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René Higuita trata de alcanzar al camerunés Roger Milla en el Mundial de Italia 90. | Foto: Archivo Semana

HISTORIA

Siete pecados de la selección para no repetir

Malos comportamientos, soberbia y la dirigencia hacen parte de una lista de problemas que la selección enfrentó en la Copa Mundo.

30 de mayo de 2014

I. La indisciplina



Futbolistas fugados de las concentraciones, irrespeto por los horarios, mujeres en las habitaciones, ruidosas parrandas a horas del partido, puñetazos entre compañeros, incontinencia verbal con los periodistas. La lista de los brotes de indisciplina en los Mundiales del 94 y del 98 es larga aunque no es exclusivo de esa generación.

En una entrevista Marcos Coll, el que metió el gol olímpico en Chile 62 dijo que lo peor de su época eran “las bebetas que nos metíamos hasta altas horas de la madrugada. De verdad que eran unas noches muy largas”.

Un comportamiento culpa de los futbolistas, pero también de un cuerpo técnico que puso límites, acolitó los malos comportamientos y perdió toda autoridad.

Aunque la selección modelo 2014 no padece este cáncer, son más profesionales, en los últimos años las juveniles han enfrentado su lote de jugadores problemáticos y futbolistas como Teófilo Gutiérrez, uno de los fijos de Pékerman, no es propiamente un santo.

II. La división interna


A la hora de celebrar los goles y frente a las cámaras los futbolistas de los noventa juraban ser una gran familia. Pero cuando los problemas aparecieron, la selección estalló. Según el médico Héctor Fabio Cruz, en una entrevista con El País de Cali, “en los mundiales del 94 y del 98 Colombia no avanzó a más rondas por varias razones, entre ellas que cada jugador tenía un interés particular. Cada uno, por su cuenta, negociaba su propio premio, dependiendo quién era, qué nombre tenía. Cada uno se creía figura”.

En declaraciones polémicas, el delantero Hamilton Ricard dijo hace poco que en 1998, “el principal problema es que no había unión, no existía esa camaradería que es fundamental. Cada cual andaba en sus grupos. Estaba el del ‘Pibe’ Valderrama, el de Faustino Asprilla, el de Freddy Rincón, y por eso se dio el fracaso”.

Lidiar con los egos, con las frustraciones, con la competencia entre jugadores, las rencillas regionalistas y las broncas personales es algo que pasa en cualquier equipo. El rol del técnico es manejar eso de manera diplomática y evitar que se vuelva un problema.

III. La mano negra



La violencia, el narcotráfico y la corrupción son algunos de lastres que más le han costado a Colombia. Desde los años ochenta los dineros calientes empaparon el fútbol local y las selecciones, compuestas por jugadores del campeonato nacional, se contaminaron de manera natural.

En USA 94 pasó de todo: amenazas a ‘Barrabás’ Gómez, apuestas, la fiesta del 5 a 0 gastada por Pastor Perafán, una comida de despedida del plantel con los Rodríguez Orejuela, capos que prometieron de bonificaciones a los jugadores, la cercanía del entonces presidente de la federación Juan José Bellini con el Cartel de Cali y lo peor, el desgarrador asesinato de Andrés Escobar.

Aunque hoy hay mafias que siguen siendo muy poderosas, la Colombia de los ochenta y noventa era más violenta, más extrema, más narcotizada que la de 2014. Con solo recordar que en la celebración del 5 a 0 murieron 82 personas, es claro que Colombia estaba enferma. Y ese ambiente infectó a toda la sociedad.

IV. Dirigentes manchados


Juan José Bellini fue presidente de la Federación entre 1992 y 1995. Ese año fue capturado y condenado por enriquecimiento ilícito y sus vínculos con el cartel de Cali.

Las triquiñuelas en la dirigencia futbolística van de Sepp Blatter, el presidente de la FIFA, para abajo. La administración del deporte rey no es ni la más transparente, ni la más serena, ni la más limpia. Colombia ha tenido su ración de escándalos en las instancias más altas, lo que tiene consecuencias directas sobre la estabilidad de una escuadra.

Juan José Bellini, presidente de la federación en 1994, terminó en la cárcel por un aumento repentino de su patrimonio. Alrededor de Álvaro Fina, quien dirigió la federación en 1998, revolotearon escándalos de boletas desaparecidas y de la turbia comercialización de la Copa América 2001. Y las acusaciones cíclicas de las complicidades entre seleccionadores y representantes de jugadores, que incluso han salpicado a José Pékerman.

V. La arrogancia



Si en Italia 90 Colombia fue el outsider que con humildad clasificó a segunda ronda, parte del desastre de USA 94 se explica por la petulancia con la que se encaró el Mundial. Después del 5 a 0 las cosas se salieron de control. En una frase que pasó desapercibida pero que fue reveladora, Hernán ‘Bolillo’ Gómez dijo en el camerino “nos jodimos, ahora nos van a exigir el título en el Mundial y todavía no tenemos esa historia”.

El equipo de Maturana encaró la preparación al Mundial como un carnaval, enfrentando rivales de tercera, que nunca fueron verdaderos exámenes futbolísticos y relajaron al plantel.

El ‘Tino’ aceptó que “nunca estudiamos el rival, no sabíamos cómo jugaba Rumania, no sabíamos cómo jugaba Estados Unidos, fuimos los últimos en llegar al mundial. Nos hospedamos en un hotel donde estaban todos los familiares, todos los periodistas. De la habitación al comedor era una fiesta. No descansamos casi, mientras los otros estaban calladitos, estudiando, sabiendo cómo jugábamos”.

En el Mundial muchos jugadores sintieron que salieron a la cancha a hacer el mismo toque-toque que ya no sorprendía a nadie y enfrentaron equipos que ni siquiera conocían. En su libro El 5 a 0, Mauricio Silva cuenta que antes del primer partido contra Rumania, Luis Carlos Perea le pidió un video del rival a Maturana, que le contestó “hombre, tengo unas imágenes, pero están grabadas desde muy lejos. Tranquilo, Luis Carlos, que todo está bajo control”.

Después más de una vez la selección pecó por suficiencia. Tal vez uno de los más recordados es Javier Álvarez, que advirtió que “equipo que se pare mal, lo goleamos”. Unos meses después renunció después de la vergonzosa goleada 9 a 0 en el Suramericano sub-23 en Londrina.

La goleada en Brasil:



VI. Miedo al cambio



En el 98, a pesar del fracaso rotundo de Estados Unidos, la selección poco o nada cambió.

Cómo escribió SEMANA en ese momento, “Colombia es lo más parecido a la serie de televisión de los años 70 'Dimensión desconocida': siempre con los mismos protagonistas, interpretando el mismo argumento en diferentes escenarios, y aunque de vez en cuando tiene invitados especiales, a pocos espectadores les entusiasma quedarse para ver el final porque ya conocen de memoria lo que cada personaje hace y el desarrollo de la trama”.

El país duró años debatiendo qué fútbol había que escoger, que si “el toque-toque”, que mejor velocidad y vértigo, que donde quedó la cacareada “identidad” nacional. Un miedo, tanto de la afición como de la dirigencia que paralizó la selección cuando la única verdad, como bien lo dijo el periodista inglés Richar Williams, es que “el fútbol es una competencia por goles, no estética. Es hermoso cuando se combinan ambos, pero no es la idea”.

VII. Contaminación externa


La selección en un amistoso contra Ecuador en mayo de 1993. Por llevar patrocinio en su camiseta, algo prohibido en partidos FIFA, Colombia fue sancionada.

Después del 5 a 0 la selección Colombia se volvió una máquina para hacer plata, vender periódicos y conquistar votos. Temas extrafutbolísticos que generaron demasiado ruido. Colombia en el 94, en palabras de Fernando Araújo, “cedió a los intereses del patrocinador -Bavaria-, que necesitaba más juegos para que su publicidad luciera más. Y cedió a los de la Federación, que buscó más partidos para recaudar más dinero”. Cada jugador transaba con empresarios, pensando más en conseguir unos pesos que en preparar un Mundial.

El hotel donde se alojaron en Estados Unidos era un bazar donde entraba quien quisiera. Como recordó Gabriel Jaime ‘Barrrabás’ Gómez, “no tuvimos privacidad, tranquilidad en la concentración. En el hotel había periodistas, empresarios, directivos. Uno no podía salir del cuarto. En cambio, en Italia, estuvimos aislados”.

Los periodistas tampoco ayudaron, ensalzaron a los jugadores, les llenaron la cabeza de traspasos increíbles, les picaban la lengua para publicar chismes del equipo. Algo que arruinó la serenidad y la concentración de la selección. Esa relación non-sancta entre un sector de la prensa y la selección siguió por muchos años, al punto que hasta hace poco algunos tenores del micrófono metían mano en las convocatorias.

La afición también se apersonó tanto de los equipos que crearon una presión permanente sobre el cuerpo técnico, debatiendo que si ‘Tino, que si ‘Tren’, que doble línea de cuatro, que carrilero. Estas controversias son normales en cualquier parte, pero hay que respetar las decisiones de los entrenadores.