Crónicas de concierto
Mayhem en el Astor Plaza de Bogotá: estremeciendo a sus devotos, los íconos del black metal repasaron sus eras
Ante un teatro lleno que sonó fantástico, los noruegos desplegaron un brutal legado de cuatro décadas de música y shock rindiendo homenaje a sus integrantes caídos y ratificando su oscura, influyente e hipnótica huella.
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“Le rendimos culto a la muerte”, dijeron alguna vez los integrantes de Mayhem, en un clip que se pudo ver anoche, en su concierto de regreso a Bogotá. Sin duda eso han hecho por décadas, desde su arte y desde una ventana musicalmente extrema y transgresora, habitando la tensión de sobrellevar y alimentarse a la vez de un suicidio y un asesinato, dos pérdidas profundas engranadas en su historia.
Anoche, liderados por su bajista fundacional Necrobutcher y potenciados por sus enormes músicos, dos de los cuales ofrecen el teatro desde el maquillaje mismo, y dos más que desde guitarra y batería arrollan, lo que transmitieron como banda fue una potencia vital absoluta. Mayhem dejó una frecuencia espiritual oscura, satánica y religiosa, genial, llámenla como quieran. Físicamente, se sintió como una avalancha sensorial y removió las entrañas, entre la velocidad absoluta y también lo hipnótico. Nada mal para una noche de domingo.

El concierto había generado una enorme anticipación, y esta se manifestó más allá de las palabras. El Astor Plaza hizo sold out y además sonó a la altura de las circunstancias, dándole una agradecida y potente claridad al caos. No era para menos, tocaba una banda tan brutal como esencial para el black metal noruego y global, en su gira de celebración de 40 años de historia.
Lo que dejó la banda noruega fue eso, un viaje atmosférico, arrollador, y demencialmente memorable, a lo largo de décadas de historia, todas abordadas con importancia, sonando de puta madre. Y en esta participaron sus integrantes actuales (Attila Csihar, en la voz ritual; Necrobutcher en el bajo; Hellhammer en la batería demoledora y en las seis cuerdas, dos monstruos absolutos, Teloch & Ghul. Pero se sumaron invitados especiales de las fases iniciales de la banda, que llevaron a lo más altos el último tramo del concierto, repasando la música que ayudaron a crear y grabar, de Deathcrush.

Lo había mencionado Jorn Stubberud, alias Necrobutcher, bajista fundador de la agrupación, en la entrevista con SEMANA: este sería un concierto esencial e irrepetible. Y así se sintió,. Y entregaron todo y le rindieron tributo a integrantes como Dead (Per Yngve Ohlin, cantante, se quitó la vida) y Euronymous (Øystein Aarseth, quien murió a cuchillazos), especialmente al primero. La novela demente de esos turbulentos años noventa para la banda y para el género es parte de la banda, pero es una fortuna poder vivir tan de cerca la propuesta, el arte, y darse cuenta de que, con razón y de lejos, es la huella más relevante.

Desde mi casual perspectiva, el regresó a Bogotá la banda que dio el puntapié al fenómeno del black metal noruego, envuelta en el color de la muerte, el shock y la polémica, influyendo en millones alrededor del planeta, superó expectativas.
Vale mencionar que desde su primer EP Deathcrush (1986)y luego primer LP De Mysteriis Dom Sathanas (1993), se hicieron piedras angulares en un género que venía tomando forma (desde la música y los temas abordados por bandas como Venom del Reino Unido y Bathory de Suecia).
Como era de esperarse, de cada uno de estos dos trabajos tocaron cuatro canciones. Cuando abordaron la etapa de De Mysteriis, vistieron capas, y la atmósfera se hizo totalmente azul para sumergirnos en su helaje lunático. Y en el último envión, con los temas de Deathcrush, la atmósfera se hizo más iluminada, para dejar ver que Necrobutcher se había puesta la camiseta de la selección Colombia, y además que se sumaban Mannheim en la batería y Messiah en las voces (con una química absoluta). Esas canciones fundacionales sonaron genial y marcaron un cierre perfecto para este viaje en reversa, del presente a lo inicial.

Porque en el inicio, el concierto se centró en su material más reciente, desde el 2000 hasta nuestros días, dejando una sensación de potencia inagotable. Con este nivel, los clímax del pasado se hicieron aún más potentes al estallar en la parte final. Y todo sonó tan religiosamente macabro como debía. En ese sentido, se aplaude a los ingenieros que sacaron le mejor partido del sonido del teatro para dejar contentos a los presentes tras esta licuadora de profunda y catártica densidad.
Por otra parte, los cortes de video genialmente editados que presentó la banda, partiendo de gran material de archivo que tiene Necrobutcher, establecieron onda e identidad. Sumaron mucho al viaje en momentos clave, ilustrando la rebeldía detrás de esta música y puesta en escena, del culto a la muerte, de la poética rebelde hecha música extrema, que, afortunadamente, pasó una vez más no deja de patear el estamento y agitarnos el alma. Pocas veces se está tan vivo como cuando se acerca de la muerte.
Notas de concierto
*Si bien lo sabía, en el Astor Plaza ratifiqué que, en el contexto de un concierto de black metal, una camiseta gris oscura es tan clara como una blanca. Pero este mar de negro fue receptivo y abierto. El evento se vivió en medio de una muy intensa paz.

*De lo que vi de primera mano, la única persona que exigió intervención de la seguridad fue una mujer de pelo muy corto. Antes de que saliera la banda fue removida del lugar que ocupaba al frente de la tarima.
En su tiempo en el Astor, ella lanzó líquido a algunos otros asistentes, y a todos, en general, venía reclamándoles ser falsos. A esas quejas sumaba arengas a Mayhem (la única que las lanzaba a media hora del evento, se le reconoce) y cantos guturales que no le salían nada mal. Nada raro sería que tuviera una banda.
A su manera, desde antes del espectáculo, esa chica completó la experiencia: no hay Mayhem sin algo de locura desatada y espíritu contestatario.



