Aventura
El terror de la ruleta
Esta es la historia del ingenio de una familia española que se enriqueció a punta de ganarles a los más importantes casinos.
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Gonzalo García-Pelayo resolvió burlarse del azar y lo logró. Este español, de 57 años, aficionado a los números, las estadísticas y el juego, consiguió una fortuna y se hizo famoso apostando a la ruleta. Entre 1992 y 1994, gracias a su metódico estudio, él y algunos miembros de su familia ganaron alrededor de dos millones de dólares poniendo en jaque a los más importantes casinos de los cinco continentes, desde Madrid hasta Las Vegas. Ahora, 10 años después de su hazaña, decidió junto a su hijo Iván, compañero en esta aventura, contarle al mundo la historia de sus grandes jugadas maestras en un libro titulado La fabulosa historia de los Pelayos.
Lo que para muchos es un juego, para Gonzalo se convirtió en una profesión, su manera de ganarse la vida. Y como suele pasar con las buenas ideas, la creación del sistema para vencer a la ruleta surgió de la necesidad. A finales de la década de los 80 sus negocios como director de cine y productor discográfico no pasaban por su mejor momento. Después de darles vuelta a varias opciones y de intentar con el black jack y otros juegos de azar se obsesionó con el estudio de la ruleta. "Si los relojes suizos y los cohetes de la Nasa nunca llegan a ser perfectos, las ruletas tampoco", fue su reflexión. Desde entonces entrenó a su sobrino Cristian, un estudiante de arte dramático, para que visitara diariamente el Casino de Madrid y haciendo uso de sus dotes actorales, pasara inadvertido mientras anotaba los números que salían en los aparatos durante cada jornada. Al mismo tiempo identificaba a los crupieres y las distintas maneras como lanzaban las bolas.
Así Gonzalo determinó que, ya sea por defecto de fábrica o por el uso continuo, hay máquinas en las que salen más unos números que otros de los 37 que tienen. "A simple vista no se ve, es un asunto porcentual que mi padre descubrió sacando estadísticas en el computador. Es necesario lanzar unas 6.000 veces la bola en cada ruleta para empezar a ver su tendencia", contó Iván a SEMANA, algo que Gonzalo explica: "Por lógica cada número tiene la posibilidad de salir una vez de cada 37 lanzamientos, pero en la práctica eso no sucede. Si en 36 tiradas sale sólo una vez, no será ni positivo ni negativo. Si sale dos veces, tendremos un positivo, si son tres, dos positivos. Si no sale ninguna, nos encontramos con un negativo". La idea era empezar a apostarles únicamente a los números que más se repetían en cada ruleta.
Al experimento no sólo se unieron Cristian e Iván, que en esa época era un joven de 21 años estudiante de filosofía, sino otros miembros de la familia García-Pelayo como Guillermo y Marcos, sobrinos de Gonzalo, quienes conformaron lo que ellos denominaron 'la flotilla'. Su misión consistía en visitar los casinos y tomar nota no sólo de los números que más aparecían sino de las características físicas de todas las máquinas, desde el color hasta el más mínimo rayón, y memorizarlas para poder diferenciarlas y establecer el patrón de cada una. Los muchachos actuaban individualmente para no despertar sospecha de que se trataba de un equipo de profesionales. "Esta labor de inspección por lo menos nos tomaba 15 ó 20 días, al tiempo que nos camuflábamos con los demás clientes. Mientras tanto, otros miembros del grupo visitaban otros casinos para tener mayor campo de acción. Era habitual que nos mudáramos a un país por varios meses", recuerda Iván, quien por ese entonces, al igual que sus primos, tuvo que hacer esfuerzos para alternar sus viajes de trabajo como apostador con sus estudios.
A finales de 1991 empezaron a poner a prueba el sistema, pero solo lo perfeccionaron al año siguiente, cuando como ellos mismos dicen "comenzaron a ganar sistemáticamente". Aunque por su juventud fue fácil dejarse emocionar por Gonzalo, Los Pelayos, como se les conoce en España, tuvieron que hacer grandes sacrificios al vender sus bienes más preciados, como un programa audiovisual, para reunir los 2.000 dólares con que iniciaron el juego en Madrid. "Fueron seis meses de éxito porque los directores del lugar tardaron en notarnos", dice Iván al referirse al casino al que le ganaron cerca de un millón de dólares. "Jugábamos a 10.000 pesetas cada bola, apostándoles a 12 números, es decir, 120.000 pesetas, casi 1.000 dólares. Al final de la noche hacíamos cada uno 200 bolas", analiza Gonzalo.
Pero, como en toda aventura, esta también tenía sus riesgos. Guillermo comenzó una relación amorosa con Ascensión, una de las inspectoras del casino. El problema fue que ella anteriormente había sido novia de uno de los directores de catering, y el hombre celoso contrató a un detective para que siguiera a la pareja. De esta manera se descubrió que Guillermo hacía parte de un grupo que no había parado de ganar. La primera acción del casino fue cambiar algunas partes de las ruletas para evitar que los jugadores las reconocieran. Pero no pudieron detenerlos. Luego las medidas fueron más drásticas: "Unos hombres tomaron a mi padre del brazo y lo 'invitaron' a salir", cuenta Iván. No sólo la entrada les quedó vetada sino que emprendieron una serie de demandas legales contra ellos por "métodos irregulares de juego". "Sin embargo, siempre salimos victoriosos porque nuestro sistema de anotar los números no tenía nada de ilegal", agrega Gonzalo.
A pesar del percance, la relación de Guillermo y su novia prosperó a tal punto que ahora es su esposa. Pero no sólo él encontró el amor en un casino, pues Iván también se casó con una inspectora del de Madrid llamada Pilar, a quien en un principio no reveló el secreto de su estrategia. Tampoco les impidió seguir haciendo fortuna en otras ciudades como Viena, donde tienen el récord de haber ganado 100.000 dólares en una sola noche.
Por su buena racha y por lo sucedido en el casino español, en la mayoría de establecimientos de Europa había un aviso, con fotos e identificaciones, que circulaba en los computadores advirtiendo que un grupo de españoles estaba desbancando algunos casinos del continente. Era tanto el temor a su estilo de juego que en Copenhague los guardias del lugar los persuadieron de salir mostrándoles una pistola. "Ese sí me pareció un argumento convincente para marcharnos", recuerda Gonzalo. En adelante la situación se volvió más complicada. Donde los reconocían no podían jugar, y donde no, debían apostar muy poco para no llamar la atención por lo cual el negocio dejó de ser rentable. Decidieron formar un grupo al que llamaron 'los submarinos', personas allegadas a la familia pero que no tenían el señalado apellido, y a las que les enseñaron el sistema.
Cada uno de los miembros de 'la flotilla' siguió su propio camino. Iván terminó sus estudios, se convirtió en representante del casino MGM en Las Vegas, formó su propia agencia de eventos y dedica gran parte de su tiempo a escribir. Guillermo y Marcos terminaron sus carreras de derecho y ciencias económicas respectivamente. El fundador, Gonzalo, no pudo alejarse del azaroso mundo de los juegos, al punto que hoy se gana la vida jugando póquer por Internet.
Aunque han pasado 10 años desde que terminaron su odisea, recientemente tuvieron que afrontar una demanda más del Casino de Madrid ante el Tribunal Supremo español. El fallo a su favor define muy bien la historia de Los Pelayos: "El ingenio es legal".