DENUNCIA

Los relatos sobre presunto acoso sexual que implican al empresario Pedro Medina

El reconocido ejecutivo es señalado por varios hombres. Así narraron los hechos las presuntas víctimas.

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31 de agosto de 2018, 12:10 a. m.
Durante el último mes, varios hombres denunciaron a Pedro Medina. | Foto: Tomada de video de yocreoencolombia.com

Pedro Medina es un reconocido empresario de Colombia. En el 99 creó la Fundación Yo Creo en Colombia, cuyo objetivo es “empoderar a los colombianos para que puedan destacar lo positivo de su país y generar alternativas de cambio”, según puede leerse en su página web.

Medina dictó clase en diversas universidades del país y, además de catedrático, es reconocido por sus conferencias en donde impulsa jóvenes a zambullirse en el mundo del emprendimiento.

Sin embargo, durante esta semana su nombre volvió a los medios de comunicación pero no por sus logros empresariales. Muchachos que fueron sus pupilos o estudiantes hace años, cuyas edades oscilaban entre los 18 y los 24, decidieron dejar a un lado el silencio y hacer público lo que, según cuentan, tuvieron que vivir. Lo denunciaron por acoso sexual.

Andrés* compartió su testimonio con La FM, hace un par de semanas. Conoció a Medina en una conferencia a la que asistió sobre Yo Creo en Colombia. Luego de la disertación, según contó Andrés, Medina escogió a algunos de los jóvenes presentes para hablar con ellos un poco más de cerca. Al final, lo escogió él para ser su tutor y guiarlo en el camino del emprendimiento.

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“Ya eran las 9, 10 de la noche. Él tenía que irse y me preguntó si podía ir con él”, indica Andrés. Él no vio problema en acompañarlo, así que accedió sin sospecha alguna. Un conductor los recogió en un carro blanco y los llevó a la casa de Medina.

Cuando llegaron a la vivienda, empezaron a hablar de todo un poco. “Empezó a intentar apoyarme en temas sentimentales, yo en ese tiempo estaba enamorado de una niña de la universidad. Por la confianza que él me dio, le empecé a pedir consejos”, comenta Andrés.

Sin embargo, la charla sobre la relación juvenil se tornó un tanto extraña. En medio de los consejos, “terminó pidiéndome que me quitara la camisa, como para mostrar lo relajados que deberíamos estar entre los 2”, dice Andrés. Y Medina también se quitó la camisa.

El diálogo sobre emprendimiento y la vida en general continuó. Pero llegó a un punto que Andrés difícilmente recuerda cómo fue que se dio. “Ya pasó mucho tiempo, no me acuerdo cómo llegamos hasta ese punto, a un momento en que se bajó los pantalones”, explica.

“Yo lo único que hice fue evitar mirar, pero ya me empecé a preocupar. Gracias a Dios yo salí bien librado porque cuando se dio cuenta (Medina) de que yo no le seguía el juego de rol, paró ahí”, añade. Después de la incómoda situación, Medina le ofreció comida y Andrés se fue.

En ese momento Andrés tenía 19 años. Le contó a toda su familia, pero nunca denunció formalmente. “No había querido hablar, primero, porque debo admitir que no lo veía tan grave debido a que no había pasado nada en profundo. Y, segundo, porque estamos hablando de una persona que tiene un nivel muy grande, entonces lo veía con mucho poder y yo siendo solamente un simple estudiante en ese momento no me veía las fuerzas suficientes para hacer algo al respecto sino solamente un poquito de bulla”, confiesa Andrés.

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Además, se sentía solo y no conocía de otros casos. Hasta que el año pasado supo de 2 personas que vivieron hechos muy parecidos con Medina. Después de tanto tiempo, al analizar lo sucedido, Andrés manifiesta que el empresario tiene un proceso muy peculiar retorcido en su actuar. Según él, crea una confianza hacia las personas por su forma de ser siendo muy inteligente en su hablar. Luego, cuando descubre una debilidad la empieza a fortalecer, señalando que él (Medina) es la solución.

“Uno no se da cuenta, no sabe cómo reaccionar a esas cosas, pero uno las toma de la manera más confiada, de que lo que él está haciendo es por ayudarlo a uno”, afirma Andrés, a quien Medina no amenazó porque “no lo necesitó”.

“Todo el proceso que uno siente uno quiere olvidarlo, dejarlo atrás”, es la oración con la que Andrés finaliza su relato.

Felipe* también decidió hacer oír su voz y narró lo que vivió en el año 2.009 a La W. Medina fue uno de sus profesores en la universidad y un día le pidió que se quedara después de la clase, cuando todos los demás estudiantes se hubieran ido, para hablar.

Medina se ofreció a ser su mentor porque en el desarrollo de la materia le vio potencial. Medina le dijo que estaba ayudando a un grupo de personas para que montaran empresa, dado que eso lo habían hecho con él y quería hacer lo mismo por alguien más. La única condición que le pidió fue que cuando terminara la mentoría, Felipe debería hacer lo mismo con otra persona.

Por varios intentos fallidos de reuniones se comunicaron por email y teléfono. Medina lo asesoraba con la hoja de vida, con las entrevistas que presentaría. Hasta que el empresario lo invitó a su casa para asesorarlo frente a frente.

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El día en que se vieron en el domicilio de Medina, la conversación inicialmente giraba en torno a temas profesionales. El dueño de casa tenía hambre, así que se puso a cocinar pasta. Luego de cenar, la conversación empezó a desviarse. Según Felipe, Medina le indicó que para ser un buen profesional tiene que quitarse las penas, los egos.

"De un momento a otro él ya estaba desnudo en la sala de la casa. Se quitó la camisa y los pantalones y me decía ‘hágalo usted, tranquilo, con confianza, que esto es normal, es quitarnos la pena’”, comenta Felipe. “Y a la vez que hacía eso se tocaba un poco, y me decía ‘hágale que esto es parte de la enseñanza’. En ese momento cogí mis cosas y me fui”, añade. Luego de eso rompió todo contacto con él. Un año después volvió a verlo, pues Medina regresó a ser profesor en su universidad.

Johann Díaz fue otro de los testigos que relató lo ocurrido. Él mismo escribió esta mala experiencia para el portal Las2Orillas. Transcurría el año 2004 y él era estudiante de la Universidad de Los Andes, poco antes de graduarse de Administración de Empresas. Medina era su profesor de “Responsabilidad social”.

Para Díaz las clases de Medina eran como las de cualquier otro catedrático, “hasta que un día a él le dio por hacer una presentación, llevar un vibrador sexual a clase y exponer una serie de fotos de estudiantes de la Escuela de Negocios de Havard completamente desnudos. Algunas personas del salón reprocharon lo que presenciaron, pero a otros les parecía normal, ya que Pedro decía que era una cuestión completamente natural del comportamiento humano”. En otra clase, se quitó la camisa e invitó a sus alumnos a hacer lo mismo.

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Tiempo después, fruto de un escrito en el que Díaz redactó su opinión acerca de nuestro país, Medina le dijo que quería ser su mentor profesional. Por el alto perfil de Medina, Johann Díaz aceptó sin duda alguna la propuesta. Y un día el que sería su nuevo tutor lo invitó al Jockey Club para ayudarlo en su “plan de vida personal profesional”.

Al igual que a Andrés, lo recogió en un carro -esta vez de un color oscuro- manejado por su chofer. Durante el trayecto empezó una muy general conversación.

Al llegar al Jockey, lo invitó a una taza de café. Díaz escribía sobre unas hojas blancas sus metas y sueños, una “ruta de vida” mientras hablaban. Hasta que lo invitó al sótano, donde estaban las zonas húmedas.

Pidiéndole que dejara de lado las páginas que había escrito, lo invitó a comer un emparedado con papas y gaseosa antes de entrar al sauna. “Ya adentro me dijo que entráramos en confianza, que recordara que una forma de hacerlo era despojándose de todo, que eso se hacía en Harvard, que si quería estudiar allá que él me podía recomendar y que para ello debíamos quitarnos la toalla”, cuenta Díaz en su relato.

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Según recuerda el joven, se quitó la toalla “pero con la precaución de dejarme tapado el pene con una de las puntas, ante lo que Pedro me preguntó que si yo no confiaba en él. Como yo había estado en clases de fútbol, y pues la verdad estoy cien por ciento seguro de mi masculinidad, no le vi inconveniente en levantar la punta y quedar desnudo”.

La conversación empezó a tocar temas un tanto fuera de lugar (Medina le preguntó que cuántas veces se masturbaba al día, entre otras cosas) y le hizo un par de particulares solicitudes. “De repente vi que Pedro tenía una expresión de excitación muy descarada y hasta ese momento pensé en lo raro que había sido todo. Me cubrí de inmediato y Pedro me reclamó por mi acción”, indica Díaz.

La explicación que el joven le dio fue que tenía clase y debía irse. “Pedro comenzó a tocarme, yo me sentí incómodo, me corrí y él dejó de insistir. Sabía que yo no iba a caer en su juego y que estaba perdiendo su tiempo o su arrechera”, señala su texto. Después de todo, Medina le sugirió que fuera muy discreto, en pocas palabras, porque con el poder con el que contaba podía terminar con su vida profesional antes de que siquiera esta empezara.

Medina le dijo que olvidaran el episodio y que continuaran con las mentorías. “Por fuera le dije sí, pero por dentro me dije que no, que eso no estaba bien, que nadie podía abusar de su poder para hacer lo que le viniera en gana (...) Me decepcioné de todo, me culpé por haber asistido a esa cita y me juré no volver ahí”, relata Díaz.

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Salieron de allí hacia los casilleros donde estaban guardadas sus pertenencias. Medina afirmó que también debía irse porque tenía una cita en Guaymaral. Díaz inició su camino a la Universidad, pero se dio cuenta que había dejado el celular en el locker antes de entrar al sauna. Se devolvió al Jockey para recogerlo y “oh sorpresa, veo que Pedro se estaba otra vez desvistiendo, esta vez con un —digo yo— con un niño de quizás 17 o 18 años, que si mal no recuerdo estaba por entrar al CESA y que Pedro bajo su propia palabra dijo que también quería ser su mentor”, expresa Díaz.

Medina se asustó, pero Díaz no dijo nada.

Estas son las aseveraciones de tan solo 3 de los hombres que soportaron en silencio los abusos propinados por Pedro Medina. SEMANA intentó contactarse con él. Sin embargo, al cierre de esta edición, no hubo respuesta. 

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