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Este jueves se inauguró el Transmicable de Ciudad Bolívar, que se extiende por 3,3 kilómetros y 4 estaciones. | Foto: Mauricio Flórez Olarte / SEMANA

BOGOTÁ

El Transmicable voló en Ciudad Bolívar por encima de las disputas entre Peñalosa y Petro

En el día de su puesta en marcha, la obra quedó opacada por las polémicas entre petristas y peñalosistas. A la gente de Ciudad Bolívar, sin embargo, eso parecía importarles poco, y esperaban ansiosos por estrenar el nuevo sistema de transporte.

30 de diciembre de 2018

En las puertas de su último año de mandato, el alcalde Enrique Peñalosa tenía la oportunidad de mostrarse con el traje de ejecutor de obras que lo apalancó para ganar la alcaldía de Bogotá, y que hasta ahora no ha dejado ver. El escenario era la estación El Tunal, donde comienza el recorrido del nuevo Transmicable de Ciudad Bolívar. La obra ideal para exhibir, pues constituye todo un nuevo medio de transporte para la ciudad, es atractivo con sus cabinas que se deslizan por el aire, y por su ubicación, en la localidad que históricamente ha sufrido las carencias sociales más profundas.

El equipo de gobierno empezó a llegar muy temprano, sobre las siete de la mañana del pasado jueves. Por la estación de baldosas nuevas y relucientes caminaban Juan Pablo Bocarejo, el secretario de Movilidad, Yaneth Mantilla, la directora del IDU, el instituto que ejecutó la obra, y María Consuelo Araújo, la gerente de TransMilenio, la entidad a cargo de la operación del sistema que, a partir del sábado, empieza a funcionar formalmente. Todos muy sonrientes. A la Conchi se le vio emocionada repartiendo abrazos entre sus funcionarios.

La obra constituye todo un nuevo medio de transporte para la ciudad en la localidad que históricamente ha sufrido las carencias sociales más profundas.

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Peñalosa llegó puntual, como estaba citado, sobre las ocho de la mañana, en medio de un tumulto de periodistas que se le abalanzaron. "Ciudad Bolívar todavía tiene una connotación de pobreza, pero a futuro la tendrá de espectáculo, de colores", dijo el mandatario, que comparó la transformación que espera de la localidad del sur de Bogotá con la que vivió un barrio periférico de París que alguna vez fue marginal, y hoy es un atractivo turístico, según explicó.

El alcalde se paró orgulloso frente a las cámaras y con las cabinas de Transmicable detrás, que no paraban de despegar hacia lo alto de las lomas del suroriente de la ciudad. Con Mantilla a la diestra y la Conchi a la siniestra, Peñalosa no se cansó de felicitar a su "superequipo", como las denominó. "Nuestras estrellas", les dijo a las funcionarias. Al frente de las cámaras también invitó a los concejales Rubén Torrado, del Partido de la U, y al liberal Álvaro Acevedo. "Ellos representan a los concejales que nos han apoyado para tener los recursos", dijo el alcalde, en la víspera del año electoral,en el que se elegirán nuevos cabildantes. Y también mandó un varillazo para los que no le han dado un solo voto, los que han "obstaculizado" todas sus propuestas.

Peñalosa junto Juan Pablo Bocarejo, Yaneth Mantilla y María Consuelo Araújo. Foto: Mauricio Flórez / SEMANA

Peñalosa dio una conferencia en la que habló de lo interesante que le parecen los barrios de la localidad, que en contraste con los que sí han sido planificados por arquitectos y urbanistas, cree que tienen "más carácter", con "sus terrazas y su color". También pintó el desarrollo que se imagina que la obra, junto al parque lineal que se construirá alrededor del río Tunjuelo, traerá para la zona. "Tendrá flores, pastelerías y restaurantes románticos", dijo, cuando contó que un grupo de austriacos estuvo capacitando a pobladores del sector, durante las obras, en pastelería europea. Para el alcalde, el Transmicable "tiene un poder simbólico. Es traer la modernidad a los sectores populares".

Entonces comenzó el momento de mostrar la joya. La larga comitiva de funcionarios de la alcaldía y de periodistas fue abordando las cabinas rojas, brillantes. Cada una con cupo para 10 personas, con espacio para meter una bicicleta, con una cámara de seguridad y una grabación que se repetía, en la que la voz de la Conchi daba la bienvenida al Transmicable. Las cabinas empezaban a tomar altura por ese cable que se extiende por 3,34 kilómetros, y abajo, en el fondo, iba quedando Ciudad Bolívar.

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Entonces se veían las casas de ladrillo, algunas pintadas con colores sobresalientes, verdes y amarillos, y las terrazas con cuerdas repletas de ropa colgada. A esa hora, sobre las ocho de la mañana, el camión de la basura todavía no había pasado por varias de esas calles, que concentraban en sus esquinas decenas de bolsas de desperdicios ya regados en el suelo, seguramente rasgadas por los perros callejeros que abundan en el sector. También se volvían más visibles esos cerros, áridos, amarillentos, pelados por la explotación minera de recebo, tan distintos a los de la postal de los cerros verdes del norte de la ciudad.

El tramo hasta la segunda estación, la Juan Pablo II, es el más largo. Después de esa parada y desde lo alto, ya se percibe una Ciudad Bolívar más profunda, emplazada sobre las laderas. Empiezan a aparecer las callejuelas de tierra, destapadas, y algunas vacas que pastan en los potreros de un área que se mezcla entra la ruralidad y lo urbano. También se ven viviendas más precarias, construidas con palos y tejas de zinc.

Foto: Mauricio Flórez / SEMANA

Las cabinas se mueven con estabilidad por el cable, y ni siquiera los vientos que ganan fuerza con la altura logran perturbar el viaje. Después de la tercera estación, Manitas, la panorámica de la ciudad es completa. Bogotá se ve, a lo lejos, gris y extensa. La carretera al Paraíso, la principal que recorre todos estos barrios, está destapada y estrecha. Entonces se acabó el recorrido en el Mirador del Paraíso, tras 13 minutos de viaje que, antes del Transmicable, por esa vía estrecha y destapada, podía tomar más de una hora.

Arriba, una multitud esperaba al alcalde y a su grupo. Había comparsa, grupo de baile de adultos mayores y banda marcial. También varios vecinos curiosos que esperaban poder estrenar las cabinas. Allí, Leidy García explicó las vicisitudes del transporte en la zona. Su esposo, José Mauricio Lesmes, que se desempeña como vigilante en Chía, sale de su casa antes de las 4 de la mañana para llegar al trabajo a las 6 de la mañana. Su turno va hasta las 6 de la tarde, cuando vuelve al barrio, tras otras dos horas largas de recorrido. Es decir, pasa 5 horas en un bus, trabaja 12 más y está en su casa alrededor de 7 horas, en las que apenas alcanza a dormir.

Leidy García junto a su hijo y su primo Maximiliano Vásquez, habitantes de Ciudad Bolívar. Foto: Mauricio Flórez

A Lesmes, sin embargo, el cable no le cambiará la rutina, pues no le sirve de nada ir hasta El Tunal porque, como muchos de los habitantes de la zona, tiene que viajar hacia el norte, donde están los sitios de trabajo, y para eso es más práctico tomar alguna de las 4 rutas del SITP que llegan hasta allí. Maximiliano Vásquez, primo de Leidy, explicó que en un día sin tráfico, hacer por carretera el recorrido del Transmicable toma 40 minutos, y si hay trancones, lo cual es recurrente en un vía que solo tiene un carril en cada sentido, puede tomar 1 hora y 20 minutos. El viaje se padece más porque los buses suelen ir llenos, a veces los bloquean otros usuarios en la vía para obligar a que los recojan, y hay inseguridad, especialmente cosquilleo. Cuando algún carro se vara o hay un accidente, la estrecha carretera colapsa y a los pasajeros no les queda de otra que bajarse y caminar.

Arriba, en El Paraíso, los funcionarios de Peñalosa, parados sobre una tarima, empezaron a exponer la obra a la comunidad. En medio de la multitud que los escuchaba estaba Alexis Delgadillo, un vecino de El Tunal que se reconoce como militante del Progresismo, y que alzaba una pancarta que decía "Gracias Petro". Al lado, uno de sus compañeros ondeaba una bandera de la Colombia Humana. Cuando Peñalosa tomó la palabra, Delgadillo y un grupo de 15 empezaron a gritar: "Petro, Petro, Petro". Al tiempo, cuestionaban al alcalde por el Transmicable que en la alcaldía anterior se pensó hacer en San Cristóbal, y que esta administración descartó. Decían que, si Petro no hubiera dejado lista la licitación de este proyecto en Ciudad Bolívar, Peñalosa lo habría echado para atrás.

Las pancartas a favor de Petro en medio de la inauguración de Transmicable. Foto: Mauricio Flórez

El alcalde no ignoró los gritos. "Es cierto, como los que están gritando lo señalan, que recibimos el contrato de Transmicable, pero eso no significaba que lo fueran a hacer bien". Es decir, el alcalde concedió el crédito de la contratación de la obra a su antecesor, y se llevó el de la ejecución. Entonces habló de los ajustes que su administración le hizo al proyecto: cabinas más amplias, parques, un Supercade y mayor vigilancia en el sistema. Aseguró que recibió diseños que tuvieron que ser completados, y procesos como la compra de predios en un avance de apenas el 5 por ciento.

El alcalde, arriba en El Paraíso y en medio de la algarabía de sus detractores, terminó cediendo los créditos por la obra que había tomado abajo en El Tunal. "El Transmicable no es de una administración ni de otra. En 20 años nadie se acordará de Petro ni de Peñalosa, pero el Transmicable estará funcionando. Eso es lo importante", aseguró. A las 10:30 de la mañana, Peñalosa se volvió a montar en el Transmicable, de regreso a la estación El Tunal. Afuera del lugar, una fila de usuarios que ocupaba toda una cuadra ya aguardaba impaciente. Eran los que querían estrenar el sistema que este jueves operaba gratis. Lo que quedó claro es que, más allá de la polémica por los créditos del proyecto, los habitantes de Ciudad Bolívar estaban esperando su nuevo sistema de transporte.

Las primeras filas para montar en Transmicable. Foto: Mauricio Flórez