La fría mañana del martes en Bogotá saludaba nuevamente a Erna Solberg, la primera ministra de Noruega. Ella y toda su comitiva, en medio de la neblina y la baja temperatura, se resguardaban a las 8 de la mañana en el Comando Aéreo de Transporte Militar (Catam) mientras todos los preparativos estaban listos. Ese día, en compañía de Juan Manuel Santos, la líder europea llegaría al corazón del pulmón del mundo.
El avión presidencial estaba listo para despegar. Se encendieron sus motores y el destino era solo uno, el maravilloso municipio de Leticia, Amazonas. El trayecto duró casi 2 horas que se vieron adornadas en su mayoría por una selva tupida infinita. Desde el avión, rápidamente cambió el paisaje de ciudades y verdes montañas arborizadas, a una planicie repleta de árboles que desde arriba parecían un gran conjunto de tupidos brócolis, por donde serpenteaba un majestuoso río con agua color café. Ese paisaje comenzó a anunciar la llegada.
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Aterrizó el avión y, de inmediato bajo un sol ardiente y una temperatura de 33 grados centígrados, todo el grupo subió a las camionetas que los desplazarían hacia su primer punto de encuentro, la comunidad indígena Monilla Amena, en un recorrido de 25 minutos por la vía Leticia-Tarapacá.
Por la carretera, había leticianos aguardando el paso de los vehículos oficiales. Incluso un grupo de niños sonrientes sostenían un cartel con un mensaje, mientras hacían monerías al ver el paso de los automotores, “¡Bienvenido señor presidente! Los niños estamos esperando computadores”. Humildes casas de madera, palmeras, enormes plantas y algunas trochas fueron el paisaje durante casi media hora.
“¡Llegó el presidente!, ¡llegó el presidente!”, empezó a escucharse alrededor de la maloca en la que los líderes de las familias uitotos, ticunas y yucunas -que conviven en conjunto en Monilla Amena- darían la bienvenida a Solberg y a Santos.

Recibimiento por parte de los indígenas. Foto: Archivo particular
La algarabía se apropió del lugar. Dos niños indígenas salieron a recibir a los invitados y los acompañaron hasta una mesa llena de productos que son el resultado de más de 20 años de investigación y trabajo conjunto entre el buen saber de las comunidades locales, los desarrollos tecnológicos y el Instituto Sinchi; que garantizan el buen uso de la naturaleza y la seguridad alimentaria de los indígenas.
Pescado moqueado, cosméticos obtenidos de especies como las palmas, ajíes de los más picantes de Colombia, nueces de Sacha Inchi y tisanas le fueron expuestas a la ministra quien, fascinada, recibió un regalo por parte de los exponentes. “¡Gracias!”, dijo muy sonriente. Su fascinación era evidente frente al colorido mostrador, y pudo degustar bebidas tradicionales amazónicas.

Santos y Erna Solberg en diálogo con la comunidad y el Instituto Sinchi. Foto: Archivo particular
Un grupo de indígenas en uno de sus trajes típicos dio paso a la maloca a los importantes visitantes en medio de una danza. Solberg y Santos recibieron cada uno un hermoso collar como bienvenida a lo que sería un encuentro privado con los curacas.
Sentados en el medio, la ministra y el presidente escucharon las palabras de sus anfitriones. “Los recibimos en esta casa madre orgullosos”, dijo Absalom Arango, el indígena que guió la reunión.
“Nuestro hogar dice que no es mentira lo del calentamiento global, pero estamos a tiempo de hacer un alto en la contaminación que han hecho de pronto nuestros hermanos”, señaló con sentimiento Arango. “Comprometidos con la ayuda de la señora ministra y de muchos que quieren meterse en este camino que trazaron nuestros antepasados de anhelar cada uno de los seres que viven en esta tierra, nosotros llevamos ese legado”, agregó.
Solberg se sintió totalmente agradecida por la tan cálida recepción. “Venir hasta Leticia para visitar una comunidad indígena y ver parte de su bosque es algo que esperaba mucho”, afirmó frente a la comunidad señalando el compromiso de su gobierno con los derechos de las comunidades indígenas. “Para mí es fundamental que usted y sus comunidades me ayuden (en la lucha contra la deforestación y la preservación de la naturaleza)”, indicó.

La primera ministra de Noruega en medio del encuentro privado con los curacas. Foto: Presidencia de la República
Colombia es uno de los países aliados de Noruega en su lucha contra el cambio climático. Como afirmó la dirigente europea, ese país “tiene la intención de pagarle a Colombia por reducciones de emisiones verificadas la suma de hasta 50 millones de dólares por año hasta 2025”.
Luego del grato acercamiento, llegó el momento principal del viaje. Frente a los medios y la comunidad, Solberg acompañó a Santos a la firma de 2 importantes actos administrativos para la naturaleza amazónica, dentro de los cuales además se estableció la definición de la frontera agrícola.
El primero, el decreto de áreas no municipalizadas para el fortalecimiento de la autonomía de pueblos indígenas en áreas no municipalizadas de Guainía, Vaupés y Amazonas. Este consagra las normas transitorias relativas al relacionamiento entre los gobiernos propios de los pueblos indígenas ubicados en áreas no municipalizadas de estos departamentos y los demás entes del gobierno nacional y departamental, buscando así cooperación entre todos.
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El segundo, la resolución sobre el Bioma Amazónico y promoción del uso sostenible de la biodiversidad para generar alternativas productivas sostenibles. Su objetivo es la preservación, restauración y generación de alternativas de uso sostenible de la biodiversidad en el marco de la implementación de la estrategia integral del control a la deforestación y gestión de los bosques, en más de 8 millones de hectáreas. Como dijo el presidente, la idea es “proteger estas áreas mejor”. Al día de hoy, la zona de Reserva Forestal de la Amazonia es la más extensa del país, contando con 37.844.524 de hectáreas, abarcando 9 departamentos y 88 municipios.
Sonriente y complacida por las decisiones, Solberg observaba el protocolo de las firmas. ‘La gran amiga de Colombia’, como la denominó Santos, recalcó que los pueblos indígenas son los mejores guardianes de estos ecosistemas.
Orgullosa de ser aliada de Colombia en la protección de la naturaleza y también en el proceso para que el país alcance la paz, enumeró los logros ambientales que el país ha alcanzado bajo el mandato Santos, como el expandir las áreas protegidas y los resguardos indígenas, haber adoptado el impuesto al carbono, haber establecido un sistema de clase mundial para el monitoreo de la deforestación, crear una alianza público privada para una agricultura libre de deforestación, entre otros.

Foto: Presidencia de la República
Posteriormente, Solberg pudo disfrutar del corazón del pulmón amazónico. El grupo visitante, orientado por uno de los curacas, se deleitó con el esplendor que la tierra en su virginidad le ofrecía. Como una niña curiosa, la ministra noruega preguntaba sobre los árboles, sus especies y los años de antigüedad que sus troncos y ramas cargaban fuertemente pero sin vacilación. Los mosquitos merodeaban constantemente, sin embargo, ni eso, ni el fuerte sol, ni el calor abrumador, eliminaban el semblante tranquilo y extasiado de Solberg en medio de la naturaleza.
Todavía había puntos pendientes dentro de la agenda y el tiempo apremiaba. Hacia el mediodía, después de terminado el recorrido, la caravana de 12 camionetas que acarreaban políticos, policías y periodistas se dio paso nuevamente por las calles de Leticia. Niños saliendo de sus escuelas, uno que otro soldado haciendo guardia, parques infantiles armados con madera y vendedores de fruta vestían el camino.
El muelle recibió a toda la comitiva luego de 30 minutos de traslado por tierra. Una lancha esperaba a la dirigente noruega para que disfrutara junto a Santos un paseo por el río Amazonas. Una brisa fría refrescaba el paseo, el agua salpicaba, las gafas se mojaban con pequeñas gotas de agua dulce. Al cruzar el río, el Jardín de la Victoria Regia los aguardaba.

Santos y Solberg en el río Amazonas. Foto: Archivo particular
Al arribar, luego de bajarse de la lancha, una pequeña en su inocencia se acercó a los dos mandatarios con una tablet, con el fin de fotografiarlos. Así el tiempo de estancia tuviera que ser corto por los múltiples compromisos de ambos, hubo tiempo para tomarse una selfi con la chiquilla.
El Jardín de la Victoria Regia es una reserva de selva amazónica que cuenta con un hermoso lago natural. Georgina, trabajadora de la reserva, fue la encargada de dar la bienvenida a los turistas. “¡Bienvenidos! ¡Sigan por favor!” manifestaba mientras hacía un ademán con sus manos invitando a subir las escaleras de acceso. La familia Galdino es la dueña del lugar y Georgina trabaja allí ayudándolos con el ciudado de la reserva.
“Me encanta, estoy contenta, es un sueño hecho realidad tener al presidente, a la señora de Noruega y a la comitiva. Es un placer para mí”, expresaba Georgina dichosa. Erna Solberg y Juan Manuel Santos ingresaron, y de zapatos tenis a botas pantaneras tuvieron que cambiar su calzado. Una vez listos, el señor Galdino se presentó y se puso en marcha la muestra de la reserva, que se ha encargado por más de 62 años de cuidar las especies nativas.

Izquierda: Momento en que la menor se fotografía con Santos junto a la Erna Solberg. Derecha: Georgina, trabajadora de la reserva Jardín de la Victoria Regia. Foto: Fotomontaje SEMANA
La primera mandataria noruega descubrió lo que es el embrujo de la selva: árboles de más de 200 años, medicinales y hasta depredadores; el canto de las aves; barro hasta las rodillas; miradores que permitían seducirse con el esplendor del río. Y el atractivo central del jardín: las victorias regias.
Según cuenta la leyenda, estas hojas que posan sobre el agua -con un diámetro que puede ser mayor a un metro y medio y que a veces se ven engalanadas con una bella flor blanca o rosada- surgieron por la muerte de la india Nayara.
Nayara, que no sabía nadar, cada vez que iba a bañarse observaba el reflejo de la luna y creía que con botarse al agua podría llegar a tocar ese astro. Y así lo hizo. Como no sabía nadar, se ahogó en su intento. Pero la luna, al ver la inocencia de Nayara le devolvió la vida en forma de planta, de la victoria regia. Cada vez que su flor abre sus 5 pétalos, se dice que es Nayara extendiendo su mano. Era tan bello, que la ministra no dudó en llevarse a Noruega fotografías del espectáculo que estaba observando.

Erna Solberg tomando fotografías con su celular. Foto: Archivo particular
El jardín se despidió y los mandatarios abordaron de nuevo las lanchas. Los automóviles estaban preparados para llevar de vuelta a la comitiva al aeropuerto, a eso de la 1:30 de la tarde. A las 2 en punto, el avión presidencial tomó vuelo una vez más, hacia Bogotá.
Alegre por el día y comprometida con extender la colaboración de su país a Colombia más allá del año 2025, con regalos tradicionales, fotografías inigualables y luego de todo un día sin conexión a internet, la visita de la primera ministra del reino de Noruega al Amazonas culminó. Y como la gran colaboradora de Colombia tanto en la paz como en la conservación dejó claro su mensaje: Noruega seguirá firme en la búsqueda de la protección y conservación de los bosques colombianos.









