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Durante más de 25 años, Arnold Ricardo Iregui trabajó como taxista en Cartagena. | Foto: Archivo Particular

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Arnold de Jesús Ricardo, la historia más allá de la primera muerte por covid-19

Residente en Cartagena, de 58 años, amante del tenis, hincha de Junior, un hermano especial y un taxista particular, así era la primera víctima mortal del coronavirus en Colombia, que en pocos días cumplirá tres meses de fallecido.

5 de junio de 2020

La muerte de Arnold de Jesús Ricardo Iregui quedará marcada como un referente histórico del que quizá muchos se acuerden por un largo tiempo. Pero el fallecimiento de la primera víctima mortal de la covid-19 en Colombia, como en cada uno de los casos ya registrados, esconde una historia detrás que suele arrastrar también las vidas de otros, en este específico la de de su hermana Liliana, quien hasta las últimas horas fue su cómplice y compañera.

Aunque el cuerpo de Liliana batalló más fuerte contra el virus, al punto de que no fue necesario recibir atención en una Unidad de Cuidados Intensivos, las verdaderas secuelas las carga en su parte emocional por los duros momentos que vivió en los 10 días de enfermedad de su hermano y en las situaciones experimentadas en carne propia después, cuando ella misma fue confirmada como positivo.

Es que las vidas de Arnold y Liliana en el día a día, más allá del vínculo de sangre que tenían, funcionaban como una pequeña célula de dos núcleos. Hoy un poco más consciente de los hechos, Liliana llega a la conclusión que compartían prácticamente todo. Los fines de semana o cada vez que podíamos, nos sentábamos a ver partidos de tenis, sobre todo los de Rafael Nadal, nuestro jugador favorito, hasta eso, dice conmovida.

Para ella ha sido muy difícil tener que darse cuenta que ya no está ni para esas pequeñas cosas que los unían más como hermanos. Que después de tantos años de vivir juntos ya no está ese hombre amable y trabajador, esa ‘monedita de oro’, en quien siempre encontraba refugio y apoyo.

Arnold y Liliana solían compartir la mayoría del tiempo, porque tenían muchos gustos similares.

Un día cuando aún eran adolescentes y estaban en mitad de la secundaria, durante una comida familiar, todos empezaron a decir qué les gustaría ser cuando grandes. Muy seguro, Arnold dijo que quería manejar un taxi. A su papá no le gustó y le dio un fuerte regaño.

El momento quedó como una escena cotidiana más cuando Arnold anunció que se trasladaba de Barranquilla a Cartagena a estudiar Economía en la Universidad de Cartagena. Mientras estudiaba trabajó un par de años en el Concejo Distrital, como gerente de cartera de Coldex y como jefe de cartera de la Editorial Salvat. Sorpresivamente, cuando le faltaban tres semestres para recibir su grado de economista anunció que empezaba a estudiar Licenciatura en Ciencias Sociales.

Se graduó como licenciado, pero nunca ejerció. De un momento a otro, sin previo aviso, empezó a manejar taxi. Nunca entendimos por qué tomó esa decisión, pero él era feliz, confiesa Liliana, lo disfrutaba mucho. Antes de cada jornada de trabajo se vestía muy elegante y arreglaba el carro como si fuera una fecha especial, hasta pañitos húmedos para los clientes. Eso sí, siempre trabajó de noche, así no sufría tanto por el calor.

De sus 58 años, Arnold vivió alrededor de 25 detrás del volante. Solía frecuentar el Centro Histórico y el aeropuerto para recoger clientes. Su forma de ser tranquila y amable hacían que, por lo general, los turistas lo contrataran para hacer recorridos de varias horas por la ciudad.

El 12 de marzo, después de cinco días de sentirse muy mal, Arnold fue internado en la Clínica del Mar. Allí contó que el 4 de marzo recogió unos turistas italianos cerca del aeropuerto y que uno de estos parecía resfriado, que estornudó un par de veces durante el recorrido. Cuatro días después del recorrido con los extranjeros, empezó a sentirse mal, le dio mucha fiebre. En la EPS lo incapacitaron por el fin de semana. Volvió a trabajar el lunes. Ni él ni Liliana sospecharon que podía ser el virus, pero los síntomas se volvieron insoportables.

Murió el 16 a las 9 de la mañana, el mismo día en que a Liliana le comenzó la fiebre alta. Aunque estaban en la misma clínica, sus últimas palabras fueron por teléfono. Ella en urgencias y él una habitación. Le dijo que se sentía muy mal, que no lo estaban atendiendo y que el personal médico de la clínica parecía aterrorizado ante su caso, las medicinas se las daban a cualquier hora y lo habían dejado bajo el cuidado de una fisioterapeuta.

Arnold era aficionado a los deportes, especialmetente al teniy y al fútbol. Hincha del junior de Barranquilla.

Para Liliana, a pesar de las evidencias, el caso de su hermano siempre fue tomado como algo menor por el personal de la clínica. Las dos pruebas que le hicieron a Arnold para coronavirus dieron negativo, pero ella recibió el resultado con mucha desconfianza, porque le parecía que los síntomas concordaban con todos los que la gente describía.

Solo una semana después, el Ministerio de Salud confirmó que Arnold de Jesús Ricardo Iregui había sido la primera víctima fatal del coronavirus en Colombia y asociaron su fallecimiento a otras comorbilidades. Liliana insiste en que no era cierto que tenía diabetes, aunque sí tomaba medicina para la hipertensión, pero esto nunca le había causado problemas.

El cuerpo fue cremado según los protocolos establecidos, nadie se pudo despedir. "La segunda muestra no fue tomada adecuadamente en la clínica cartagenera, por lo que su resultado también dio negativo en coronavirus", explicó el Instituto Nacional de Salud.

Liliana considera que la atención en la Clínica del Mar no fue la adecuada y se violaron todas las medidas sanitarias. En una ocasión tuvo que bloquear una de las calles cercanas al centro médico para que llegara la Policía y así poder exponer su caso. Me tuvieron varios días confinada junto a él en una habitación. No me dieron ni un vaso de agua, tenía que salir a comprar yo misma alimentos en la calle, dijo.

Otro duro capítulo estaba por empezar, como ella había acompañado a su hermano en todo el proceso terminó infectándose y la noticia se regó en el barrio. Al volver a la casa sufrió discriminación de algunos vecinos que llamaron a la dueña para decirle que si no la sacaba quemaban todo o la sacaban a pedradas. Alcanzó a temer por su vida y sufrió una crisis nerviosa. Se encerró bajo llave, pidió ayuda a las autoridades.

Fue duro, un doble dolor. Con la ayuda de un siquiatra de la EPS pudo superar la depresión de los primeros días. Liliana dice que antes de que se enfermara Arnold, veía esto del coronavirus como algo insólito, no entendía por qué si decían que no era tan fuerte había matado a tanta gente. Pero, cuando te toca ya es otra cosa. Tenía 58 años. Aunque tengo más hermanos en Barranquilla, quedé sola aquí.  Era mi compinche para reírnos de todo, mi compañía.