*Profesora de la Facultad de Administración, Universidad de Los Andes. (Foto: Lina Moros)

CRÓNICA

La voz de la resistencia en Yurumanguí

Tercera y última entrega de un recorrido por una comunidad dedicada a la minería artesanal, alejada del mercurio y otros materiales tóxicos.

Maria Alejandra Vélez*
20 de diciembre de 2015

La comunidad de Juntas está preocupada. Algunas dragas pequeñas han llegado desde el Río Naya porque tienen familiares en Yurumanguí. Ya se hablan de más de 10 pero no se sabe el número exacto. El Consejo está discutiendo cuantas van a permitir, sin embargo, lo que más les preocupa es la amenaza de las retroexcavadoras de mineros ilegales que van por todos los ríos del Pacífico. En varias ocasiones han tenido que bajar en grupo para detener su entrada. Por ahora todo ha sido hablando. “¿Cómo más lo vamos hacer? Les explicamos que no pueden entrar. Y vamos todos para que vean a la comunidad unida”, explica Delio, un líder local.

El Estado no ha venido para ayudar a detener a los mineros ilegales. Por eso la comunidad ya tiene experiencia en resistir. Lo han hecho desde siempre… La acción colectiva para proyectos comunitarios es pan de cada día. Para limpiar el pueblo, para canalizar el río, para construir la escuela, para la erradicación de cultivos ilícitos. Esa ha sido la minga más famosa (y riesgosa).

Foto: Lina Moros

Pero la resistencia es difícil. No solo por el poder de los ilegales, sino porque miniar, con el oro cada vez más profundo es un trabajo muy desagradecido y exigente físicamente. Muchas mujeres me dijeron que estaban cansadas, que les dolía la espalda. Las técnicas tradicionales, ahora complementadas con motobombas, ya no sacan lo mismo que antes y están generando impactos ambientales. El 87% de los mineros entrevistados dice utilizar motobomba, “somos muchos y estamos haciendo las cosas en desorden”. Se abren huecos y no se tapan, se bota material al río, muchos creen que el río se está secando por eso. “¿Qué vamos hacer? Siempre hemos sido mineros”, asegura un lugareño. Les preocupa la contaminación de la gasolina y los aceites en el río. El 9% de los entrevistados ya tienen o usan minidragas.

Foto: Lina Moros

Les conté que el gobierno de Santos tiene un plan de formalización minera. “¿Qué es eso?” preguntaban los mineros. Entrevistamos a 200 mineros y en el último río esos rumores de la formalización no han llegado. 99,5% contestó que no ha oído nada del tema. El Gobierno a Yurumanguí nunca ha ido para ayudar (o controlar) a los mineros.

Llevan toda la vida siendo mineros. Todas las generaciones desde que se fundó Juntas han sido mineras. Sin embargo, aún no están declarados como Zona Minera Especial de Comunidades Negras, lo cual es el primer paso en la formalización de la actividad, y además les otorgaría el derecho de prelación en caso de que mineros privados quieran solicitar un título. Hay temor que otros lo pidan. Pero ¿cómo el gobierno puede ayudar a los mineros artesanales? La contradicción es que ante el oro cada vez más profundo, los mineros artesanales en su mayoría sueñan con maquinaria que alivie el esfuerzo físico.

Foto: Lina Moros

¿Cuál es el futuro de Juntas y su gente? ¿Cuál es el futuro de la minería artesanal? ¿Quizá cambiar de actividad? Lo dudo. Los costos de transporte los matan. ¿Tecnificar la minería artesanal? Hay temor que eso destruya el río. ¿Organizarse y buscar por ejemplo la certificación de oro responsable social y ambientalmente? Eso es la esperanza.

¿Aguantará la resistencia a las dragas y retros ilegales? ¿Llegará la locomotora “legal” minera?

El futuro es incierto. Mientras tanto ¡Juntas resiste!

Foto: Lina Moros