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| Foto: Archivo SEMANA

JUSTICIA

El secuestro del general Alzate contado por sus captores de las Farc

El plagio del oficial desató una crisis en el proceso de paz del 2014. Hubo polémica porque el general estaba de civil y sin guardia en plena zona de guerra en Chocó. SEMANA accedió a un relato de sus secuestradores, consignado entre los miles de documentos que el Ejército y la Fiscalía le entregaron a la Comisión de la Verdad.

2 de septiembre de 2018

El general Rubén Darío Alzate fue secuestrado por las Farc el 16 de noviembre de 2014, en el caserío Las Mercedes, en Chocó. Nunca antes, un oficial de tan alto rango había caído en poder de las Farc. El hecho puso en crisis el proceso de paz que avanzaba en La Habana.

Junto a él, también fueron plagiados la abogada Gloria Urrego y el cabo Jorge Rodríguez. Permanecieron 13 días en cautiverio, amarrados y sometidos a largas jornadas de desplazamiento. El mismo Pastor Alape, negociador de la guerrilla, dirigió la entrega de Alzate, quien renunció tras su liberación.

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Durante su cautiverio hubo polémicas, no solo por la afrenta que representaba al proceso de paz. También se cuestionaba que el oficial estuviera sin su guardia y de civil en plena zona roja. Él explicó que estaba adelantando labores sociales en el territorio.

“Fui al corregimiento de las Mercedes adoptando una medidas de seguridad que incluían desinformación de mi ruta y destino final, el no acompañamiento de mi anillo de seguridad y el manejo de un bajo perfil, razón por la que iba de civil y sin armamento. Para mí es importante enfatizar que adicional al bajo perfil, usé el vestido de civil para fortalecer la confianza de la comunidad que merece nuestra atención y acercamiento”, explicó el general en su momento.

Entre los miles de documentos del informe Génesis que el Ejército y la Fiscalía le entregaron a la Comisión de la Verdad, reposa uno que ayuda a esclarecer este episodio, titulado “Historia corta de la captura del general”.  SEMANA empezó a publicar los más reveladores desde su última edición impresa.

En esta entrega, alias Chaverra, 
Melkin y Malicia, los guerrilleros que ejecutaron el secuestro de Alzate, lo cuentan en primera persona.

Relato de Chaverra y Melkin:

Yo estaba encaletado en la orilla del Atrato. Estando sentado al frente de la iglesia debajo de un palo de almendro que  hay en ese caserío, vimos que venía bajando una panga verde. Todos dijimos “es una piraña del Ejército”.  Como los fusiles los teníamos escondidos dentro de la panga de nosotros, todos dijimos “quedémonos quietos, fresqueros, que pasan de largo”.

En un momento la panga giró y arrimó a unos 100 metros más arriba de donde estábamos nosotros.Yo le ordené

a los pelaos: saquen los fusiles rápido. Mientras sacaron los fusiles se saltaron dos hombre y una mujer vestidos de civil y caminaron hacia la iglesia donde nos encontrábamos nosotros. Pero en ese momento el motorista alcanzó a verle los fusiles a los muchachos.  

Inmediatamente el motorista se abrió. Eso nos causó sospecha. Los manes seguían hacia donde  nosotros y nosotros hacia donde ellos a encontrarnos. Como nos habían informado que andaba un sargento, un cabo y un soldado profesional de civil, buscándonos para pistolearnos, cuando estábamos a una distancia de unos 5 metros procedimos a encañonarlos y les preguntamos que quiénes eran y que para dónde iban. Nos respondieron “somos trabajadores del Sena, venimos a revisar la construcción de la iglesia”.  Procedimos a requisarlos.  Estaban desarmados. Les preguntamos, ¿esa es una piraña del Ejército? Nos respondieron “no, 
no, es una panga acondicionada”.

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Como estábamos en esos momentos de confusión resolvimos tirarlos a la panga de nosotros y abrirnos con ellos Yo empecé a mirar las billeteras de los manes.  Lo primero que encontré fue una cédula militar donde decía “oficial activo del Ejército en servicio”. En ese momento entró una llamada a mi teléfono, era un amigo que vive en bahía al frente de Quibdó.  Me dice “mano, quítese, porque se cogieron un duro del Ejército y salieron 11 pirañas para abajo”.  Nos abrimos Atrato abajo y empecé a contactar a Paye por teléfono.  

A los 15 minutos lo localicé y le comenté que habíamos cogido un man del Ejército y él me responde “tráigase ese hp,  lo arrima a boca de Chaquenendo y usted se presenta donde mí”.  Hasta el momento no sabía a quién teníamos.  Cuando llegó donde Paye empieza a revisar las billeteras y a mirar documentos y cuando él mira la tarjeta del BG (brigadier general) me pregunta: “¿ese es el tipo que usted tiene?” Yo le digo sí.  Él me dice “mano, pongámonos pilas porque ese es un general y no podemos dejárnoslo quitar y saquemos del mejor personal que tenemos para cuidarlo”. Y me mandó con la gente que lo iba a cuidar y a requisarlo bien y a quitarle todo tipo de alhajas que tuviera y a esposar. Cuando le fui a poner las esposas, me dijo “es el primer hombre en mi vida que me coloca unas esposas, nunca se me va a 
borrar esto de mi mente”.

Al día siguiente se elabora el parte para pasarlo a Pedro, y este ordena que se ponga al frente de esta tarea el camarada Chaverra. Salimos a realizar las instrucciones con la comisión, Melkin y Chaverra, para comenzar a organizar la movida del personal y todo lo que tiene que ver con medidas de seguridad, alimentación y todo lo que el caso ameritaba. Estábamos en esas cuando se vino el desembarco. 

Este comenzó en la comunidad de Pueblo Viejo, y en horas de la tarde en la Villa, esto hizo que las unidades les tocara salir dispersas. 

Relato de Javier (Malicia), comandante de la escuadra de cuido:

Las tropas que les tocó salir con el general sumaron 20. El día martes 18 de noviembre le orientan que crucen el río Arquía y se enruten hacia río Guaguando. Apoyándose en un miliciano diestro en el terreno este lo saca hasta la comunidad pasando por la Ciénega de Chicarabia, cuando íbamos en esta parte realizó el helicóptero un ametrallamiento a la parte de atrás de nosotros y el General dijo “nos van a hacer matar estos HP”.
 
Él siempre le expresaba a el mando de la comisión que estaba dispuesto a hacer todo lo que le ordenara con tal que regresaran vivos al seno de sus familias. Cuando llegaron a la orilla de Guaguandó tomaron la decisión de vendarlos, para que no se orientaran de las cordilleras ni vieran las comunidades.  Esto como medidas para que no se ubicaran y
para que la población tampoco los vieran.  Cuando iban llegando a las comunidades lo tapaban con plásticos. Desde ese momento quedó esa unidad sin comunicación con la dirección. Ellos expresaban que nunca en su vida pensaba que el comportamiento de la organización era como lo estaban viviendo porque a les habían infundido que cuando caía un
miembro del Ejército los torturaban y los aporreaban.
 
Se les consiguió botas, toalla, sudadera, medias, interiores, bolsos y útiles de aseo, también se les consiguió cigarrillos para el cabo que fumaba, y mecato para el resto. También el general pidió una agenda o libreta que no se le concedió. 

Siempre se le montaba la guardia día y noche y en la noche los amarraban  por medidas de seguridad. Los 3 dormían juntos en una sola caleta. Esto para ellos fue una gran sorpresa, pues nunca pensó que los dejaran juntos y mucho menos el cabo pensó que lo dejaran fumar cigarrillo. El general le expresó a Malicia que estaba cansado de la guerra, que lleva los treinta y cuatro años en guerra y que quería ver la paz.

El cabo le cargaba el equipaje a todos 3, los guerrilleros le iban a ayudar y el cabo decía que el cargaba eso que él estaba enseñado a cargar más pesado. En una de esas empantanadas expresó el general que iba a mandar a adornar los zapatos para tenerlos de reliquia, para que cuando los viera acordarse que con ellos le había tocado trajinar las selvas del Chocó con los guerrilleros del 34.

Decían que la alimentación, era muy buena porque se estaban engordando y que si el tiempo se prolongaba les tocaría comenzar a hacer dieta. El general se sintió muy triste cuando el leyó las revista que le entrego el camarada Pastor, al ver los comentario y su imagen por el suelo por los montajes de los medios y los comentarios del Estado. Lo ofendió mucho que lo llamaran general papaya. 

Él quería que más adelante tuviera la oportunidad de sentarse en otras condiciones con los comandantes de la guerrilla de esta zona con Benkos, Pedro o con cualquiera. El general le dijo a Malicia que si había contactos en el futuro él podía apoyar en el futuro con lo que estuviera a su alcance.

El día que lo fueron a entregar abrazaban los guerrilleros y se sentía muy agradecido y que ojalá más adelante hubiera oportunidades para vernos.  Le daban ganas de llorar.