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Mauro Gómez, jefe de Las Viudas Negras, se enriqueció tras el cobro de seguros de difuntos casados con mujeres de su organización, como Sandra Nataly Giraldo y Emilsen Yulima Rojas.

JUDICIAL

El capo de 'las viudas'

Mauro Gómez era el cerebro de una banda en Medellín que buscaba hombres incautos a los que obligaba a casarse y comprar un seguro de vida a cambio de lujos y promesas. Al final los asesinaba para cobrar las millonarias pólizas.

17 de septiembre de 2011

En las profundidades de la represa de El Peñol, en Antioquia, los bomberos de Guatapé encontraron, el 28 de septiembre de 2008, el cadáver de Diego Hernández, un maestro de la construcción de 60 años de edad. Cuatro meses después, Emilsen Rojas, de 18 años y desempleada, se acercó a las oficinas de la aseguradora AIG de Medellín para reclamar lo que le correspondía por la muerte de su compañero: 150 millones de pesos de un seguro de vida que Hernández había adquirido días antes de ahogarse. Ella era su única beneficiaria.

Aparte de la peculiar unión entre la jovencita y el veterano, no hubo nada que llamara la atención del caso en Medellín, donde residía supuestamente la pareja. Al entierro fueron algunos conocidos de ambos, aunque la familia de Diego, que vivía en Pereira, ni siquiera se enteró de su muerte. Pero tres años después, la Policía de Antioquia descubrió que esta no era solo una singular historia de amor con trágico final, sino uno de muchos asesinatos premeditados cometidos por una banda conocida como Las Viudas Negras.

Liderada por un oscuro personaje llamado Mauro Gómez Cataño, la organización se encargaba de 'reclutar' hombres ingenuos de bajos recursos y sin arraigo, a quienes ofrecía lujos y promesas de trabajo en el exterior a cambio de casarse y comprar un seguro de vida. Pero en cuanto caían en sus redes, Gómez Cataño y sus cómplices los asesinaban para que sus 'adoloridas' viudas cobraran las millonarias pólizas, de las que él se quedaba con la mayor tajada. Al resto le correspondía, en promedio, cinco millones de pesos por cabeza.

La Sijín tiene en su despacho los detalles de otros dos homicidios cometidos por esta banda, pero se investigan más casos de hombres muertos en circunstancias similares que venían de Cartagena, Santa Marta, Barranquilla y el Eje Cafetero. Hasta el momento hay ocho miembros de la organización capturados, entre los que están el capo, dos 'viudas' y cinco personas que hacían los contactos con las víctimas. Todos están acusados de concierto para delinquir, homicidio agravado y estafa. "Mientras unas mujeres se ofrecían para casarse con los asegurados, otras participaban en los asesinatos, conseguían abogados y hacían las vueltas para cobrar la plata", dijo el coronel José Gerardo Acevedo, comandante de la Policía de Antioquia.

Según las pesquisas, Diego salió de Pereira (donde siempre vivió) un mes antes de su muerte. Un conocido le habló maravillas de Mauro Gómez y lo convenció de viajar a Medellín. Allá le echaron el cuento del matrimonio y la póliza, pero iba tan ilusionado que no sospechó de un asunto tan reforzado. Por lo visto, el tema del matrimonio no acabó de sonarle, pero sí compró el seguro. En la noche del 27 de septiembre, tres de sus nuevos 'amigos' lo invitaron a un plan novedoso para él: acampar en El Peñol, donde supuestamente iban a pescar, aunque él no tenía ni idea de hacerlo. Allí lo esperaba su destino. En un descuido, sus acompañantes lo empujaron a la represa y Diego pereció ahogado. Emilsen se presentó a cobrar el seguro y declaró que llevaba dos años viviendo con él. Pero la familia de Diego, que se enteró de todo seis meses después de su muerte, contó que este salió de su casa solo, el 28 de agosto de ese mismo año y que no lo extrañaron porque se perdía por temporadas. Pero una cosa sí era segura: en su vida no había ninguna Emilsen.

Jairo de Jesús Ochoa, un campesino de 50 años, oriundo de Bello, también cayó en las garras de Las Viudas Negras. El 24 de junio de 2009 se casó por lo civil con Sandra Giraldo, 27 años menor que él, con la ilusión de trabajar en España. Mauro Gómez le organizó una extraña 'luna de miel' colectiva a los ocho días del matrimonio. Por tierra se fueron Mauro, los recién casados y tres amigos más hacia Santa Marta. Cuando pasaron por Cereté, pararon en un Banco Santander y compraron una póliza de seguro de vida por noventa millones de pesos que beneficiaría a Sandra si su cándido esposo moría.

Conocido el modus operandi de la banda, el destino de Jairo era previsible. Sin embargo, la historia dio un giro inesperado. Cuando llegaron a las playas de El Rodadero, lo retaron a que se encaramara en un peñasco. Y cuando llegó a la cumbre, lo empujaron al vacío, con tan mala suerte para los delincuentes que solo se golpeó en los brazos y las costillas, y nadó como pudo hacia la orilla. "¡Se iban a hacer millonarios con mis huesos!", alcanzó a decirles Jairo antes de regresar otra vez a su pueblo. Y aunque pudo contarles lo sucedido a las autoridades, era demasiado tarde. El 25 de agosto del año pasado alguien lo asesinó a tiros en una finca que cuidaba. Su seguro, cuando iba a ser cobrado, ya estaba vencido.

La tercera víctima conocida por la Policía de Antioquia es Julián Muñoz, cotero de Pereira y amigo de infancia de Mauro Gómez. El 6 de diciembre de 2009 este lo contactó y tres días después lo invitó a Medellín. El 29 de diciembre adquirió un jugoso seguro de vida por 585 millones de pesos a nombre de la misma Sandra Giraldo, quien esperaba casarse con él cuando superaran el inconveniente de la supervivencia de su primer 'marido', el pobre Jairo. El 2 de enero de 2010 se fueron a El Peñol para celebrar el Año Nuevo y un supuesto viaje que iban a hacer a México, donde él trabajaría como mecánico. Pero le esperaba la misma suerte de Diego Martínez: lo tiraron al agua y murió. No obstante, no lograron cobrar la millonaria indemnización, pues las autoridades ya les estaban pisando los talones.

Según los investigadores, gracias al exitoso pero criminal negocio, Mauro Gómez Cataño tenía en arriendo propiedades en tres exclusivos barrios de Medellín y dos carros último modelo. Viajó varias veces a Estados Unidos y Venezuela, se vestía con ropa de marca y usaba costosas joyas. Por eso las autoridades creen que los casos de Diego, Jairo y Julián son apenas la punta del iceberg y que falta relacionar varios más sucedidos en otras regiones del país.

No sucedía lo mismo con sus 'colaboradores' y, sobre todo, con las 'viudas'. Sandra vivía en un barrio pobre de Marinilla y Emilsen tenía una pequeña casa en el barrio Manrique de la capital antioqueña. A ellas les quedaba mucho menos en la repartija, aunque eran las protagonistas y participaban con especial sevicia en los actos perversos de la banda de Las Viudas Negras.