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EL PODER DE GABO

JON LEE ANDERSON
1 de noviembre de 1999

Cuando Gabriel García Márquez sale de su apartamento en Bogotá viaja en un Lancia
Thema Turbo modelo 1992 de color gris metalizado, un sedan de tamaño mediano con ventanas a
prueba de balas y chasis a prueba de bombas. Lo conduce 'Don Chepe', un acuerpado ex
guerrillero que ha trabajado para García Márquez por más de 20 años. Varios agentes del servicio
secreto, a veces hasta seis, los siguen en otro vehículo. Un discreto sedan a prueba de bombas con
un poderoso motor es un vehículo reconfortante en un país en donde secuestran casi 200 personas al
mes y matan a más de 2.000. A mediados de agosto Jaime Garzón, un popular humorista
político, fue asesinado cuando se dirigía al trabajo. Un hombre se bajó de una motocicleta y le
disparó a la cabeza mientras esperaba el cambio del semáforo. Garzón, al igual que García
Márquez, había actuado como intermediario entre la guerrilla y el gobierno y había recibido
amenazas de muerte de parte de miembros de organizaciones paramilitares de derecha que no
quieren que haya gente negociando con sus enemigos.
Bogotá se extiende a lo largo de varias millas a través de una fértil y lluviosa meseta localizada en
la parte más septentrional de los Andes. Domina la ciudad una larga cordillera de montañas cubiertas
de extensos y miserables tugurios repletos de antiguos campesinos que, acompañados de sus
familias, emigraron de sus campos natales. Durante los últimos 15 años un millón y medio de
colombianos han sido desplazados de sus hogares por la violencia política. El 40 por ciento del país
está controlado por grupos guerrilleros marxistas que están en pie de guerra contra las tropas del
gobierno y contra las tropas del gobierno y contra las milicias de derecha financiadas por ricos
terratenientes y narcotraficantes.
Hace pocos meses tomé un taxi desde mi hotel en Bogotá para ir a una casa en el barrio colonial de La
Candelaria, en el centro de la ciudad, donde un negociante de esmeraldas me había invitado a comer.
(Junto con el café, el petróleo, la cocaína y la heroína, Colombia es un país rico en esmeraldas y
produce cerca de 60 por ciento del volumen transado anualmente en el mercado mundial). Mi chofer
detuvo el carro a unos 30 metros de la casa del esmeraldero y yo me bajé. Al acercarme a la puerta
de entrada, que estaba retirada de la calle y cubierta por arcadas, vi dos figuras que se acercaban en
mi dirección. Una de ellas resultó ser un tipo pequeño y sucio de apariencia agresiva que me
alcanzó cuando estaba tocando el timbre de la casa. Instantáneamente la puerta se abrió de par en
par y dos pastores alsacianos pasaron como rayos por mi lado y se lanzaron sobre él. Al día
siguiente le conté a García Márquez acerca de mi experiencia y se rió mientras sacudía la cabeza al
pensar en mi locura. Ningún colombiano con una pizca de sentido común se hubiera encontrado en
esa calle a esa hora, dijo. "Es un buen sitio para hacerse matar". La clase media y los acaudalados
hace rato que han abandonado el centro de Bogotá para instalarse en los barrios del norte. Pero
inclusive en sus nuevos barrios viven atemorizados de que los roben o los secuestren bandas de
criminales y los pocos que tienen los medios, como García Márquez, se compran carros blindados y
pagan guardaespaldas.
García Márquez y su esposa, Mercedes, viven en un espacioso dúplex. Ocupan dos pisos de un
edificio de apartamentos de cuatro pisos con ventanales que van del piso hasta el techo y ofrecen
vista a un hermoso parque. El apartamento está todo decorado de blanco _pues blancos son los
sofás, los tapetes y las paredes_ y está lleno de objetos artísticos que incluyen un inmenso cuadro
de Botero, uno de los primeros, y una serie de exquisitas miniaturas eróticas de la India. Al día
siguiente de que yo fuera rescatado por los perros del esmeraldero nos sentamos a conversar los
tres en un rincón de la enorme sala de su apartamento. Varias docenas de películas de video,
incluyendo La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, se hallaban apiladas al lado del
televisor. Las persianas cubren las ventanas y la habitación se encontraba sumida en una luz gris
que hacía juego con el olor del tabaco de los cigarrillos de Mercedes. Ella, quien ha estado
casada con García Márquez durante 41 años, es una mujer alta y llamativa de cabellos cafés que le
caen hasta los hombros. Es la nieta de un inmigrante egipcio cuya herencia parece hacerse
presente en sus pómulos marcados y en sus penetrantes ojos cafés. García Márquez es un
hombre pequeño, de torso amplio y un porte esmerado, casi regio. Tiene 72 años. Sus ojos cafés de
suave mirada están enmarcados por un rostro delgado. Su ensortijado pelo es gris y tiene un bigote
blanco y pobladas cejas negras. Sus manos son hermosas con largos y ágiles dedos. Es un
conversador atento y encantador y lo que los colombianos llaman un 'mamagallista'.
En el transcurso de varios meses de charlas conmigo García Márquez se refirió a Mercedes de
manera constante y siempre con orgulloso afecto. Por ejemplo, cuando hablamos de su amistad
con Fidel Castro él anotó: "Fidel confía en Mercedes más que en mí, y añadió, ella es la única
persona que conozco que lo puede regañar". En otra oportunidad mencionó el nombre de un amigo
común y luego de que discutimos por un momento acerca de él añadió: "Mercedes no quiere verlo
más por aquí", y lo dijo de una manera que no dejó duda de que se haría la voluntad de Mercedes.
Ella es su "polo a tierra", como dice una amiga. "Ella encarna el lado práctico, vela por sus
propiedades, es la leona que lo cuida. Sin ella él estaría perdido". Tienen dos hijos: Rodrigo, que vive
en Los Angeles y acaba de escribir y dirigir su primera película, y Gonzalo, que trabaja como
diseñador gráfico en Ciudad de México.
García Márquez tiene varias casas, y aunque era ya el ciudadano más famoso de Colombia desde
mucho antes de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982, Bogotá nunca ha sido su residencia
principal. Por muchos años él y Mercedes pasaron la mayor parte de su tiempo en Ciudad de México
y parte del año en sus otras casas de Cuernavaca, Barcelona, París, La Habana, Cartagena y
Barranquilla. Todas ellas están decoradas del mismo modo, con tapetes blancos, grandes mesas de
vidrio para tomar el café, excelentes piezas de arte moderno, un equipo de sonido
cuidadosamente seleccionado y el mismo modelo de computador Macintosh. García Márquez es
obsesivo con esas cosas. Le permiten trabajar en cualquier lugar en el que se encuentre. Cuenta
que por lo general se despierta a las cinco de la mañana, lee un libro hasta las siete, se viste, lee
los periódicos, contesta su correo electrónico y a eso de las 10, "pase lo que pase", se sienta frente a
su escritorio y escribe. Allí permanece hasta las dos y media, cuando se reúne con la familia a
almorzar. Después de almuerzo se levanta la jornada de trabajo y la tarde y la noche se las dedica
a "las citas, la familia y los amigos".
Recientemente García Márquez ha estado trabajando en tres novelas y en dos volúmenes de
memorias, junto con ocasionales artículos periodísticos. Comenzó su vida de escritor como
periodista y su último libro, Crónica de un secuestro, publicado en 1996, sigue el estilo directo y
llano de sus columnas periodísticas en lugar del alusivo y 'mágico' de sus novelas y cuentos. El
libro reconstruye los secuestros de 10 personas ordenados en 1990 por Pablo Escobar, el jefe del
cartel de Medellín. Se basa en prolongadas entrevistas con las víctimas de los secuestros y con
aquellos que participaron en las interminables negociaciones que condujeron a su liberación. Los
personajes principales son periodistas y políticos muy bien conectados, personas provenientes de los
ámbitos social y profesional en que se mueven Mercedes y García Márquez.
La política y el periodismo han ocupado la mayor parte del tiempo de García Márquez desde
comienzos de este año, cuando se convirtió en el accionista mayoritario del semanario de noticias
Cambio. Compró Cambio con el dinero del premio Nobel, el cual permaneció depositado en un
banco suizo durante 16 años. "Le juro que es verdad; que me olvidé de esa plata", afirma. Dice que
fue Mercedes quien le "recordó" que estaba allí. Cambio los ha retenido en Bogotá en una época en
que normalmente estarían en Europa o en México. García Márquez asistió a los comités
editoriales, asignó historias y escribió artículos que enriquecieron la portada. La circulación de la
revista se disparó de 14.000 a 50.000 ejemplares. "Aquí en Colombia la gente se interesa por todo
cuanto Gabo tiene que decir", dice Pilar Calderón, editora ejecutiva de Cambio. Gabo es el nombre
con que se conoce a García Márquez en todo el mundo de habla hispana. También le dicen 'el
maestro' o, en Colombia, 'nuestro Nobel'. Uno de sus amigos me hizo observar que en muchos
sentidos García Márquez es "el único Nobel", lo cual me impactó porque es fundamentalmente cierto,
por lo menos aquí en América Latina. Otro amigo, Enrique Santos Calderón, editor en jefe de El
Tiempo, el principal diario de Colombia, dice que el Premio Nobel constituyó un reconocimiento de
la cultura colombiana. "En un país que se ha ido a la mierda, Gabo es un símbolo de orgullo
nacional".
La omnipresente reverencia que se siente hacia García Márquez hizo acrecentar los rumores que
comenzaron a circular este verano acerca de una misteriosa enfermedad que lo había afectado.
Fue hospitalizado durante una semana a mediados de junio y después se atrincheró en su
apartamento de Bogotá. Se decía que estaba en tratamiento para el agotamiento, para una crisis
nerviosa o contra la leucemia. Hace siete años le retiraron un tumor canceroso de un pulmón y los
rumores acerca de su estado de salud se hicieron cada vez más intensos. El 9 de julio alguien que
dijo representar a una agencia noticiosa envió por Internet un flash informativo falso anunciando la
muerte de Gabo en Ciudad de México la tarde anterior.
El dice que comenzó a sentirse mal durante la primavera pasada y que se fue poniendo tan débil
que llegó a un estado de colapso. Se hospitalizó y cuando se determinó qué le ocurría (tenía
cáncer linfático pero el hecho no fue reconocido públicamente durante meses) recibió tratamiento
y comenzó a sentirse más fuerte. Una mañana, poco después de su regreso del hospital, caminé con
él por el parque que queda al pie de su apartamento. Estaba vestido con un suéter de lana azul
marino, pantalones de sudadera azules y zapatillas tenis. Nos seguían de cerca una enfermera
vestida de blanco y Don Chepe, que es el guardaespaldas de García Márquez a la vez que su chofer.
Luego de que caminamos por unos minutos tres jóvenes que montaban en bicicleta por un camino
que bordea el parque lo reconocieron y lo llamaron emocionados: "Maestro, ¿cómo está?". El
estaba concentrado en su caminata pero los saludó con un gesto de la mano y siguió su camino. Me
di cuenta que los tres muchachos se habían apeado de sus bicicletas y miraban con preocupación
mientras García Márquez avanzaba con paso decidido. Les hice una seña de pulgares levantados y
una sonrisa para indicarles que todo iba bien y ellos sonrieron agradecidos.
Pocos días después un amigo me llevó a la casa de un famoso historiador de izquierda que tiene
estrechos vínculos con los jefes de la organización guerrillera colombiana más antigua, más
grande y poderosa: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc. Al saber que había
estado hacía poco con García Márquez nuestro anfitrión nos preguntó: "¿Cómo está él?". Su
expresión era seria y atenta. Cuando le dije que García Márquez podía caminar bien y estaba
perfectamente lúcido, aunque había perdido mucho peso, su boca se tensionó. "Dicen que tiene
cáncer, dijo suavemente. Esperaba que no fuera cierto. En los terribles momentos por los cuales el
país pasa ahora no soportaría el peso de semejante noticia".
Hace unos cuantos años García Márquez equiparaba las aflicciones de Colombia con un "holocausto
bíblico". El país ha estado sumido por más de medio siglo en una compleja guerra civil y la mayoría
de las víctimas de la violencia han sido civiles. Los matan los soldados en los retenes de los caminos,
los toman como rehenes y los torturan los escuadrones paramilitares de la muerte, vuelan en
pedazos con las minas terrestres, son baleados por los narcos sólo por encontrarse en el lugar y
el momento equivocados, los masacran por supuestas simpatías hacia un bando o el otro. El pasado
otoño Human Rights Watch publicó un escalofriante recuento de la vida en Colombia, que concluía
así: "Las violaciones del derecho internacional humanitario _las leyes de la guerra_ dejan de ser
meros conceptos abstractos en Colombia para convertirse en la horrenda sustancia de la vida
cotidiana... Unas veces hombres armados eligen cuidadosamente sus víctimas tomando sus
nombres de listas; otras simplemente matan a todos cuantos se encuentren a mano para difundir el
terror. Entre los rasgos más notorios de la guerra colombiana existe realmente una predisposición a
cometer voluntariamente atrocidades".
García Márquez inició su vida de escritor durante los primeros años de otro conflicto sangriento
conocido como 'La Violencia', el cual llegó a su clímax el 9 de abril de 1948 cuando el político
populista Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado en Bogotá, en la calle, enfrente de su oficina. Entre
200.000 y 300.000 personas _en su mayor parte campesinos_ fueron asesinadas durante 'La
Violencia', que duró aproximadamente hasta los años 60. Las Farc surgieron de un grupo local de
corte bolchevique que apareció en el campo durante este período. La otra organización guerrillera
grande, el Ejército de Liberación Nacional, o ELN, entró en la refriega con respaldo cubano y la
inspiración del Che Guevara. Para comienzos de los años 80, cuando los carteles de Cali y Medellín
se habían vuelto poderosos y verdaderos ejércitos de paramilitares estaban en guerra contra
traficantes y guerrilleros, existían tantas fuentes de violencia que una víctima podía estar totalmente
confundida acerca de la identidad de su agresor. Al comienzo de Crónica de un secuestro Maruja
Pachón, que acababa de ser capturada por hombres armados cuando se dirigía en automóvil de
la oficina a la casa, intenta adivinar la identidad de sus captores:
Maruja trató de ver bien a los secuestradores, pero la luz era muy escasa. Se atrevió a preguntarles:
"¿Quiénes son ustedes?". El del radioteléfono le contestó con la voz reposada:
_Somos del M-19.
Una tontería, porque el M-19 estaba ya en la legalidad y haciendo campaña para formar parte de la
Asamblea Constituyente.
_En serio _dijo Maruja_. ¿Son del narcotráfico o de la guerrilla?
_De la guerrilla _dijo el hombre de adelante_.
El secuestrador mentía, por supuesto. Era uno de los hombres de Pablo Escobar, y el secuestro
de Maruja estaba planeado para presionar al gobierno a que llegara a un acuerdo con los jefes de los
carteles de la droga, comprometiendose a no extraditarlos a Estados Unidos, donde recibirían penas
mucho mayores de las que tendrían en su propio país.
La frontera entre las actividades de los narcos y las guerrillas se hizo aún más tenue luego de las
muerte de Pablos Escobar y de la desintegración de los grandes carteles a mediados de los 90. El
negocio de la droga está repartido actualmente entre un gran número de minimafias, los paramilitares y
las propias guerrillas. Las Farc, la organización guerrillera más acaudalada de América Latina,
controla un área donde se produce buena parte de la cocaína que consume el mundo. Se cree que
dispone de 15.000 combatientes armados, en tanto que el ELN cuenta con 5.000. Ambos grupos le
pagan salarios a sus miembros y se financian con numerosas actividades criminales que incluyen el
cobro de impuestos sobre la producción de heroína y cocaína, el secuestro para el cobro de
rescate y la extorsión de dineros de las petroleras norteamericanas y europeas a cambio de la
protección de sus operaciones de extracción y sus oleoductos.
Al producir Colombia el 80 por ciento de la cocaína consumida en Estados Unidos, así como buena
parte de la heroína, la 'narcoguerrilla' se ha convertido en un elemento significativo de la política
antidrogas norteamericana. El Ejército de Colombia dice que requiere ayuda para combatir a la
guerrilla y que la derrota de la misma acabaría con el tráfico de estupefacientes. La ayuda
norteamericana fue suspendida en 1996 y 1997 porque Ernesto Samper, en ese entonces
presidente, fue acusado de haber aceptado seis millones de dólares en dineros provenientes
del tráfico de droga para financiar su campaña electoral. Pero un nuevo presidente, Andrés Pastrana,
asumió el cargo el año pasado y Estados Unidos está convencido de que él podrá lograr lo que sus
antecesores no pudieron hacer. Pastrana inició conversaciones con la guerrilla y le permitió ocupar
una extensa zona neutral a la cual no tiene acceso el Ejército. Obtuvo un gran paquete de ayuda.
El otoño pasado el Congreso de Estados Unidos le asignó 289 millones de dólares a la Policía y al
Ejército colombianos, convirtiendo a Colombia en el tercer receptor mundial de ayuda militar
norteamericana después de Israel y Egipto.
García Márquez, que frecuentemente se ha referido a sí mismo como "el último optimista de
Colombia", ha estado estrechamente involucrado en las negociaciones de paz. Presentó a
Pastrana y a Fidel Castro, quien podría facilitar las conversaciones con la guerrilla. También
contribuyó a restaurar las buenas relaciones entre Washington y Bogotá. "Yo no diría que fue Gabo
quien organizó todo esto, dijo hace poco Bill Richardson, secretario de Energía, pero sí fue un
catalizador". García Márquez fue invitado varias veces por los Clinton a la Casa Blanca y sus amigos
dicen que no solamente llevaba en mente el objetivo inmediato de obtener un acuerdo negociado
entre la guerrilla y el gobierno colombiano, sino también el de lograr una mejoría en las
relaciones entre Estados Unidos y Cuba."Estados Unidos necesita la participación de Cuba en las
conversaciones de paz colombianas porque el gobierno cubano tiene los mejores contactos con la
guerrilla, me explicó Gabo. Por otra parte, Cuba está perfectamente ubicada a sólo dos horas en
avión, de modo que Pastrana puede desplazarse allí en cualquier momento, llevar a cabo todas las
reuniones necesarias y devolverse sin que nadie se entere. Estados Unidos quiere que eso ocurra".
Luego sonrió en una forma que indicaba que _como siempre_ sabía mucho más de lo que me
estaba contando.

Hasta comienzos de este verano García Márquez estaba lleno de optimismo acerca de las
negociaciones que Pastrana había iniciado. Pero entonces cayó enfermo y en julio las Farc lanzaron
una ofensiva militar desde la zona de despeje que Pastrana les había otorgado. La ofensiva incluyó un
ataque contra unidades del Ejército localizadas en las afueras de Bogotá y las conversaciones
de paz, que ya habían sido pospuestas, se veían poco probables. A los pocos días el Ministro de
Defensa de Pastrana anunció que Estados Unidos estaba entrenando y apertrechando un batallón
antinarcóticos de soldados colombianos. Acto seguido él y el jefe de las Fuerzas Militares viajaron a
Washington para solicitar 500 millones de dólares adicionales de ayuda. Barry McCaffrey, director de
la Oficina Nacional de Políticas para el Control de la Droga, quien afirma que la producción de
coca en Colombia se ha duplicado en los pasados cuatro años y que la guerrilla es responsable de
ello, urgió al Congreso a que apropiara 1.000 millones de dólares para equipos y asesores
militares. "Se trata de una situación de emergencia, dijo. Hay 25.000 personas allá afuera
armadas de ametralladoras, morteros, rockets y minas terrestres",
García Márquez tuvo que cancelar una de nuestras reuniones en Bogotá porque Pastrana y Felipe
González, el ex primer ministro español, lo iban a visitar. Las cosas entre el gobierno y la
guerrilla se encontraban aún en un callejón sin salida, pero se estaban realizando intentos para
organizar un consejo regional de países que pudieran servir como garantes en futuras negociaciones.
"Me encantaría volver a ver a Clinton de nuevo ahora, pero no es posible en esta situación", dijo
García Márquez. No mencionó si se estaba refiriendo a los cambios en el panorama político o a su
estado de salud, o a ambas cosas. Pero lo que más parecía preocuparle era la actitud belicista que
Washington estaba tomando. "Todo ha cambiado desde Kosovo, dijo. La situación en el mundo ha
cambiado totalmente. Con Kosovo Clinton ha encontrado el legado político que quiere dejar tras
de sí: el modelo imperial norteamericano".
Otros críticos de las nuevas políticas de la administración Clinton estaban efectuando analogías con
Vietnam y advirtiendo de los peligros de la intervención militar en un país que es tan complejo desde
el punto de vista geográfico como desde el político. Una porción considerable de las casi 440.000
millas cuadradas que tiene Colombia es prácticamente inaccesible. Tres ramas de la cordillera de
los Andes la atraviesan dividiéndola y hay enormes extensiones de bosques y llanuras que no
tienen carreteras. Algunas partes del país están bajo el control de brutales unidades de
paramilitares, que en muchos casos operan en colusión con el Ejército, el cual ha sido acusado de
burdas violaciones a los derechos humanos. A mediados de julio el Ejército, que hasta hace poco se
había mostrado notablemente ineficiente, mató a 200 guerrilleros tendiéndoles una emboscada aérea
con la ayuda de inteligencia satelital de Estados Unidos. Las primeras bajas norteamericanas
conocidas en el conflicto contra la narcoguerrilla ocurrieron el 23 de julio cuando un avión de
reconocimiento norteamericano se estrelló contra una montaña en una importante región productora
de droga del sur de Colombia. Cinco soldados norteamericanos y dos oficiales de la Fuerza Aérea
Colombiana murieron.
En 1993 García Márquez escribió que la "guerra antidrogas de Washington no era más que un
mero instrumento de intervención adicional en América Latina" y criticó duramente a los diseñadores
de la política norteamericana por haber "empobrecido la lengua castellana con la invención del
término narcoguerrilla". Le brindó a Estados Unidos, dijo, el argumento con el cual han "demostrado
que los traficantes de droga y la guerrilla son una misma cosa, y por consiguiente les da la opción de
mandar tropas a Colombia so pretexto de combatir a unos y encarcelar a otros". Este punto de vista
no es raro en Colombia, en donde la intromisión de los gringos se teme y se mira con profundo
disgusto. De hecho, el siglo XX comenzó con una intervención de Estados Unidos que condujo a la
pérdida del istmo de Panamá, que por ese entonces era una provincia colombiana. Y no hace más
de 10 años que Estados Unidos invadió Panamá para lograr de facto la extradición de su jefe de
Estado, el general Manuel Antonio Noriega. García Márquez se ha opuesto consistentemente a
la extradición de nacionales colombianos como Pablo Escobar a Estados Unidos y ha abogado por las
negociaciones tanto con los narcotraficantes como con la guerrilla porque las considera como el
único medio realista de terminar, o por lo menos reducir, la violencia en Colombia. "Nadie ha tomado en
cuenta, escribió en 1990, en qué medida la situación social y política de nuestra grande y postrada
Colombia, con sus siglos de feudalismo rural, sus 30 años de conflicto guerrillero insoluto y su larga
historia de gobiernos que han fallado en representar las aspiraciones del pueblo, ha engendrado a los
narcotraficantes y todo cuanto representan".
Las ideas de García Márquez tienen un peso enorme en América Latina. Su prestigio es tal que goza
tanto de la confianza de los gobernantes como de los insurgentes. Ha participado en negociaciones
destinadas a terminar con la guerra civil en El Salvador y Nicaragua. Con frecuencia ha ayudado a
obtener la liberación de rehenes capturados por diferentes facciones. "A Gabo le encanta conspirar,
dice su amiga María Elvira Samper, hacer las cosas clandestinamente. Le gusta la diplomacia y no la
política. El mismo dice que es un 'gran conspirador". Pero lo cierto es que ha sido bastante criticado
por disfrutar demasiado ejerciendo ese papel y por haber sucumbido al encanto de los hombres del
poder. Los amigos, que reconocen que hay algo de cierto en esas críticas, le atribuyen la
fascinación de Gabo por Castro y Clinton a la emoción que él siente por haberse elevado tanto
socialmente desde sus humildes raíces. "Recuerde, me dijo una dama bogotana con evidentes
muestras de afecto por el escritor, Gabo salió de un 'pueblucho de mierda' de la Costa y fácilmente
hubiera podido terminar como esos muchachos que venden gafas de sol en la playa". No pienso
que la intención del comentario fuese mala, pero sí es el tipo de observación condescendiente que
los bogotanos siempre han hecho en relación con la gente de la Costa Caribe.
El lugar donde transcurrió la infancia de García Márquez tiene mayor afinidad natural y geográfica con
las Antillas que con el altiplano austero y frío que rodea a Bogotá. Hace unos cuantos años contrató
al arquitecto colombiano Rogelio Salmona para que le construyera una casa en Cartagena, una
hermosa ciudad costera que data del siglo XVI y que aún se halla rodeada por murallas de piedra.
'La casa del escritor', pues así es conocida la residencia de García Márquez, está configurada
geométricamente por cuadrados y rectángulos rodeados por un alto muro de color canela. Durante el
día un único pájaro, una papayera, salta de una esquina a otra de una jaula que cuelga del antiguo
farol que adorna la entrada de la casa. De 7 de la mañana a 7 de la noche la papayera es
custodiada por policías que montan guardia con fusiles. Están allí para proteger a la papayera de las
marías mulatas, que son una especie de cuervos muy agresivos. Se me aseguró que si el pájaro era
dejado solo no bastaría con la protección de la jaula.
Los policías se refugian del creciente calor del día a la sombra de un edificio cercano, el Hotel Santa
Clara. Dicho edificio fue construido en 1617 como convento pero ahora es un hotel exclusivo de la
cadena francesa Sofitel. El convento figura de manera destacada en el libro Del amor y otros
demonios, una novela publicada en 1994 por García Márquez. En su prefacio él explica que en 1949,
cuando era joven reportero en Cartagena, lo comisionaron para cubrir la historia de la desocupación de
las criptas del convento. "El gradual derrumbe del techo de la capilla la había dejado expuesta a
los elementos, escribió, pero tres generaciones de obispos y abadesas y otros eminentes
personajes aún están enterrados aquí". En un nicho situado en el altar mayor los obreros
encontraron el cráneo de una joven que ostentaba "una cabellera viva de 21 metros de largo y con el
intenso color del cobre". El capataz de la construcción le explicó que eso no era inusual en un cráneo
de 200 años, pero García Márquez "no pensó que el asunto fuera tan trivial, porque cuando yo era
niño mi abuela me contó la leyenda de una pequeña marquesa cuya larga cabellera semejaba un
velo de novia y que había fallecido del mal de rabia como consecuencia de la mordedura de un perro
y que era venerada en las ciudades del Caribe por los numerosos milagros que había realizado. La
idea de que podría tratarse de su tumba constituyó mi noticia del día".

En la novela, que tiene como escenario la Cartagena del siglo XVIII, cuando la ciudad era uno de los
centros del comercio colonial de esclavos y la sede principal de la Inquisición, la niña es enviada al
convento para que la exorcicen luego de que han abusado de ella y la han medio enloquecido médicos
ineptos que erróneamente sospechan que padece rabia. Su exorcista, un erudito sacerdote, se
enamora de ella y es condenado por herejía. El obispo decide encargarse del exorcismo y ella
muere bajo la tortura que él le administra. Los personajes más llamativos del libro, aparte de la
niña y de su atormentado amante, son un desterrado médico judío que posee una enorme biblioteca
de libros prohibidos; dos mujeres que han sido encarceladas por locura pero que viajan
misteriosamente y en ocasiones de manera invisible y un cura que vive entre los pobres y tiene una
visión humanista de la situación de la pobre muchacha martirizada. La niña ha sido repudiada por su
melancólico padre, el Marqués, y por su madre, una mestiza proclive a las drogas y al sexo. El
repudio ocurre luego de que es criada por sirvientes mulatos y negros. Es la cultura de éstos,
trasplantada de Africa, la que es demonizada y exorcizada por la Iglesia.
En la actualidad las paredes de piedra del antiguo convento constituyen una elegante fachada
para el hotel en cuyo lobby hay tiendas que exhiben en lugar prominente las obras de García
Márquez. Por su parte el vecindario no ha cambiado mayormente en los 50 años que han transcurrido
desde que García Márquez era columnista de El Universal, el periódico local. Las estrechas calles
están empedradas y rodeadas de casas rojas, azules y amarillas con techumbre de hojalata. La
ropa se seca colgada de balcones de madera tallada, los niños juegan en las calles y las gentes
vestidas con senc