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Con las megaobras, Bogotá compromete su chequera por 24 años

Proyectos claves del Distrito como el metro y la troncal de Transmilenio por la Séptima se construirán con el presupuesto futuro de la ciudad. Hay advertencias por la capacidad de ejecución que se le deja a los alcaldes futuros.

27 de octubre de 2017

Dos decisiones relevantes sobre el futuro financiero de Bogotá se tomaron en el último par de meses para darle viabilidad a los proyectos más importantes del Distrito. Lo que las une es que comprometen los recursos que la ciudad tiene desponibles para los años venideros. Y aunque es normal que las megaobras se ejecuten con recursos de los que aún no se disponen, también es cierto que esos movimientos financieros, precisamente, son de los más cuantiosos en la historia de la ciudad.

Este martes, la Comisión de Hacienda del Concejo avaló el proyecto de acuerdo presentado con ponencias positivas de los cabildantes María Victoria Vargas y Yefer Vega, con el que se da el primer paso para comprometer 6 billones de pesos del Distrito, destinados a la construcción de la primera línea del Metro. Es un requerimiento urgente, que se da luego de que la Nación le diera al visto bueno a los 9 billones que se desembolsarán desde las arcas del país para la misma obra.

Todavía falta que la plenaria del cabildo apruebe definitivamente el uso de esos recursos, pero eso es casi un hecho. En esencia, esa plata saldrá de las vigencias futuras de la ciudad durante los próximos 24 años. Es decir, la obra que arrancaría, según el cronograma, en el primer semestre de 2019, se ejecutaría con recursos que se descontarán al presupuesto anual de la ciudad hasta el 2041.

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Las fuentes de financiación del proyecto serán las que le entrarán a la ciudad provenientes de la sobretasa a la gasolina, las reservas de la ETB y la EEB, los aportes ordinarios y el cupo de endeudamiento. Según las exposiciones de la misma Secretaría de Hacienda, incluidas en el proyecto de acuerdo presentado al Concejo, el uso de esas vigencias futuras del metro "no compromete la sostenibilidad de la deuda del Distrito".

Esto quiere decir que pese al impacto sostenido que tendrá por más de dos décadas, la ciudad puede permitirse, en sus proyecciones, esa forma de financiación. Actualmente, el Distrito tiene un tope máximo de uso de vigencias futuras para impedir que la ciudad se desbalancee financieramente. Ese techo anual es de 1,3 billones anuales que se pueden comprometer de los recursos futuros de la ciudad. A partir de 2028 se prevé que ese cupo se ampliará.

Para poner en números el caso de un año, en 2018, por ejemplo, la construcción del Metro tendrá un impacto de 197.000 millones en las arcas del Distrito. A eso se le suma el resto de recursos futuros que la ciudad ya comprometió para ese año en otros proyectos (776.000 millones) y eso significa que Bogotá queda a 327.000 millones de llegar al tope de uso de las vigencias futuras.

En adelante, anualmente, la ciudad irá desembolsando entre 366.000 y 197.00 millones cada año hasta 2041. Es decir que los próximos alcaldes le tendrán que restar esa cifra a las vigencias que a su vez tendrán disponibles para ejecutar otros proyectos. Así es como el Distrito financia su parte del metro.

El pasado 6 de septiembre, el Concejo había tomado otra decisión, por petición de Enrique Peñalosa, que también pesa sobre el presupuesto futuro de la ciudad. Entonces aumentó en 2,4 billones de pesos el cupo de endeudamiento que la ciudad ya tenía fijado en 5 billones. Así, la capacidad de deuda de Bogotá alcanzó su nivel más alto en la historia.

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En esa oportunidad, el Distrito hizo la solicitud para tapar un hueco en la financiación del Plan de Desarrollo del Alcalde. Cuando Peñalosa presentó el plan de inversión para su cuatrenio por 96 billones de pesos (el más ambicioso que ha habido para la ciudad) tuvo en cuenta varias formas de financiación extra, como las alianzas con privados y la venta de activos de la ciudad, entre esos, la ETB y el 20% de la EEB.

Pero la enajenación de las acciones del Distrito en la empresa de telecomunicaciones está embolatada por cuenta de las movidas jurídicas del Polo y de los sindicatos de la ETB. Si la venta llega a salir adelante, es posible que el alcalde ya no alcance, por tiempos, a usar esos recursos. Por eso presentó la ampliación del cupo de endeudamiento, que también supone comprometer recursos futuros que se destinarán a la construcción de colegios, la inversión en seguridad pero, sobre todo, para la construcción de la troncal de Transmilenio por la Séptima (para la que irían destinados 1,14 billones).

Cuando la ampliación del cupo de deuda fue aprobada, hubo algunas críticas. Ricardo Bonilla, economista y profesor de la Universidad Nacional, también secretario de Hacienda del gobierno Petro, aseguró que "manejar niveles de endeudamiento tan altos significa comprometer los recursos de la ciudad por 20 años". Su queja pasaba por el hecho de que el aumento del cupo le quita margen de ejecución financiera a los próximos alcaldes de la ciudad.

Bogotá está en un momento clave. La ciudad ya no aguanta su ritmo de crecimiento con la misma infraestructura de las últimas décadas. Pero es claro que ponerse al día vale. Y la ciudad pagará por varios años.