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Este miércoles Boris Johnson cumplió su sueño de ocupar el 10 de Downing Street. A Johnson lo echaron del Times of London cuando era periodista por falsificar una cita de Eduardo II. Su exjefe Max Hastings ha dicho que no es apto para el servicio público. | Foto: Afp

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“Do or die”: ¿misión suicida del nuevo primer ministro Boris Johnson?

El nuevo primer ministro británico tiene un desafío titánico; sacar a la brava a su país de la Unión Europea en uno de los momentos más convulsos de su historia.¿Por qué triunfó "Bojo"?

28 de julio de 2019

El Reino Unido está en su punto más combustible, y ahora lo lidera un hombre que juega con fósforos”. Quizá no haya metáfora más precisa que esta, escrita por Aditya Chakrabortty, columnista de The Guardian, para explicar la incierta situación política del país, ahora que rige sus destinos Boris Johnson, personaje polémico, famoso por sus arrebatos populistas, y su falta de mesura.

Este martes, 160.000 militantes del Partido Conservador eligieron a Johnson, como era de esperarse, líder de su colectividad, lo que automáticamente lo convirtió en primer ministro. Con 92.153 votos, Johnson superó con creces a su contrincante, el ministro de Exteriores, Jeremy Hunt, quien obtuvo 46.656. La mayoría de los británicos, según cifras de YouGov, no se siente representada por él. El 58 por ciento de sus conciudadanos tiene una imagen desfavorable. Pero, aunque el 43 por ciento lo ve como alguien agradable, el 58 por ciento piensa que no merece su confianza.

Johnson, quien de niño soñaba con ser “rey del mundo” terminó siendo conocido como el “Trump británico”, aunque hay quienes señalan que el nuevo primer ministro es aún más peligroso que el presidente estadounidense. Desde sus días de periodista en The Daily Telegraph utilizó su columna como trinchera para atacar a la Unión Europea. Entonces, como ahora, en palabras del periodista Patrick Cockburn, representó al bloque como un “monstruo burocrático que chupaba dinero de Gran Bretaña”. Como quedó demostrado, se trataba de afirmaciones falsas, pero cumplieron su objetivo; apelar a los prejuicios de los lectores conservadores. Su jefe de entonces, Max Hastings, advirtió hace algunos días de los peligros del triunfo de Johnson: “Sería fantasioso comparar el ascenso de Boris Johnson al estallido de la guerra mundial. Pero fuerzas similares están en juego”.

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Johnson asistió a la audiencia protocolaria con la reina Isabel II, quien le encargó tomar las riendas del Gobierno. El nuevo primer ministro suele despeinarse para las fotos.

El ilusionista, como lo ha apodado The Telegraph en referencia a la borrosa relación de Johnson con la verdad factual, tiene un discurso similar al de Trump ideológica y estilísticamente. Sin embargo, difiere en que el suyo es más sagaz y malicioso, con apariencia inofensiva. Johnson construyó cuidadosamente la imagen de bufón que no debe ser tomado muy en serio, y la sabe explotar. De ese modo, muchos medios británicos han caido en la trampa de banalizar sus barbaridades, diciendo que solo es “Boris siendo Boris”. Con esos comentarios, los medios ignoran el historial de Bojo, (como lo llaman) lleno de atropellos contra los principios básicos de la democracia y de la convivencia cívica. De las mujeres que usan burka ha dicho que “parecen ladrones”; de los homosexuales, que son “vagabundos rematados”; de Hillary Clinton que parece “una enfermera sádica en un hospital psiquiátrico”. Boris Johnson es un meme andante. Su fallido intento de parecerse a Winston Churchill se delata en su retórica grandilocuente, pero vacía de contenido, como quedó demostrado en su discurso de posesión, en el que confirmó su idea de buscar una salida (brexit) de la Unión Europea (UE) sin acuerdo alguno.

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El caos parece apoderarse de la política británica. La atmósfera se tornó aún más tensa desde que varios altos funcionarios anunciaron su renuncia, de ganar Johnson. Phillip Hammond, ministro de Hacienda, madrugó a irse, mientras la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, le envió a Johnson una carta en la que anuncia su intención de convocar un referendo de independencia, pues un brexit sin acuerdo le costará a su región 100.000 empleos. Además, 10,000 policías antidisturbios se preparan para salir a las calles una vez se oficialice el brexit. En su momento, Charlie Hall, vocero de la Polícia, anunció que “los policías protegerán infraestructura, puertos, estaciones de trenes y supermercados” del caos.

El mismo día de su posesión, miles de personas protestaron en las calles de Londres. Se esperan más manifestaciones contra un político que despierta burlas amargas.

No es para menos. Habrá que reinventar el modelo de negocios del Reino Unido,y tendrá efectos directos sobre su gente. La complejidad del acuerdo trasciende lo que la mayoría de los brexiteers explicaron. Por eso la debacle económica parece una crónica anunciada. Al eliminar el acuerdo comercial con la UE, Reino Unido perderá el comercio libre de aranceles con el bloque, lo que elevará los costos de exportar, lo que, a su vez, afectará a los industriales que comercian con Europa. Habrá que redefinir las tarifas de importación: 74 por ciento para el tabaco, y 10 por ciento para los automóviles, por ejemplo. En últimas, el proceso puede debilitar la libra, una moneda históricamente dura.

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Los productores de alimentos en Gran Bretaña perderán a su principal cliente; los 27 países del bloque. Según cifras oficiales de 2017, los británicos solo producen localmente el 50 por ciento de los alimentos que consumen. El gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, advirtió que un brexit desordenado podría aumentarlos entre un 5 y un 10 por ciento. Una frontera dura, implica que los productos pasan por controles aduaneros, trámites que pueden generar escasez alimentaria, subir la inflación, y empeorar la calidad de vida de los británicos. Para no mencionar el problema generado por el renacimiento de la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, que amenaza con revivir la violencia.

Boris Johnson prometió que el Reino Unido saldría de la UE el 31 de octubre. Pero el parlamento no apoya una salida sin acuerdo.

Johnson pronunció un discurso cargado de optimismo que contrasta con la incertidumbre que vive el país. Mientras promete más policías, menos esperas en el sistema médico, mejores carreteras, ferrocarriles, banda ancha, y educación, el Reino Unido se acerca a una recesión económica, según expertos. El nuevo primer ministro tiene solo 30 días para concretar el brexit, y ha conformado un gabinete de euroescépticos nacionalistas. Fiel a su agresivo lema de Do or Die (Haga o muera), Johnson se juega el todo por la nada con una política extremista, que contrasta con la tradición diplomática del diálogo.

Su discurso dejó varios cabos sueltos. El principal; promete la salida de la Unión el 31 de octubre, pero la mayoría de los parlamentarios, que deben aprobarla, se opone a hacerlo sin acuerdo. Bruselas ya ha dicho que no considerará cambiar lo pactado. Johnson se comprometió a ayudar a los ciudadanos de la UE en el Reino Unido, pero omitió en su discurso a los 1,3 millones de británicos que viven en la UE. En estas circunstancias, el panorama oscila entre la comedia y el drama. Un primer ministro elegido por 160.000 personas, en quien pocos confían, tiene en sus manos el destino de millones. Las consecuencias son imprevisibles.