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Partido de la U | Foto: SEMANA

POLÍTICA

El partido de La U: una gloria que se esfumó

La U, que fue una aplanadora en el Congreso, atraviesa hoy por su peor momento. En pocos días perdió a sus dos voces más mediáticas y esta semana fue capturado el senador Eduardo Pulgar.

6 de diciembre de 2020

La captura del senador Eduardo Pulgar, por tratar de sobornar presuntamente a un juez, se convirtió en el último episodio de una cadena de hechos que tienen al Partido de la U sumido en su crisis más profunda. Con la detención de Pulgar, el otrora poderoso movimiento fundado por Santos y Uribe para la reelección de este último perdió a su tercera ficha en menos de un mes.

La colectividad ya había sufrido, hace unas semanas, las bajas de sus dos figuras más mediáticas, los senadores Roy Barreras y Armando Benedetti, quienes se fueron alegando una falta de independencia del movimiento frente al Gobierno Duque. Ese portazo de las dos voces más influyentes de La U abrió una grieta.

“La U hoy está muerta”, dice Benedetti, mientras que Dilian Francisca Toro, la nueva directora de la colectividad, lo descarta de plano. Ella cree que las últimas sacudidas no supondrán el entierro de su partido y apuesta por tratar de mantener vivo a un movimiento que en el pasado mandó la parada en el Congreso.

“Así como unos se van, otros llegan, se darán cuenta. Estoy tratando de que otras personas arriben, aspiren, vean que hay renovación y otra dinámica”, asegura Toro. Sin embargo, basta con comparar las cifras, desde aquellos años gloriosos hasta la actualidad, para confirmar cómo los votantes de La U se han ido esfumando poco a poco, como consecuencia del tormentoso divorcio de sus dos principales promotores: Santos y Uribe.

Santos: "Sí hay diferencias (con Uribe), pero yo no diría que de fondo, sino más de forma".

En 2006, apenas un año después de su fundación, La U barrió electoralmente y se convirtió en un partido realmente influyente al elegir a 20 senadores y 29 representantes a la Cámara. Un vigor que ningún presidente puede obviar.

Cuatro años más tarde, el triunfo fue arrollador: se transformó en la fuerza política mayoritaria del país, incluso por encima de las colectividades tradicionales. Logró 28 senadores y 50 representantes a la Cámara, cifra récord para un nuevo movimiento capaz de albergar a políticos de distintas vertientes, como liberales, conservadores e independientes. “Ese fue el momento de oro”, recuerda Roy Barreras.

Con la ruptura entre Santos y Uribe empezó la decadencia en cámara lenta. En las elecciones de 2014, en plena reelección de Santos, surgió el Centro Democrático, y su nacimiento coincidió con el desplome del caudal político de La U: en esa ocasión obtuvo 21 curules en el Senado, siete menos que en el periodo anterior.

Como la pelea se agudizó, el uribismo protagonizó una férrea oposición a Santos, al considerar que abandonó las banderas de Uribe. Ese pleito que hoy no termina llevó a que La U terminara pagando los platos rotos: en 2018 bajó a 14 senadores. Pero más allá de la separación irremediable de los expresidentes, ¿qué otros factores contribuyeron a la crisis de La U? Unos alegan que perdió su identidad al pasar de ser uribista a santista.

Y, en la actualidad, a ser un partido del entorno del Gobierno, aunque sin mayor participación burocrática. La U es amiga de Duque, pero la cuota del Ministerio del Trabajo, en cabeza de Ángel Custodio Cabrera, no ha sido asumida como tal y quisieran más participación en el gabinete.

En toda la crisis, una gota que rebosó la copa fue la renuncia de su expresidente, el exministro de Agricultura Aurelio Iragorri. Su salida se dio luego de una dirección más bien tibia y que no colmó las expectativas, según contaron dirigentes que pidieron la reserva. Iragorri, uno de los hombres de confianza de Santos, dejó su cargo para darle paso a la exgobernadora del Valle Dilian Francisca Toro, una baronesa política que ha navegado entre las aguas del uribismo y el santismo.

Ese fue el detonante que llevó al senador Barreras, el más votado de la colectividad en las pasadas elecciones legislativas con 113.000 votos, a renunciar. Barreras argumentó “diferencias ideológicas irreconciliables”.

Luego vino la segunda baja, con la renuncia de Armando Benedetti, que ganó su curul con 79.492 votos y que terminó en la Colombia Humana al lado de Gustavo Petro. “Me di cuenta de que sobro; La U es el Titanic”, señala Benedetti. Es decir, en menos de 30 días, a La U se le fueron de sus manos casi 200.000 votos.

Eso sin contar los 81.698 que están a punto de perderse si condenan al senador Pulgar y declaran la silla vacía, una cifra suficiente para que Dilian Francisca Toro esté pensando en nuevos candidatos que le permitan al menos sostener los 14 escaños en el Congreso en las próximas elecciones legislativas.

Esa tarea no será fácil. Barreras y Benedetti son políticos tradicionales, reconocidos, con una amplia exposición en medios y votados durante varios periodos. Incluso, muy por encima de los otros senadores de La U, entre ellos Berner Zambrano, Juan Felipe Lemos, Maritza Martínez y Andrés García Zuccardi, quien acaba de perder a su padre por coronavirus, Juan José García Romero, líder de una de las casas políticas más poderosas de Bolívar y quien le ponía gran parte de su caudal electoral.

¿Aspirarán ellos de nuevo al Senado? Aún es pronto para saberlo. Pero quienes decidan lanzarse deberán esforzarse en pescar parte del electorado que se llevaron Barreras y Benedetti. También están los votos de otras bajas sensibles que integraron la pasada lista al Senado.

Aunque se quemaron, seguramente no estarán de nuevo con La U. Es el caso del hoy ministro Ángel Custodio Cabrera, a quien se le ve más en las toldas del Centro Democrático. Alfredo Molina le coquetea al Partido Liberal, mientras que Jimmy Chamorro y el exsenador Manuel Guillermo Mora tampoco se volverían a lanzar por La U.

“Todos los partidos han tenido crisis y problemas. Hay gente que quiere estar y otra que no. Uno no puede estar donde no quiere. Me preguntan cómo reemplazaré a quienes se fueron y les digo que hay muchas personas valiosas”, dice Toro.

En ese orden de ideas, ¿hacia dónde va esta colectividad? Se habla de renovación, de un centro de pensamiento de La U, de congregar jóvenes, de viajes a las regiones para escuchar a los líderes y a las comunidades, y de conectarlo con la ciudadanía. ¿Se logrará?

En la consulta de la derecha y la centroderecha para escoger a un candidato presidencial único, y que se votaría en las elecciones legislativas de marzo de 2022, es posible que La U participe y que la precandidata sea Dilian Francisca Toro. No obstante, las críticas del uribismo al acuerdo de paz de La Habana y la arremetida contra la JEP pueden alejar esas posibilidades, pues Toro ha dicho que no apoyaría ese tipo de banderas.

La crisis de La U es apenas un reflejo del desgaste generalizado de los partidos políticos en Colombia. La más reciente encuesta de Invamer muestra que la mayoría de los colombianos no se identifica con ninguna colectividad. El movimiento con el que más hay simpatía es el liberal (14,7 por ciento), seguido del Centro Democrático (12 por ciento). Solo el 8,4 por ciento dijo que pertenecía a La U.

“Los partidos en Colombia son un enfermo terminal; no han sido capaces de crear una alternativa para resucitar la democracia en el país”, dice el historiador y exconcejal de Bogotá Juan Carlos Flórez.

De momento, La U seguirá apoyando a Duque, tratando de desmarcarse de los extremos y defendiendo el cumplimiento de los acuerdos de paz. De las decisiones que se tomen en el corto plazo dependerá la suerte que correrá en las próximas elecciones al Congreso, donde tratará de recuperar el brillo que ha perdido. Hoy el Partido de la U luce huérfano.