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Elson Zuluaga, Arquímedes Zuleta y David Blandón. | Foto: Cortesía

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Tragedia del Chapecoense: Tres héroes anónimos cuentan su historia un año después

Este 28 de noviembre se cumple un año del accidente que conmovió al mundo entero. Tres colombianos que participaron en las labores de rescate recuerdan cómo vivieron ese momento.

28 de noviembre de 2017

En la noche del 28 de noviembre de 2016, el equipo de fútbol brasileño Chapecoense viajó a Medellín a jugar el partido más importante de su historia. La final de la Copa Sudamericana contra el Atlético Nacional era el clímax de un sueño que pronto se convirtió en una pesadilla.

A las 11 de la noche el avión en el que iban 70 personas desapareció de los radares del aeropuerto José María Córdova de Rionegro. Minutos después, la noticia más temida se confirmaba. La aeronave se había estrellado contra Cerro Gordo, a tan solo minutos de aterrizar.

La tragedia le dio la vuelta al mundo. 71 muertos y 6 sobrevivientes fue el saldo de un fatídico vuelo, que tiempo después se supo falló por falta de combustible. El accidente puso a prueba la capacidad de reacción de los colombianos, específicamente de los antioqueños. Una prueba que superaron con creces.

La solidaridad del pueblo antioqueño durante esos días fue clave para que la tragedia no fuese aún peor. Durante esa noche fueron varias las personas que ayudaron de diferentes maneras y que con su granito de ayuda colaboraron a que hoy algunos tripulantes de ese avión puedan contar lo sucedido.

SEMANA le presenta tres testimonios de tres personas que esa fría noche de noviembres se vistieron de héroes.

“No se nos va a olvidar que ellos venían a una fiesta”: Arquímedes Zuleta, jefe de bomberos de La Unión, Antioquia


Arquímedes Zuleta, jefe de bomberos de La Unión, Antioquia. 

El 28 de noviembre de 2016, Arquímedes Zuleta estaba acostado en su cama cuando sonó el teléfono.  Al otro lado del auricular estaba una operaria del aeropuerto José Maria Córdova que alarmada le dijo algo que cambió su vida para siempre. “Alístese don Arquímedes que se desapareció una aeronave”, le dijo.

Al colgar, el jefe de bomberos de 52 años se quitó la pijama, se puso el uniforme y llamó a sus compañeros de la estación de bomberos de la Unión, un pequeño municipio al sur de Rionegro. Al convocar a sus compañeros les dijo que se alistaran, porque la noche iba a ser larga.

“Yo ya estaba acostado y me dispuse a ir a la estación. Allí salimos con 17 compañeros en dos vehículo, tres camillas y un botiquín. Es decir, salimos con todo lo que teníamos”, cuenta un año después Zuleta.

El jefe de bomberos llegó con premura a la estación y se encontró con sus compañeros. Rápidamente salieron hacia cerro Gordo mientras escuchaban en la radio las novedades. En el camino, aunque sabían que un avión se había caído, desconocían que el siniestro había ocurrido con el equipo del Chapecoense.

“Al llegar a la zona no sabíamos quienes eran las víctimas. Era muy de noche y no se veía casi nada, además de que la zona es de difícil acceso”, cuenta Arquímedes, que recuerda que lo primero que hicieron al llegar a la zona del desastre fue gritar.

“Somos socorristas del cuerpo de bomberos de la Unión. Grite y haga señales para poder ayudarlo”.

Pequeñas luces con celulares empezaron a alumbrar. Arquímedes recuerda que a las primeras personas que vio fue a Ximena Suárez y Erwin Tumiri, miembros de la tripulación del vuelo 2933 de Lamia, que venía desde Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. Para ese entonces, Arquímedes y sus compañeros todavía desconocían frente a quienes estaban en frente, solo hasta que las asistentes de vuelo les dijeron que ese era el vuelo del Chapecoense brasileño.

"Había cuerpos regados por toda la zona. Es una imagen que es muy difícil de olvidar, ¿sabe?"

“Había cuerpos regados por toda la zona. Es una imagen que es muy difícil de olvidar, ¿sabe? Pero lo gratificantes de todo es que a pesar de la tragedia pudimos rescatar a algunas personas, porque para eso es que uno trabaja”, cuenta Arquímedes, que previo al accidente, la mayor tragedia que había tenido que socorrer fue la de un choque de un bus con una escalera.

“Ingresamos a las 11:00 de la noche a la zona del siniestro y salimos a las 5:30 sin hacer ningún tipo de relevo. Trabajamos incansablemente con lo poquito que teníamos, porque déjeme decirle que nuestro cuerpo de bomberos se mantiene con poquitos recursos”, cuenta con cierta tristeza.

Pero más allá de las dificultades, un año después de la tragedia Arquímedes mira para atrás con orgullo. “La vida nos cambia, ahora nos capacitamos más y tenemos la credibilidad y el reconocimiento no solo de la gente del municipio sino de todo el país”, dice. Sin embargo, quien ha liderado a los bomberos de La Unión en los últimos 17 años, cuenta que no hay día en el que no piense en lo que sucedió en esa noche del 28 de noviembre..

“No se nos va a olvidar que ellos venían a una fiesta”.

“La vida es un instante y hay que aprovecharla”: Elson Zuluaga, jefe de bomberos de Rionegro


El jefe de bomberos de Rionegro, Elson Zuluaga: El quinto de izquierda a derecha, en la fila de abajo.

Dos llamadas a altas horas de la noche interrumpieron la tranquilidad de Elson Zuluaga Martínez. Tras un largo día de trabajo, el jefe de bomberos de Rionegro se había metido en su cama cuando dos timbrazos de su teléfono lo sacaron rápidamente de las cobijas.

“Recibí primero una llamada de la guardia de bomberos en donde indicaban que se había perdido una aeronave. Luego, me llaman del aeropuerto a decirme lo mismo. Ahí supe que la cosa estaba grave”, cuenta Zuluaga un año después de la tragedia del Chapecoense.

Zuluaga llamó por teléfono a sus subalternos y los citó en la estación de bomberos de Rionegro. Allí, a pesar de que no tenían suficiente información sobre lo ocurrido, armaron una estrategia y emprendieron su camino. Esto, todavía sin saber en dónde exactamente había caído el avión.

“Mientras íbamos en los vehículos nos íbamos dando cuenta de la magnitud de la situación. Al llegar a La Ceja nos dicen que el accidente ocurrió exactamente en el cerro El Gordo y cogimos para allá”, cuenta Zuluaga.

“Incluso antes de saber quiénes eran actuamos como se debe en estos casos”.

Al llegar a las inmediaciones del cerro, Zuluaga cuenta que se encontraron con algunas patrullas de policía, los bomberos aeronáuticos y los colegas del municipio de La Unión. Allí, planearon una estrategia para socorrer a los posibles supervivientes cuando algunos gritos los detuvieron en seco.

“Escuchamos gritos de la misma comunidad avisando que los ayudaramos, que había gente viva y eso aceleró mucho más la busqueda”, cuenta, que en el momento de llegar al cerro no sabía quienes eran los pasajeros del avión. “Solo sabíamos que era un avión comercial. Era lo único”, dice.

Una vez llegaron al lugar del siniestro, al ver los cuerpos y hablar con algunos de los supervivientes se dieron cuenta de la magnitud de la situación. El avión que acababa de estrellarse contra el cerro era el del Chapecoense, el humilde equipo brasileño que viajó a jugar la final de la Copa Sudamericana contra Atlético Nacional. Esto, sin embargo, no los desconcentró ni a él ni a sus bomberos a cargo.

“Incluso antes de saber quiénes eran actuamos como se debe en estos casos”.

Sobre esa noche en el cerro, Zuluaga recuerda con tristeza a una azafata a la que no pudieron salvarle la vida. “Cuando la vimos con vida intentamos todo pero ya era demasiado tarde para ella”, cuenta. “Se me vino a la cabeza todo y entendí que la vida es un instante y hay que aprovecharla”.

Casi seis horas después del choque, a las 5:30 de la mañana, se encontraron con el último superviviente, el defensor Helio Neto. A pesar de que había pasado mucho tiempo desde el impacto, Zuluaga y sus hombres tenían todavía la esperanza de encontrar a alguien con vida. Por eso, para él la imagen del zaguero luchando por vivir le quedó grabada en la memoria.

“Al último futbolista lo sacamos con mucha dificultad y admiro mucho el coraje de esa persona. Esa lucha contra la muerte significa que mi Dios lo tiene para grandes cosas”, cuenta el jefe de bomberos de Rionegro.

Pero entre toda la tristeza y la desazón, Elson Zuluaga da gracias a Dios por haberle permitido trabajar esa noche y haber puesto su granito de arena. “Trabajé con personas profesionales, que a pesar de la adversidad, del hambre y del cansancio cumplieron con su deber”.

“Ahora soy reportero y rescatista”: David Blandón, periodista


David Blandón es estudiante de Comunicación Social y trabaja como periodista en el portal MiOriente.com, un medio de comunicación de Rionegro.

El molesto sonido de Whatsapp en el celular de David Blandón comenzó a sonar con insistencia en la noche del 28 de noviembre de 2016. David ya estaba en su casa tras una larga jornada de trabajo y estudio cuando el celular comenzó a vibrar de manera insistente.

El grupo de trabajo era el culpable de los más de 30 mensajes que tenía sin leer. Blandón trabaja como periodista en el medio MiOriente y sus compañeros estaban alertando que un avión se había desaparecido y que tocaba estar pendiente de cualquier novedad.

Y a los 15 minutos lo llamó su editor.

“Blandón, parece que hay un avión que se estrelló. Un carro pasa por usted en 15 minutos y salga para allá”, le dijo su editor.

La sorpresa de la noticia hizo que David no alcanzara a ir por las cámaras hasta la oficina de MiOriente.com, portal en el que lleva dos años trabajando. Agarró lo primero que tuvo a la mano, se llevó una Canon T5 que tenía en la casa, el celular y una chaqueta. Se montó en el carro y con tres compañeros se fueron para la zona del accidente.

Una vez llegaron a las inmediaciones de Cerro Gordo, David se encontró con una ambulancia y una patrulla de Policía que no quería permitirles el paso. Sin embargo, una vez allí, David recordó una frase que su jefe le había dicho minutos antes de salir a la zona del accidente: “David, alla está la foto suya. Pilas pues”.

El deber del reportero se antepuso al del ciudadano obediente y esquivó el retén. Tras subir una loma y caminar en medio de cultivos de fríjol, sin linterna y bajo la lluvia, David subió a la zona del accidente apenas guiado por las voces de los rescatistas que luchaban contra el lodo.  Al llegar a una pequeña loma, David vio los restos del fuselaje y comenzó a tomar fotos cuando una voz gruesa —pero conocida— lo increpó y le preguntó qué hacía allí.

—¿Quién es usted y qué hace acá?

—Comandante Zuluaga, soy David Blandón, periodista de MiOriente.

El jefe de bomberos de La Unión, que había llegado minutos antes a la zona del siniestro lo reconoció de inmediato. David empezó a tomar las últimas fotografías cuando escuchó que Zuluaga hablaba de más de 30 muertos. De inmediato y de manera instintiva, el reportero guardó su cámara y se vistió de rescatista. “¡qué hay qué hacer comandante!”, le dijo. De algún lado le entregaron unos guantes.

La primera misión de David esa noche fue el rescate de Jackson Follman, a quien encontraron en una situación crítica. En la pierna derecha dejaba ver una fractura de tibia y peroné, pero en la izquierda la herida estaba al descubierto. Según ese primer diagnóstico que hicieron quienes lo auxiliaron, el jugador además tenía una perforación de pulmón.

“Fue un camellaje muy difícil. Al encontrarlo le preguntamos cuánto medía y cuánto pesaba y ahí nos hicimos una idea de lo que se venía”, recuerda David.

El terreno en donde ocurrió el accidente era ya de por sí difícil, pero la fuerte lluvia que cayó esa noche lo hizo intransitable. “Era un pantano. Prácticamente nos tocó bajar sentados y arrastrados, para que no se nos fuera a caer”, cuenta David.

El reportero, junto con siete rescatistas, descendieron la montaña con dificultad. Mientras bajaban, Jackson se quejaba de que no respiraba. Hacía frío y su cuerpo desnudo, apenas cubierto por una cobija y un par de chaquetas, daba señales de cansancio. Sin embargo, a pesar del difícil descenso, David y los demás no dejaban de hablarle y de darle ánimos. “Necesitábamos que se quedará con nosotros”, recuerda David.

“La reflexión para mí esa noche es que uno debe vivir para servir”.

Unos 20 minutos duró la evacuación del jugador hasta el punto en el que esperaba una ambulancia. Al bajar a la zona de recepción, David se encontró con el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez y algunos jugadores de Atlético Nacional, que se habían movilizado a la zona de la tragedia.

David, sabiendo la magnitud de la tragedia, se devolvió. También alcanzó a ayudar a sacar a la azafata Ximena Suárez, otra de las sobrevivientes. Así hasta que fueron llegando los refuerzos.

Ha pasado un año desde aquella fría noche de noviembre y mucho ha cambiado la vida de David. Su participación en el rescate hizo que pasara de ser el entrevistador al entrevistado, pues salió en diferentes cadenas de televisión brasileña. Además, su historia se hizo conocida también dentro de la Universidad Católica de Oriente, que le regaló un semestre por su heroica labor.

“La reflexión para mí esa noche es que uno debe vivir para servir”, cuenta

Esa noche también despertó en David una vocación que hasta esa noche tenía un poco olvidada. En enero de este año, David comenzó su entrenamiento en la Defensa Civil del municipio de Carmen de Viboral y hoy pasado un año del accidente, el reportero es también un rescatista profesional.