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EL ARTE DE SOBREVIVIR

Luego de 81 días de cautiverio fue liberado Rodrigo Arenas Betancourt

8 de febrero de 1988

En el caso del maestro Rodrigo Arenas Betancourt se hizo realidad el refrán de "año nuevo, vida nueva". Después de un secuestro que duró 81 días, en el que conoció esa delgada franja que "une la vida con la muerte", fue liberado en inmediaciones de su Fredonia natal, el pasado 6 de enero, quien es reconocido como un símbolo viviente del arte nacional.
Luego de deambular durante toda la noche por la zona montañosa en que lo abandonaron los secuestradores, Arenas Betancourt llegó hasta la finca de su amigo Octavio Restrepo donde, fiel a su tradición, apuró un aguardiente antes de comenzar el relato de la aventura más importante de su vida. De esas primeras impresiones se pudo deducir que su secuestro no obedeció a fines políticos, que no estaba realizando un monumento a Pardo Leal, y que no se le había encargado la tarea de llevarle un mensaje al gobierno de parte de ningún grupo guerrillero. Por el contrario, se trataba de delincuentes comunes que, ante la fama del artista, creyeron posible cobrar una buena suma por su rescate. Según se supo, de los 200 millones iniciales, los delincuentes terminaron aceptando 11, que fueron recolectados con la venta de algunas de las obras del escultor y con la ayuda de varios amigos.
Arenas Betancourt sorprendió a los colombianos con el relato que hizo de su cautiverio el día siguiente a su liberación. Su sensibilidad artística y su vena literaria quedaron plasmadas en la narración que hizo a la radio, de la que SEMANA reproduce a continuación algunos apartes.
- El secuestro representa esa presencia de la muerte destilada minuto a minuto, segundo a segundo, que se va enhebrando y se va viniendo.
- Esta permanencia (el secuestro) me reveló esa otra humanidad. La humanidad del homicidio, que se está vengando o defendiendo de la cultura.
- Es necesario, realmente, volver a las bases sobre las cuales está edificada la nacionalidad y ponerles piedra, y calicanto, y cemento y cal, porque se está desplomando por ese lado.
- Por otro lado, para mí el secuestro fue una experiencia muy hermosa. Me encontré en ese lugar, en la selva, con mi infancia. Yo nací en un lugar casi igual a esa selva, a ese bosque. No se dio (el encuentro) en una forma romántica sino cruel. Me volví a encontrar con las aves, la vegetación, las enormes orquídeas y los helechos. Volví a ver la luna como un fenómeno fascinante en medio de esa tristeza. Todo eso lo volví a encontrar ahora, como para cerrar mi vida. Esto fue gratificante en medio del dolor.
- El secuestro me pone ante la vida en otra situación. Comprobé la existencia de la muerte. No la muerte de los libros, o la del vecino, o la de los parientes sino algo que está en el concepto del ser y no ser. Es una experiencia bien dramática e hiriente.
- Como que no tienen (los secuestradores) el concepto claro del dinero. Tienen una noción imprecisa de eso. Les da lo mismo una suma que otra. Manejan cantidades que no tienen relación con nada. A veces podían hablar de mil millones, o cosas por el estilo.
- Llegué a un arroyito y me puse a tomar agua en un pocito, casi como las bestias. Ese prodigio del agua corriendo me hizo dar gracias y pensé que Dios si existe.
En un país donde se sentía que todo se había visto en materia de secuestros, el maestro Arenas Betancourt parece haber iniciado el género del secuestro poético. En medio de toda la angustia nacional que produjo su cautiverio, su liberación generó un respiro de tranquilidad: el maestro sigue siendo el mismo.