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| Foto: Juan Carlos Sierra

ELECCIONES

La hija única de Germán Vargas Lleras

Clemencia Vargas, La hija del candidato presidencial bailó con los Backstreet Boys e hizo un show en el cumpleaños de la hija de Madonna.

27 de mayo de 2018

La única hija del candidato presidencial Germán Vargas Lleras y bisnieta del presidente Carlos Lleras Restrepo rompió con la tradición política de su familia porque a ella lo que le gusta es bailar. A los 6 años, por amenazas contra su familia, se fue a vivir a Miami con su mamá, Beatriz Umaña, y entró a la escuela Hip Hop Kids.

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Descubrió en el baile un segundo idioma para comunicarse en una ciudad ajena y superar problemas emocionales. A los 12 ya hacía giras con la banda de pop Backstreet Boys y ganaba un sueldo impensable para una adolescente. Les abrió conciertos a Black Eyed Peas, Destiny’s Child y ‘N Sync y bailó en el cumpleaños de Lourdes María, la hija de Madonna.

Los niños de Soacha siguen sus pasos de hip hop, que aprendió en una academia en Miami. Vive Bailando ha impactado a más de 5.000 jóvenes en el país. Tienen proyectos en Barranquilla, Cartagena, Buenaventura, Cali, Soacha y Mosquera.

Vive sola desde los 18 años cuando se fue a Boston a estudiar Finanzas y Economía en Babson College. “Cuando me gradué mis papás me dijeron: ‘ya te pagamos la educación, ahora te toca defenderte sola’, desde ese día no recibo un peso de ellos”. Con su diploma en la mano, regresó a Bogotá y trabajó durante tres años en Deloitte and Touche, una multinacional financiera, pero se sintió asfixiada entre cuatro paredes y renunció. Cambió el sastre y la pañoleta por una camiseta y unos tenis y, con sus ahorros, creó Vive Bailando, un emprendimiento social con el que recorre los barrios de Colombia contagiando a jóvenes desde los 11 hasta los 25 años, de todos los estratos sociales, de su ritmo y buena nota.

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Antes de crear Vive Bailando trabajaba en una multinacional en el área de finanzas y adquisiciones, pero su pasión por la música pudo más y la hizo renunciar.

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Cuando llega a Soacha, se vuelve la ‘profe’ estricta que les enseña a los alumnos un paso de hip hop hasta que salga perfecto. Pero por otro lado hace las veces de mamá amorosa que quiere que todos sus hijos adoptivos salgan adelante. “Nuestra misión no es formar bailarines, sino líderes con capacidad de asumir una vida responsables y emprendedores. Somos el segundo país en América Latina con la mayor cantidad de jóvenes que ni estudian ni trabajan y eso debe cambiar”, dice Clemencia, quien ve en el baile una poderosa herramienta de transformación social.

Ha logrado salvar a muchos de las calles, de las filas de las Farc y alejarlos de las drogas. Eso la llena de orgullo y le da ganas de continuar con la idea de hacer empresa en Colombia, que no es sencillo. Cuando se acerca la hora de pagar la nómina siente un nudo en el estómago, pero al final todo sale bien. Se financia con aportes de la empresa privada y cooperación internacional. Para Clemencia es muy importante crear un modelo de negocio autosostenible y no tener que depender de las donaciones. “Vive Bailando no es una fundación. En 2016 solo el 3 por ciento vino de donaciones, el resto fue facturación por los talleres de liderazgo o los eventos que hacemos. Los modelos filantrópicos convencionales están mandados a recoger”.

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Lo que ella quiere hacer es crear una industria creativa alrededor del baile con una línea de merchandising y en un futuro cercano abrir una sede propia. Acaba de inaugurar la Academia Vive Bailando en alianza con el Spinning Center de la calle 85 en Bogotá. La idea es que cualquier persona que quiera aprender a bailar pague por sus clases y ayude a financiar a quienes no tienen los recursos. “Para construir territorios pacíficos necesitamos compartir experiencias, que los jóvenes de Soacha vayan a Rosales y viceversa y bailen juntos en un mismo escenario”, dice.

Una de las cosas que más le gusta de su trabajo es visitar a las comunidades y compartir tiempo con los jóvenes y padres de familia.Cuando llega a Soacha baila y se toma fotos con ellos.

Vive a un ritmo frenético: madruga a hacer ejercicio y es tan perfeccionista e intensa como su papá, quien no para de trabajar ni cuando está enfermo. “La gente piensa que me la paso bailando y qué pena pero no es así. Es más, desde hace muy poco empecé a hacerlo de nuevo, porque tenemos un nuevo gerente. Ella, además de enseñar a bailar, revisa los estados financieros, le hace seguimiento a la contabilidad y lidera los equipos creativos.

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Empezó sola y ahora son más de 45 personas en el equipo en el que hay sociólogos, antropólogos, diseñadores y, obviamente, bailarines. “Ellos hacen que este emprendimiento sea exitoso. Me encanta una frase que dice: ‘Teamwork makes the dream work’, cuando uno trabaja en equipo, tus sueños funcionan. Yo no hubiera llegado hasta acá sin el apoyo de ellos y de mi familia”, asegura.

Ella es consciente de que su apellido le abre puertas, pero no le gusta aprovecharse de eso. “Trato de dar buen ejemplo y de no abusar de nuestra posición. Nosotros no contratamos con el Estado”.

Su papá Germán Vargas Lleras siempre la ha apoyado en su pasión por el baile. Aún así cuando ella le contó que iba a cambiar su trabajo en una multinacional por Vive Bailando, se preocupó porque no se sabía de qué iba a vivir.

Apoya a Germán en su aspiración presidencial pero no es amiga de hacer conjeturas ni de participar en política, aunque se lo han propuesto varias veces. Lo de ella, repite una y otra vez, es el servicio social, visto desde los ojos de una joven de 27 años, a la que le preocupa el país y no quiere quedarse con los brazos cruzados. “Los jóvenes tenemos una responsabilidad grande de cambiar esta sociedad”. Y ella lo hace bailando con mucho ritmo.

*Este artículo fue publicado originalmente por Revista Jet Set. SEMANA lo reproduce con su amable autorización.