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Daniel Ortega está dispuesto a todo antes de renunciar al puesto | Foto: EFE

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Las armas de Daniel Ortega

El presidente nicaragüense está dispuesto a cualquier cosa para mantenerse en el puesto. Tanto, que francotiradores paramilitares armados con fusiles rusos disparan con precisión profesional desde larga distancia, con el único propósito de matar manifestantes. Ya van 146 muertos, y nada señala el fin de la carnicería.

13 de junio de 2018

Ni la Iglesia, ni el Ejército, ni los miles de manifestantes que desde hace dos meses inundaron las calles y bloquearon las principales carreteras del país han logrado convencer al presidente Daniel Ortega de que ya es hora de soltar el poder. Si algo ha demostrado el mandatario nicaragüense en los últimos 56 días es que no está dispuesto a ceder ante las exigencias democráticas de un país que pide a gritos su renuncia.

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Su estrategia es la violencia y así quedó demostrado, una vez más, este fin de semana. En varios barrios del oriente de Managua, la policía y fuerzas paramilitares sorprendieron en la madrugada a los manifestantes que custodiaban los tranques, barricadas hechas de adoquines y piedras que impiden el paso de vehículos, y sus ráfagas de disparos llenaron de pánico la capital. “Grupos de choque, con las caras tapadas y vestidos de civil, que se movilizaron con fusiles AK47, escopetas y pistolas”, según registró el Nuevo Diario de Nicaragua, se vieron no solo en Managua sino en Jinotepe, El Crucero, Masaya, Sébaco y Matagalpa.

El obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez, denunció por Twitter que camionetas de la alcaldía de Masatepe atacaron con morteros el templo del municipio ubicado a menos de 50 kilómetros de la capital. El sacerdote Juan García hizo sonar las campanas de su iglesia en Jinotepe para alertar a la población cuando las llamadas “turbas progobierno” empezaron a disparar contra los manifestantes atrincherados en las barricadas. Escenas de violencia como estas se multiplicaron en otros puntos del país y quedaron registradas en cientos de videos que hoy circulan por las redes sociales. Solo en un fin de semana perdieron la vida seis personas y pasaron a engrosar la dolorosa lista de 146 muertos que dejan ya las protestas contra el régimen de Ortega.

El objetivo del gobierno era acabar con los más de 200 retenes que hoy tienen paralizada Nicaragua. Los tranques bloquean casi el 70 por ciento de las vías, tienen atrapados cerca de 6.000 camiones de carga de diferentes países centroamericanos y generan pérdidas que ascienden a los 70 millones de dólares. A pesar de las grandes pérdidas económicas y de la amenaza de desabastecimiento que se empieza a cernir sobre las principales ciudades del país, los tranques se convirtieron en la respuesta más efectiva contra la represión del gobierno. Los manifestantes no solo buscan perjudicar aún más el bolsillo de un régimen en quiebra sino que intentan detener el paso de los grupos paramilitares que aterrorizan las ciudades.

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Lo cierto es que las barricadas se convirtieron en su mejor arma de defensa contra los grupos armados financiados por el Estado para matar. Grupos de francotiradores que disparan desde las lejanías y que según Arman García, uno de los manifestantes, “son gente preparada, gente especializada, porque los tiros son exactamente letales. Son a la cabeza, abdomen, tórax". El diario La Prensa denunció que muchas de las heridas de las víctimas fueron causadas con fusiles Dragunov, un arma que llegó a Nicaragua directamente desde la Unión Soviética en 1979 después del triunfo de la revolución sandinista que derrocó al dictador Anastasio Somoza.

Desde entonces se volvió el arma de dotación de unidades irregulares del Ejército y ahora, según Roberto Samcam, antiguo compañero de armas de Ortega durante la revolución y actualmente gran crítico del régimen, son una de las principales evidencias del apoyo del gobierno a estos grupos paramilitares. Aunque argumentó que gran parte de la dotación está en poder del ejército, y que ellos directamente no están relacionados con los francotiradores, “hay policías de civil, hay ex-militares desmovilizados del servicio militar patriótico, hay algunos miembros de las extintas Pequeñas Unidades de Fuerzas Especiales, que eran las tropas especiales del ejército en los años ochenta", concluyó Samcam durante una entrevista a AFP.

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¡Ortega, Somoza, son la misma cosa!, se escucha en varias de las protestas contra el mandatario que hace más de 30 años luchaba contra una dictadura que hoy él y su esposa representan. El mandatario respondió con represión a la propuesta que le hizo la Iglesia católica el jueves para reanudar los diálogos. Y mientras que él no encuentra una salida diferente a la sangre, la oposición se prepara para un paro nacional que promete asfixiar aún más al régimen. "Este es un paro cívico y pacífico que abarca a todo el país y a todas las actividades económicas, salvo aquellas relacionadas con la preservación de la vida", dijo la Alianza Nacional por la Justicia y la Democracia, una agrupación de estudiantes, empresarios y sectores de la sociedad civil.