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Rupert Murdoch con los dos hijos que quieren sucederlo: Lachlan y James. Ambos tiene visiones muy diferentes del futuro de las compañías de su padre. | Foto: foto: getty images

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La pelea a muerte entre los hijos de Rupert Murdoch

A raíz de la venta de 21st Century Fox a Disney, se conoció la historia de los posibles herederos del magnate de los medios. En juego está uno de los emporios que ayudó a consolidar a Trump y al Brexit, y que maneja The Wall Street Journal, The Sun y Fox News, entre otros títulos.

13 de abril de 2019

En enero del año pasado, mientras paseaba con su cuarta esposa en un yate por el Caribe, Rupert Murdoch cayó de espaldas y se golpeó la cabeza. El hombre, que entonces tenía 86 años, y posee uno de los emporios de medios más influyentes del mundo, quedó tendido en el piso, sin poder moverse e inconsciente.

Cuando lo llevaron a un hospital en Los Ángeles, los médicos dijeron que tenía algunas vértebras rotas, un hematoma espinal y que requería una cirugía delicada, en la que podía quedar paralítico o muerto.

Apenas se enteraron de la noticia, sus seis hijos volaron desde varias partes del mundo para verlo. Y aunque todos estaban acongojados, también tenían una preocupación en mente: ¿quién se quedaría al frente de sus empresas, News Corp y 21st Century Fox, en caso de que ocurriera lo peor?

Sus críticos acusan a los Murdoch de expandirse a costa de presiones políticas, de propagar ideas populistas y nacionalistas, y de desestabilizar la democracia.

Aunque al final el episodio no pasó a mayores y Murdoch salió caminando luego de varias semanas de reposo, el accidente dejó ver la fragilidad de las relaciones de su familia y el peligro de una sucesión sin resolver. Sobre todo porque desde hace varios años, sus hijos Lachlan y James están envueltos en una lucha a muerte por ganarse su puesto.

Foto: A partir de un periódico local que heredó de su padre en Australia, Murdoch logró levantar un imperio mediático. Acaba de vender 21st Century Fox a Disney (Getty Images). 

Y no es para menos. El emporio de Murdoch, hecho con las uñas desde que heredó un pequeño periódico local de su padre en Australia, llegó a abarcar varias cadenas de televisión alrededor del mundo, un estudio de cine, un servicio global de noticias, una editorial y varios periódicos, como The Wall Street Journal. E incluso ahora, luego de la venta de gran parte de 21st Century Fox a Disney, sigue siendo una inmensa máquina mediática.

Sus críticos piensan que eso no ha sido el resultado del trabajo duro y responsable. Lo acusan de expandirse a costa de presiones y de apoyar descaradamente a políticos a través de sus medios, para que estos le devuelvan favores cuando suban al poder.

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También dicen que sus medios han propagado ideas de derecha por todo el mundo e incluso lo culpan de desestabilizar la democracia. No por nada es dueño de Fox News, el canal de noticias que muchos consideran vocero del ala más radical del Partido Republicano, y de The Sun, el periódico sensacionalista que más atizó el sentimiento antieuropeo en el Reino Unido antes del brexit.

The New York Times, de hecho, publicó una investigación de seis meses en la que desentraña cómo ha sido su relación cercana con el gobierno de Donald Trump y cómo influyó para que derrocaran a varios primeros ministros de Australia. El debate por su sucesión ha estado en el centro de esa polémica.

Lachlan es más propenso a difundir ideas políticas a través de los medios. James, en cambio, siempre ha pensado que la compañía debería enfocarse en el futuro digital y no en el activismo.

Murdoch, casado cuatro veces a lo largo de su vida, tiene seis hijos. Pero de todos ellos, solo los hombres parecieron interesarse en heredar su puesto. El problema es que ambos, Lachlan y James, son muy diferentes.

Mientras el primero es más parecido a su padre en la forma de manejar los medios y de difundir sus ideas políticas, el segundo siempre ha pensado que la compañía debería enfocarse en el futuro digital y no en el activismo. Dos visiones que han chocado de frente varias veces.

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Hasta 2005, Lachlan era el claro favorito de su padre, pero luego de una discusión entre los dos, renunció y se fue a Australia a encargarse de los negocios locales. Entonces James entró al ruedo como mano derecha del viejo Murdoch y lo hizo bien, pues fue clave para lograr que la empresa se expandiera a otros mercados.

Pero en medio de su gestión, tuvo que enfrentar uno de los mayores escándalos en la historia de la compañía. En 2012 el Gobierno británico acusó a Murdoch y a su diario News of the World de interceptar ilegalmente los celulares de unas 800 celebridades, con el fin de obtener historias escandalosas.

La investigación fue noticia en todo el mundo, el viejo tuvo que ir a declarar a la corte, el periódico cerró y su compañía perdió un acuerdo que ya estaba casi listo para adquirir la totalidad de Sky, la mayor empresa de televisión por suscripción del Reino Unido.

Foto: Rupert ha tenido cuatro esposas. La más reciente, Jerry Hall, a quien le lleva 35 años, también estuvo casada con Mick Jagger. El año pasado, cuando paseaba con ella por el Caribe, el patriarca casi muere por una caída (Getty Images).

Desde entonces James, quien había estado al frente del periódico y perdió un puesto en la junta directiva de Sky, se volvió bastante crítico de las políticas editoriales de la empresa y enfiló sus baterías contra Fox News, que él consideraba un lastre para la innovación y la modernización de la compañía.

Por eso cuando Roger Ailes, director ejecutivo de esa cadena, salió por un escándalo de abuso sexual, intentó cambiar su línea editorial y contratar a un ejecutivo de CBS. Pero fue en vano: su papá se opuso.

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Su hermano Lachlan, en cambio, había tenido experiencias muy diferentes: en Australia llegó a gritarle a un editorialista de uno de sus periódicos por un texto en el que defendía el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Y los periodistas cuentan que solía obligarlos a escribir diatribas contra el cambio climático.

Allá también compró una cadena de televisión e implementó una franja de opinión que llegó a ser conocida como After Dark (después de la oscuridad), en la que atacaban la inmigración y las políticas liberales.

En 2015, y a pesar de que ya se había acordado que James sería el sucesor, Rupert Murdoch cambió su decisión. Mandó a llamar a Lachlan de Australia y le comunicó que a partir de ese momento estaría al frente del negocio.

Luego de la venta a Disney, la empresa de Murdoch se quedó con las operaciones de Fox News en Estados Unidos, la joya de la corona para Lachlan.

Cuando James se enteró en un almuerzo, y de boca de su hermano y otro ejecutivo, decidió dejar la empresa y salir del país ese mismo día. Pero su padre lo convenció de quedarse y le aseguró que aunque sobre el papel Lachlan seguiría con el cargo más alto, en el día a día todas las divisiones tendrían que reportarles a ambos, que los sueldos serían iguales y que se mantendría la ilusión pública de que él estaba por encima.

Con ese nuevo modelo, sin embargo, los choques entre los hermanos se hicieron más frecuentes, y todo empeoró cuando Rupert Murdoch empezó a negociar el acuerdo para entregarle Fox a Disney.

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Lachlan se oponía a la venta, pues consideraba que iba a recibir una empresa menguada. James, en cambio, estaba emocionado. Algunos cuentan que quería que el acuerdo incluyera un puesto para él en la nueva compañía. Una forma de independizarse y empezar de ceros.

Al final, y luego de varias tensiones que rompieron para siempre el ambiente familiar, Murdoch firmó el acuerdo y cada uno de sus hijos recibió 2.000 millones de dólares, así como varias acciones de la nueva Disney. Además, la empresa de Murdoch se quedó con las operaciones de Fox News en Estados Unidos, la joya de la corona para Lachlan.

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Por eso, James decidió dar un paso al costado y le ofreció en venta a su hermano sus acciones y las de sus hermanas, para que quedara con el 50 por ciento del emporio, al igual que su padre. Pero Lachlan no ha decidido.

Todo indica que la sucesión ya está definida y que la empresa de los Murdoch seguirá adelante, reducida a su esencia: una maquinaria de propaganda política que ya ha demostrado hasta dónde puede llegar su poder.