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Rabos de paja

Vargas Lleras y Martínez Neira son dos cartas políticas que mejor representan el ‘establishment’ criollo, o el eterno statu quo.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
23 de febrero de 2017

Cambio Radical no sólo es un partido que ha avalado, desde su fundación en 1998, verdaderos mafiosos de la política nacional. No sólo es coautor de la debacle administrativa en la que viven departamentos como La Guajira y Chocó y, sin duda, culpable de las miles de muertes de los niños wayú, también es el partido de Germán Vargas Lleras, uno de los más opcionados para llegar a la Casa de Nariño en el 2018, según algunas encuestas, y del fiscal general de la Nación, Néstor Humberto Martínez Neira, quien está en el ojo de la opinión pública por su cercanía, al parecer, con la cuestionada firma constructora Odebrecht.

Vargas Lleras y Martínez Neira son dos cartas políticas que mejor representan el ‘establishment’ colombiano, que en otras palabras no es más que la puesta en marcha del statu quo. Vargas Lleras sigue siendo el niñito light que se paseaba por los pasillos de la Casa de Nariño cuando su abuelo Carlos Lleras Restrepo era el presidente de la Nación, sigue alimentando con sus actos la vieja creencia de los abolengos, aquella que sale a flote con la pregunta “¿usted no sabe quién soy yo?” y que se pone de manifiesto cuando regaña en público a sus subalternos o los “cocotea” frente a las multitudes y las cámaras de televisión para dejar claro quién es quién.

Martínez Neira no tiene el buen humor de su padre, el fallecido comediante de Sábados Felices Humberto Martínez Salcedo, y desde cuando se hizo abogado ha defendido a los administradores del poder. Este ha sido, de alguna manera, su obsesión. Ha actuado como asesor jurídico de las empresas privadas, ha representado gremios, asociaciones y juntas directivas y, por supuesto, funcionarios de los gobiernos de turno. Mientras que Vargas Lleras es un gamín de barrio alto, Martínez Neira tiene todas las características del hombre que antepone, a cualquier circunstancia, la sentencia “el fin justifica los medios”. Le da lo mismo defender los intereses del cielo o el infierno porque lo importante es participar y ganar. Fue miembro de la junta directiva de El Tiempo, un diario que es propiedad Luis Carlos Sarmiento Angulo, fue superministro del gobierno Santos, fue asesor del concesionario Ruta del Sol. Según el senador Robledo, la firma de abogados que representaba Martínez Neira asesoró al consorcio Navelena S.A.S. y dio el visto bueno a un proyecto de navegabilidad del río Magdalena que presentó al Banco Agrario y que terminó con un desembolso de 120.000 millones de pesos a favor de Odebrecht.

Vargas Lleras está acostumbrado al poder y lo demuestra cada vez que puede. O más bien, cada vez que le da la gana. Es el escudero de Juan Manuel Santos, pero actúa como si fuera un miembro del Centro Democrático: siempre deja ver, y esto lo ha hecho en reiteradas ocasiones, que la paz del país le importa menos que un huevo. A él sólo le interesa ser presidente de esta Colombia desmemoriada, le interesa llegar a la Casa de Nariño aunque al final de su cuatrienio sólo quede el claro recuerdo de cómo no se debe gobernar un país.

No hay duda de que odia a las FARC desde la época en que una carta-bomba atribuida al grupo guerrillero por el entonces director del DAS, Jorge Noguera, casi lo deja sin una de sus manos y un carro bomba estalló en la carrera 9 con calle 71, en el centro financiero de Bogotá cuando pasaba su caravana. No hay duda de que Álvaro Uribe lo considera uno de los suyos aunque últimamente parezcan haberse distanciado. El poder los atrae como la miel a las moscas. Entre Cambio Radical, el partido de Vargas Lleras, y el Centro Democrático, del senador Uribe, no hay diferencias ideológicas: son sólo mafias con intereses comunes. Cambio Radical, que ni es cambio ni mucho menos radical, surgió de una disidencia del Partido Liberal en 1998 con el propósito de alejarse de “las viejas costumbres políticas que habían permitido la infiltración de los corruptos y del narcotráfico”. Hoy sabemos que lo que hicieron en realidad sus creadores fue profundizar la corrupción de la que buscaban alejarse. Cambio Radical es el partido político con más miembros investigados por vínculos con el paramilitarismo y por entregarle avales a toda la podredumbre mafiosa del país. El uribismo es, a su vez, el creador de la parapolítica, que, así mismo, les dio vida a los “falsos positivos” y a las demás porquerías que el país conoce, razones por las cuales muchos de sus miembros siguen en la lupa de la justicia.

El fiscal general, Néstor Humberto Martínez Neira, está, por supuesto, mucho más cerca de Uribe que de Santos. No ve con buenos ojos el proyecto de Justicia Especial para la Paz, que es, en el fondo, la piedra angular del proceso y que permitirá saber la verdad sobre las muertes de miles de colombianos y la participación de civiles y militares activos en la avanzada paramilitar que regó de sangre los campos y las ciudades del país.

Lo anterior quedó evidenciado en su salida en falso al afirmar ante las cámaras de los noticieros, sin prueba alguna, sin evidencia palpable, lo expuesto por el senador mafioso de Córdoba de que a la campaña de Santos entró un millón de dólares enviado por las directivas de Odebrecht.
No hay duda de que Martínez Neira, Vargas Lleras y el expresidente Uribe se la juegan por el mismo objetivo: demostrar que la JEP es un peligro para la democracia del país. Deberían, al menos, pasteurizar su mala leche para evitar la diarrea mental entre los colombianos.

Twitter: @joaquinroblesza
Email: robleszabala@gmail.com
*Docente universitario.

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