantice la aprobación de las impopulares reformas que va a presentar, comenzando por la tributaria, a cargo del Ministerio de Hacienda. Esa es una espada de Damocles que Duque tiene encima y hasta ahora no se ve una luz al final del túnel.

Los partidos que se declararon independientes le dieron la bendición a Carrasquilla después de un lobbying efectivo del gobierno. El episodio en que ha estado involucrado tiene muy mala presentación ante el país, pero no se cometió ningún delito ni pecado mortal. Si se hubiera probado lo contrario, se habría caído. Además, el gobierno apenas empieza y sería poco elegante y desproporcionado tumbarle a la lona a su peso pesado apenas en el primer round. Pero va a haber muchos más pulsos de ahora en adelante y el desenlace es, definitivamente, incierto.