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Víctor Segura, alias David, era el jefe de una disidencia conocida como Guerrillas Unidas del Pacífico, socias de carteles mexicanos con los que exportó cientos de kilos de coca a Estados Unidos.

ORDEN PÚBLICO

David y Guacho: la batalla de los capos

Mientras miles de militares persiguen por la selva a Guacho, pasó inadvertido lo que ocurrió con alias David, su antiguo jefe, que se convirtió en su mayor enemigo y era el verdadero capo de las disidencias en el Pacífico.

22 de septiembre de 2018

La ofensiva de la fuerza pública para dar con el paradero de Walter Arizala, alias Guacho, tuvo uno de los puntos más intensos la semana pasada. Durante varios días hubo combates contra este capo y sus hombres del frente Oliver Sinisterra. Miles de soldados llegaron desde distintos rincones del país para apoyar a las tropas que lo persiguen por las selvas.

Pero pocos saben que unos días antes de que Guacho llegara por esta razón de nuevo a los titulares, su antiguo jefe, y posteriormente su mayor enemigo, cayó en otra operación. La vida y la muerte de este personaje reflejan su dimensión en el mundo del crimen organizado como el mayor exportador de coca del país.

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Se llamaba Víctor Segura, alias David, otro disidente de las Farc que llenaba los Estados Unidos de cocaína y construía su fortuna en un inhóspito caserío de Tumaco, mientras su esposa gastaba los millones de la droga en una vida de lujos en Bogotá. La mujer tenía apartamentos en sectores exclusivos de la capital, como Rosales, y había comprado propiedades en Cali y Villavicencio. El capo del Pacífico la envió lejos para apartarla de su sangrienta guerra contra Guacho y el ELN. Solo le puso la única condición de que, una semana al mes, volviera a ese diminuto punto en la selva nariñense para hacerle compañía.

El director de la Dijín, general Jorge Vargas, afirma que este es uno de los golpes mas estratégicos contra las disidencias en el sur del país.

David no quiso que fuera sola y envió a uno de sus primos como guardaespaldas. La esposa del capo y su protector terminaron paseándose por los hoteles más lujosos de la capital. Pero se volvieron amantes y el rumor llegó hasta los oídos del capo. Su primo tuvo que huir y su esposa regresó, casi como rehén, al caserío en el que David era el rey. David había llevado la planta eléctrica que iluminaba el poblado y convirtió el barrial donde los niños jugaban fútbol en una cancha de pasto importado. Había embarazado a cinco quinceañeras del caserío y sus padres no tenían derecho a molestarse. Pese a su cruel prontuario, que incluye torturas y desmembramientos, él y su familia habían comprado la zona con una lluvia de dólares. Muchos de sus pobladores estaban dispuestos a enfrentar a las autoridades por defenderlo.

Los hombres de la Dijín, a bordo de tres helicópteros Black Hawk, aterrizaron en San Juan en la madrugada del 8 de septiembre. Sabían que la operación tenía que ser rápida, pues cuando la población notara su objetivo, podría volcarse en su contra. Y no se equivocaron en sus cálculos.

Aunque comenzó 13 años atrás en las Farc como miliciano de la columna Daniel Aldana, David escaló hasta la cúspide del narcotráfico en apenas dos años. A mediados de 2016, Don Y, su hermano mayor y jefe de milicias de esa estructura, se separó del proceso de paz que avanzaba en La Habana y conformó La Gente del Orden, una estructura armada que controlaba el casco urbano de Tumaco. En noviembre de ese año, Don Y se internó en la selva para buscar negociar con las Farc y reintegrarse al desarme. Pero la conversación fracasó y terminó en balacera. Don Y murió y David, furioso, le declaró la guerra a la organización.

Puede ver: Los milicianos de las Farc son un obstáculo para el proceso de paz

El disidente armó su propio grupo, al que bautizó Guerrillas Unidas del Pacífico. Estableció su base en San Juan. Desde allí, apoyado en su hermana Carmen, jefa de finanzas, construyó una red de más de 100 hombres armados, capaz de enviar cinco toneladas mensuales de cocaína a Estados Unidos. Su madre, en Tumaco, también participaba de la organización, como una especie de encomendera a la que los criminales de Tumaco le rendían tributo. David se alió con el Cubano, uno de los mayores capos del país, con negocios en la Oficina de Envigado, el Catatumbo, Urabá y el Pacífico. A través de él hizo contacto directamente con carteles mexicanos como el de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.

El reino de David se desmoronó el 8 de septiembre. Luego de 20 días de entrenamiento, aislados en una finca y con maquetas del caserío de San Juan, los tres helicópteros Black Hawk partieron de la base de Tumaco con hombres de operaciones especiales de la Dijín, antinarcóticos y agentes antidisturbios, conscientes de la revolución que podría desatarse en el poblado con su presencia. Los comandos rodearon la casa del capo. Carmen, la hermana, los recibió por la puerta trasera, la de escape, con una granada en la mano. Murió antes de que pudiera activarla. “Se trató de la investigación más seria y contundente realizada por la Policía y la Fiscalía en los últimos tiempos con el apoyo de la Armada y siguiendo las instrucciones del señor presidente Duque de atacar todas estas estructuras”, afirmó el director de la Dijín, general Jorge Vargas.

Tras 15 minutos de maniobras en medio del fuego, los helicópteros pudieron recoger a los comandos y los cuerpos. Tres días después, en el casco urbano de Tumaco, una caravana de motociclistas acompañó los cuerpos de David y su hermana hasta la tumba.