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Fernando Cepeda Ulloa fue fundador del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Ha sido ministro y embajador. Durante años ha estudiado los esquemas de gobernabilidad en Colombia y en el mundo. | Foto: León Darío Peláez

POLÍTICA

“La representación política es legítima”: Fernando Cepeda

El politólogo sostiene que no es un pecado que los partidos tengan representantes en el gabinete y que, por el contrario, puede favorecer la gobernabilidad.

23 de febrero de 2019

SEMANA: El discurso del Gobierno y de sus ministros está estructurado alrededor de la idea de ‘pacto’ o de ‘pactos’: pacto por la equidad, pacto por la seguridad, pacto anticorrupción… ¿Cómo ve, desde la perspectiva de la gobernabilidad, la idea del ‘pacto’?

Fernando Cepeda: Creo que la idea del pacto que ha repetido el presidente inicialmente se concibió como la posibilidad de superar la gran confrontación política derivada de la campaña con la que arrancó este periodo. Sin embargo, ha sido una idea difícil de aterrizar. No es claro qué acciones ha tomado el Gobierno para construir un pacto político o temático.

SEMANA: ¿Cuál es, desde su perspectiva, la forma de construir un pacto?

F.C: Articulando diálogos con fuerzas de alcance nacional, o promoviendo consensos en torno a un tema; pero no se ha hecho eso. El único ejemplo que se acercó fue el de la mesa anticorrupción. Aunque respondió a una convocatoria exitosa del presidente Duque, no se tradujo en medidas o leyes concretas.

"Si un presidente solo convoca partidos, tiene respuestas con lógicas partidistas"

SEMANA: Pero el presidente convocó a comienzos de mes a los partidos para generar consensos alrededor del Plan de Desarrollo…

F.C: Frente a esas reuniones, registré un cubrimiento muy pobre de los medios, por un lado, y que no hubo una discusión programática, por el otro. Creo que el presidente se debería mantener en la línea de gobernabilidad que intentó con el pacto anticorrupción y convocar a todas las fuerzas políticas, incluyendo a la oposición y a la sociedad civil, en torno a un tema. Es que si usted convoca solo partidos, tiene una respuesta exclusivamente partidista. Es lógico que los convocados salieran a pedir representación política. En cambio, si hace una convocatoria sumando sociedad civil, academia y expertos alrededor de un solo tema, la construcción colectiva se impone. Hacer un pacto sobre el plan de desarrollo es muy difícil, porque este no gira exclusivamente en torno a un tema.

Lo invitamos a leer: ¿Cuál es la estrategia de Duque para construir gobernabilidad?

SEMANA: ¿Cree que el discurso de seguridad, fortalecido después del atentado del ELN, podría ser funcional a la construcción del pacto?

F.C: Me parece que el asunto más interesante para construir el pacto, que no polariza, y que tiene vigencia en Colombia y en el mundo, es el de la equidad. Duque lo esbozó recién posesionado. Alrededor de esa idea puede convocarse a todos los sectores políticos y sociales. Así lo hicieron Alfonso López Michelsen, Virgilio Barco y otros. Ese es un asunto en auge, porque la globalización ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

SEMANA: ¿Cómo se articulan la posibilidad de construir un pacto y la gobernabilidad?

F.C: El tema de gobernabilidad es eminentemente político, y las dificultades para construirla pasan por varias razones. Primero, por una ruptura del consenso político, la cual estamos viviendo. Segundo, porque hay un deterioro de las costumbres políticas. Tercero, porque los partidos están en crisis. Respecto a este último aspecto, ocurrió en la campaña electoral de 2018 algo asombroso: que el país haya elegido a un ciudadano que llevaba 13 años viviendo en Washington, quien fue elegido senador gracias a una lista cerrada encabezada por Uribe, es sorprendente. Más aún es que ese ciudadano, que no era conocido ni allá ni aquí, haya derrotado a candidatos con trayectorias significativas, avalados por partidos sólidos –como Humberto de la Calle y Germán Vargas– y que además tenían en su historial logros intangibles como la Constitución de 1991, y tangibles como la política de vivienda. Es tal el cansancio con las fuerzas políticas que el país eligió a un joven con poca trayectoria, avalado por un partido nuevo. Así no se llegaba al poder en Colombia jamás.

SEMANA: César Gaviria también fue visto en su momento como un presidente joven, al que se le ‘apareció la Presidencia‘…

F.C.: Pero César Gaviria tenía el apoyo de un partido tradicional, había sido alcalde de Pereira, presidente de la Cámara, miembro de la dirección del Partido Liberal, ministro de Hacienda, ministro de Gobierno y ministro delegatario. Duque ganó sin esa trayectoria y sin fuerzas políticas, lo cual hace más complejo convocarlas para garantizar gobernabilidad. Llegar a la Presidencia sin apoyo de partidos, excepto el suyo propio, también tiene su costo. Es casi un milagro que, en ese contexto, partidos como la U y el Conservador estén, al menos formalmente, en la coalición presidencial.

"Es posible construir el pacto nacional articulando un diálogo con fuerzas de alcance nacional alrededor de un tema".

SEMANA: Iván Duque no tenía un partido sólido atrás, pero tenía la fuerza del uribismo…

F.C.: Aunque el tema de vincular a Iván Duque con Álvaro Uribe hace más complejo el análisis, es un hecho que los partidos están desgastados. Algo similar ocurrió con la votación de Petro, que no fue menos significativa. Y aunque a diferencia de Duque había sido alcalde y congresista, tampoco tuvo a las fuerzas tradicionales apoyándolo. La campaña de Petro no fue una campaña de partidos.

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SEMANA: Usted sostiene que en Colombia siempre hay un ‘partido presidencial‘. ¿Qué pasa en el caso de Duque, que tiene tantas dificultades para armar mayorías?

F.C: En este caso, al otro día de la primera vuelta ya había un ‘partido presidencial‘ o mayoritario. ¿Qué pasó? El partido presidencial se perdió apenas se posesionó el presidente Duque, quien construyó un gobierno sin la participación en el gabinete de los partidos diferentes al Centro Democrático (U, Liberal y bancada de Cambio Radical), que lo apoyaron en la última etapa de la campaña.

SEMANA: Que los partidos que apoyaban un candidato no tuvieran representación una vez este era elegido tampoco se había visto…

F.C: En el esquema de gobierno que diseñamos con Barco teníamos la obligación constitucional de incluir a la oposición. Como el conservatismo no aceptó tres ministerios, considerando que era poco, el presidente quedó en libertad y confirmó un gobierno liberal. Pero hizo el intento de gobernar con otras fuerzas. Y es que el objetivo prioritario de un gobierno debe ser construir gobernabilidad. En Colombia, ese ejercicio ha estado ligado a la representación. Exceptuando el de Barco, por lo que señalé, desde 1957 el país había tenido gobiernos de coalición. La lógica de las adhesiones partidistas es poder gobernar. El caso de César Gaviria demuestra que para eso no se necesitan consensos absolutos.

SEMANA: ¿Por qué?

F.C: En el Gobierno Gaviria la coalición incluyó a liberales, conservadores y al M-19. Antonio Navarro entró al Gobierno como ministro con la condición –que él puso– de no firmar solicitudes de extradición, pues su partido se oponía a esa figura. Gracias a esa actitud, se generaron mejores condiciones de gobernabilidad. Pero esa flexibilidad no es previsible en el Gobierno Duque. Él ha insistido en negar representación en el gabinete a partidos que no sean el Centro Democrático. En ese contexto, la única salida que tendría para garantizar gobernabilidad sería promover un pacto temático. Y no se trata de lograr las mayorías que tuvo Santos, aunque sí unas que le permitan gobernar.

SEMANA: Pero los políticos están tan deslegitimados que, desde el Gobierno y la ciudadanía, la representación política se concibe como ‘mermelada‘. ¿Es ‘mermelada‘?

F.C: No. Por supuesto que no. La representación política es legítima. Además de que la merecen quienes apoyaron el triunfo o ayudan a la gobernabilidad, es legítima porque una vez que el presidente es elegido deja de ser el representante de una sola facción política –en este caso el Centro Democrático– y pasa a ser el representante de la unidad nacional.

SEMANA: En un contexto tan polarizado frente a temas estructurales como la paz, ¿es posible la construcción de un ‘pacto nacional‘?

F.C.: La representación política podría ayudar a superar ese escollo. Dado que las alcaldías y las gobernaciones ya no dependen del Gobierno, esa representación podría darse en el nivel presidencial. Eso no tiene nada que ver con contratos ni con reparticiones por debajo de la mesa, frente a lo cual el presidente debe y puede seguir manteniendo la línea que ha impuesto. No hay gobierno en el mundo que no considere la representación como forma de mantener la gobernabilidad. Incluso en Inglaterra, que tiene condiciones más complejas por haber regímenes parlamentarios que exigen mayorías, han convivido laboristas y liberales; han hecho acuerdos de representación a pesar de la diferencia. No hay problema en reservar algunos desacuerdos. Seguro habrá temas en los que el Liberalismo o Cambio Radical pedirán reservas, pero con representación de diversas fuerzas el ejercicio del gobierno será más fluido.