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La mujer violada por Roman Polanski ahora lo defiende

La puja entre el director de cine y la justicia estadounidense tomó un giro inesperado. Samantha Geimer, la mujer de la que abusó cuando era niña, ahora pide que lo dejen en paz. ¿Escuchará la justicia su plegaria?

6 de mayo de 2017

En 1977, en medio de un escándalo mediático y legal que podía privarlo hasta dos años de su libertad y dejar moribunda su carrera, Roman Polanski selló un trato con la Justicia estadounidense. Tras una extensa evaluación psicológica, aceptaría cargos por relaciones sexuales ilícitas con Samantha Geimer, una niña de 13 años, y bajo libertad condicional saldría de la cárcel en la que ya había pasado 42 días. El día antes de presentarse, Polanski y su equipo de asesores se enteraron de que el juez Laurence J. Rittenbrand ignoraría el acuerdo y lo mandaría a la cárcel para hacer de él un ejemplo. Esa misma noche tomó un vuelo a Francia, donde años después retomó su carrera cinematográfica.

El director, entonces de 44 años, había sido culpado de perpetrar el crimen en casa de Jack Nicholson. En el juicio, tanto Nicholson como Anjelica Huston, actriz y mujer del anfitrión en ese entonces, declararon en su contra. El mismo Polanski se hizo responsable de sus actos “moral y legalmente reprochables”. Aceptó haber recogido a la menor, haberla llevado a la mansión en Mulholland Drive, embriagarla con champaña, fotografiarla y luego forzarla a un encuentro sexual que incluyó sodomización. La fama no lo salvó de la condena pública, y todavía, 40 años después, no lo hace pues le costó la presidencia del Festival de Cannes 2017 por las protestas de grupos feministas (aunque, de todos modos, presentará allí su última película D‘après une histoire vraie). Pero la cuestión se redujo en ese entonces, y todavía radica, a cómo saldaría su deuda con la sociedad.

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En 40 años Polanski no ha vuelto a pisar suelo estadounidense por el temor a que lo capturen, no pudo recoger su premio Óscar en 2012 por mejor director en The Pianist, y no regresará mientras no se le garantice su libertad. Pero por medio de sus abogados ha tenido contactos con la Justicia para tratar de concretar el acuerdo roto décadas atrás. Así también pretende evitar episodios como los que vivió en Suiza (2009) y en Polonia, donde corrió el riesgo de que la Justicia lo extraditara. No puede viajar a Londres, donde vive su hija, por ese mismo temor.

La semana pasada hubo un desarrollo importante, aunque probablemente no cambie el panorama legal. La víctima, Samantha Geimer, hoy de 53 años, envió una carta poderosa a los fiscales del condado de Los Ángeles, encargados del caso, en la que establece una posición fuerte y los deja muy mal parados. “Ustedes y quienes los precedieron en este caso jamás me protegieron; me trataron y siguen tratando con desdén, utilizando un crimen cometido en mi contra para destacarse en sus carreras”, aseguró. El marco en el que salió a la luz esta declaración resultó especialmente incómodo para Michele Hanisee, la fiscal del Distrito de Los Ángeles, pues a pedido del juez tuvo que leerla en voz alta. Y aunque estas palabras poco influirán, reafirman que, para algunas víctimas más que el ‘ojo por ojo’, dejar ciertos episodios en el pasado es el paso más importante.

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No es la primera vez que Geimer habla sobre el tema. En 2012 escribió un libro sobre su experiencia, en el que usó de portada la foto que Polanski le tomó ese día infame. Y la pudo usar porque en 1998 Geimer y Polanski acordaron una indemnización de 500.000 dólares a la que el director sumó los derechos de las fotografías que le tomó.

El abogado del director, Harland Braun, trató de hacer eco de la circunstancia pasada y presente, asegurando que “la víctima pide que se detenga esta locura y no le quieren hacer caso, hay algo enfermo en todo esto”. Braun añadió que Geimer se ha declarado satisfecha con el tiempo que Polanski pasó en prisión, con lo que le ha costado este hecho, y que a los 83 años es un absurdo seguir gastando dólares de los contribuyentes en un caso de esta naturaleza.

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Pocos directores han tenido una vida tan dramática como Roman Polanski. Nació en París, pero muy niño regresó a la Polonia de sus padres, quienes sufrieron en carne propia los campos de concentración nazis. Luego, en su momento de gloria en Hollywood, con un éxito a cuestas como Rosemary’s Baby (1968) sufrió en 1969 el brutal asesinato de su hermosa esposa, Sharon Tate, a manos de seguidores del lunático Charles Manson. Ocho años después, en un día de fiesta recogió a una niña de 13 años que, según él, parecía mayor. El resto sigue siendo historia.