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Francisco Santos, embajador de Colombia en Estados Unidos | Foto: Archivo SEMANA

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La nueva anormalidad

Francisco Santos, embajador de Colombia en Estados Unidos, y su visión de lo que pasa en medio del covid-19. 

Francisco Santos
6 de abril de 2020

Algunos dicen que nada va a cambiar. Que vamos a volver a las mismas una vez pase la epidemia. No lo creo. Una minoría, generalmente con gran capacidad de repercusión, tratará de imponer su visión de más de lo mismo. Pero lo cierto es que el mundo ya no lo es. Para bien en algunos casos y no tanto en otros. Veamos.

Empecemos por lo más obvio. La educación. En la última década la mayoría de industrias se transformaron brutalmente por cuenta de la revolución digital. Una que no cambió y que sigue operando como hace 5 siglos es la educación. Se ha adaptado con clases virtuales pero no ha entendido que su modelo de negocio cambió. Y esta parálisis del mundo educativo tradicional mostró que la educación masiva totalmente virtual no solo es posible sino absolutamente  necesaria.

Finalmente llega el modelo democrático de la educación. Y en pocos años el mejor profesor del mundo podrá el educar al estudiante más pobre del planeta. La inversión en costosos edificios, en costosas gerencias y decanaturas, en inmensos gastos administrativos van a ser cosa del pasado. Cursos virtuales del mejor profesor por unos pocos dólares con miles de estudiantes, certificaciones por competencias otorgadas por el sector privado, títulos cada año de estudio, carreras de 1 o 2 años van a ser la norma. Y a precios de cientos de miles de pesos y no de millones.  

La pandemia aceleró lo que ya se venía gestando. La crisis de matrículas en las universidades en todo el mundo es irreversible. Un título hoy en día no garantiza nada. Más del 50 por ciento de los estudiantes no trabajan en la carrera que estudiaron. Y la distribución del conocimiento ya no es exclusividad de la Universidad. El mundo se va a educar en plataformas virtuales hechas a la medida del estudiante y de un mercado laboral cambiante. Y si, unos pocos pagarán millones de pesos para ir a los Andes o a Harvard a disfrutar del ambiente social porque en materia educativa no podrán competir con el mundo virtual que ya llego.

El periódico diario va a morir de manera acelerada. Es muy posible que solo unos pocos sobrevivan esta crisis. En Estados Unidos, que se preciaban de tener cientos de diarios, ya se habla de la supervivencia de solo tres: el New York Times, el Wall Street Journal y el Washington Post. La industria del papel periódico por ende morirá o se transformará y las escuelas de periodismo tienen sus días contados.

El negocio de la construcción y el desarrollo de ciudades cambiará totalmente. El teletrabajo masivo acabó con el negocio inmobiliario de oficinas y el e-commerce con la pandemia le dieron el puntillazo final al negocio del retail. Macys despidió 125 mil empleados que nunca volverán a su trabajo. Los centros comerciales ya son cosa del pasado y su desaparición solo se acelera.

El comercio global como se vivió en las últimas cuatro décadas también murió. Las cadenas logísticas hoy se va a acercar cada vez más a su mercado y Colombia a 4 días en barco de Miami, a 5 de New York y a 7 de California tiene la inmensa oportunidad de reindustrializarse. Colombia debe convertirse en un hub industrial y tecnológico que aproveche esta nueva coyuntura mundial. Farma, agroindustria (somos la última frontera agrícola de occidente), tecnología empezando por ensamble de aparatos tecnológicos y ensamble y producción que hoy se hace en China y busca destino (o resourcing como ya le dicen acá), son las inmensas oportunidades que hoy tiene nuestro país.

Y volvemos al principio. El desempleo masivo que genera este “aceleron” digital producto del Coronavirus requiere un rentrenamiento de la fuerza laboral que solo el mundo digital puede hacer. Es hora de repensar la educación pues quien primero lo haga y reeduque a sus ciudadanos y les de la oportunidad de estudiar toda la vida, otro de los cambios, va a ser líder mundial en lo que se proponga.

Otros hábitos van a cambiar. Volar nunca va a ser igual. El saludo amistoso, el abrazo acogedor o el beso inocente (que ya está en proceso de extinción) en muchos lugares del mundo van a desaparecer. La canasta energética, aunque va a tomar décadas, tiene un camino hoy mas renovable. Y la casa-oficina ahora hace parte de la experiencia laboral. En fin, esto apenas comienza. Bienvenidos al siglo XXI.