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Vuelve y juega: fuego en la comuna

Los asesinatos presentados en la comuna 13 hace unos días reavivaron el temor en esta zona de Medellín. En efecto, pese a la intervención militar, permanece en manos de grupos criminales herederos del paramilitarismo.

5 de mayo de 2018

En la cancha del barrio Las Independencias de la comuna 13 en Medellín, dos muchachitos juegan a esconderse de los tiros porque desde hace muchos años en la capital antioqueña la guerra se volvió para muchos menores un juego perverso, pero que todavía asusta. Los niños dicen que habían faltado al colegio porque “dieron bala toda la noche y qué susto”.

Unas cuantas cuadras más abajo, una mujer cuenta que la noche del 23 de abril no pudo dormir y quedó paralizada debajo de la cama, mientras por la calle los “muchachos” corrían disparándose, atrincherados detrás de los postes. Recordó esa noche del 16 de octubre de 2002 cuando la Operación Orión llegaba a su colmo: “Afuera los paramilitares y los militares sacaban a la gente de las casas y yo temí que eso volviera a ocurrir”.

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Varias cosas agitaban el terror: en 24 horas en la comuna hubo seis asesinatos, tres personas heridas de bala, retenes ilegales, paro de buses, imposición de fronteras invisibles. Además, muchos habitantes aseguran que “los muchachos”, como llaman a los miembros de las bandas armadas, pasaron por tiendas, restaurantes y ferreterías para exigir una cuota extra de la extorsión corriente “porque en los días que se venían por delante la guerra iba a empeorar”.

En la comuna 13, según filtraciones de las autoridades hay un plan para desestabilizar a la ciudad. Édison Rojas, alias Pichi Gordo, uno de los cabecillas de la Oficina, se alió con Freyner Ramírez, alias Carlos Pesebre, para enfrentar combos en las comunas 13 y 7 con el apoyo del máximo cabecilla de la Oficina desde las sombras, José Leonardo Muñoz, alias Douglas, preso en la cárcel de Cómbita. Estos grupos se han enfrentado a las estructuras de Juan Carlos Mesa, alias Tom, recluido en La Picota, quien también dirigió por varios meses los intereses del Clan del Golfo en Medellín.

Para atender esta emergencia en el occidente de la capital paisa, el Ejército llevó 300 soldados y la Policía, 200 efectivos. Pero el pie de fuerza no parece suficiente en una zona urbana que desde hace muchos es la más militarizada del país, solo comparable con Siloé, en Cali.

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Según Marta Villa, directora de la Corporación Región, el conflicto en la 13 ha tomado matices complejos y ha cambiado; no es el mismo de finales de los años noventa: “Realmente, tiene una complejidad mayor y desborda las capacidades de comprender una dinámica tan global. Es importante la acción militar, pero también contarle a la sociedad la complejidad del tema. Paralelo a esto, está la intervención social. Y hoy vale la pena revisar a fondo qué ha pasado con esa intervención, en términos de infraestructura, en programas para jóvenes en términos culturales”.

Por otro lado, están la reincidencia y lo que dicen a gritos los líderes de la comuna: que los paramilitares nunca se fueron pese a la desmovilización del bloque Cacique Nutibara. El investigador Juan Diego Restrepo dice que “hay bandas foráneas que intentan absorber a las bandas barriales. Estas son de años y tienen arraigo en su comuna. Varias de las capturas de estos días corresponden a desmovilizados de las AUC. Entonces, hubo una mala desmovilización o un rearme que estaba previsto, pero que nadie controló”.

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Lo sucedido en estos días muestra que la presencia militar y policiva se agotó, y que pese al elevado pie de fuerza, las bandas mueven droga e imponen una autoridad tácita. Queda la gran pregunta de si la atención que el Estado le ofrece a la zona es la adecuada, y si el presupuesto los cobija con programas educativos y culturales, como era evidente hace unos cuantos años. Por su parte, los habitantes piden una cosa: no regresar con una nueva Operación Orión.