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Los tres mayores capos del narcotráfico tienen la capacidad de mover alrededor de 500 toneladas de cocaína anuales. | Foto: Tomada de @PoliciaAntiNar

CRIMEN

Los nuevos reyes de la cocaína en Colombia

Tres capos tienen capacidad de mover la mitad de la droga que sale del país, según inteligencia. Al contrario de los antiguos mafiosos, evitan las excentricidades y usan sofisticadas estrategias para permanecer en la sombra.

27 de abril de 2019

Tres hombres pueden mover alrededor de 500 toneladas de cocaína al año, la mitad de la que se procesa en Colombia, según agencias internacionales. Todos comparten un rasgo de una nueva generación de capos del narcotráfico que emerge desde hace un par de años. Los viejos jefes de las décadas pasadas llevaban una vida de ostentación y excesos. Pero estos prefieren mantenerse en la sombra y desafiar lo menos posible a las fuerzas del Estado. Sin embargo, su enorme capacidad criminal ha terminado por sacarlos del anonimato.

Araña tiene acceso a laboratorios de la poderosa banda La Cosntru y domina rutas selváticas que en su momento abrieron las Farc.

El Señor T llevó el negocio a un grado más avanzado de sofisticación para mantener oculta su identidad. Bajo la fachada de un prestante comerciante, conformó una especie de outsourcing para no dejar rastro de su presencia. Y en vez de darse una vida de rey en el país, ha canalizado sus ganancias mediante varias empresas en el exterior, puestas a nombre de terceros. También ha invertido el dinero en borrar sus huellas. Sin embargo, su capacidad para traficar terminó por ponerlo en la mira de agencias internacionales antidrogas. De hecho, lo tienen entre los 20 narcotraficantes más buscados del mundo.

Con el fortalecimiento de los controles sobre las rutas y el aumento de la cooperación entre países, los capos colombianos perdieron la capacidad de mandar, por su cuenta, grandes cantidades de droga hacia Estados Unidos o Europa. Al Señor T, no obstante, los investigadores lo consideran el único narco colombiano capaz de enviar toneladas mensuales sin necesidad de la intermediación de los poderosos carteles mexicanos.

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En Colombia, el ELN aparece como uno de los aliados más fuertes del Señor T. Habría pactado con miembros del comando central de esa guerrilla y con jefes de sus frentes de guerra para abastecerse de la cocaína que sale del Catatumbo, Magdalena Medio, Cauca y Chocó. Asimismo, según inteligencia, por medio de ese grupo armado ha organizado encuentros con narcos mexicanos, chilenos, españoles y holandeses, en los estados Táchira, Carabobo, Apure y Barinas, en Venezuela.

Aunque cuida muy bien cada uno de sus negocios, lo puso en el radar un gran cargamento que su organización habría enviado a España a finales de 2017. Las autoridades de ese país incautaron 800 kilos de cocaína que salieron del Caribe colombiano, camufladas entre una carga de piña. Varios miembros de la red cayeron detenidos, también en Colombia, en medio de las investigaciones que comenzaron luego de ese hallazgo. Aun así, el Señor T mantiene su estatus de capo enigmático.

Alias Sinaloa murió asesinado. Araña sería su reemplazo.

Alias Contador.

Alias Contador quiso sostener ese mismo bajo perfil, oculto detrás de hombres de armas mucho más visibles y aprovechando sus contactos con carteles mexicanos. Pero las circunstancias de la guerra lo llevaron a poner la cara, y ahora las autoridades lo reconocen como el capo más relevante del Pacífico nariñense, el mayor enclave cocalero del mundo. Se ganó ese alias porque durante años manejó las finanzas del frente 29 y la columna Daniel Aldana de las Farc. Justamente, de esta última estructura salieron los dos disidentes que le sirvieron como fichas de su ajedrez: Guacho y David.

Contador financió el nacimiento de las dos mayores disidencias de Nariño: el frente Óliver Sinisterra, bajo el mando de Guacho, y las Guerrillas Unidas del Pacífico, creadas por Don Y. A este último lo asesinaron sus enemigos, y David, su hermano, retomó el negocio y armó su propio grupo. David y Guacho se declararon una guerra a muerte en Nariño por el control del territorio. Sin embargo, Contador fue suficientemente hábil para mantener una alianza con los bandos en pugna, y con un tercer jefe disidente en la región, conocido como Sábalo. Mientras que todos ellos se enfrentaban, Contador jugaba a tres bandas.

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Pero Guacho calentó la zona con sus despiadados crímenes, como el asesinato de tres trabajadores del diario El Comercio, de Ecuador, y el ataque que terminó con la muerte de tres agentes del CTI en la vía Tumaco-Pasto, en julio. Esas acciones atrajeron la atención de la fuerza pública sobre el área, y pusieron en riesgo los negocios de Contador. Y eso le colmó la paciencia a un hombre que las autoridades reconocen como un estratega. Entonces conformó su propio grupo armado para enfrentar a Guacho. Las autoridades calculan que reunió 250 hombres y los armó con fusiles Galil y R-15, ametralladoras y lanzagranadas, que le facilitaron sus socios del cartel de Sinaloa.

A finales del año pasado, Guacho y David murieron en operativos de las autoridades. Contador aprovechó para absorber a los hombres de David y fortalecerse en su guerra contra el frente Óliver Sinisterra, ahora bajo el mando de alias Comandante Gringo, antiguo hombre de confianza de Guacho. Esos enfrentamientos tienen en vilo a la población nariñense. A comienzos de marzo, por ejemplo, 150 colombianos se desplazaron a la provincia de Esmeraldas para huir de las confrontaciones de los grupos en Santo Domingo, área rural de Tumaco.

El tercer gran capo del narcotráfico también escaló ante la muerte de sus viejo aliados. Se trata de alias Araña, quien hasta el mes pasado era el enlace entre la Constru, una de las bandas más temidas del sur del país, y las disidencias de las Farc en Putumayo, el segundo departamento con más coca sembrada. A estas las comandaba alias Sinaloa, asesinado el 18 de marzo en Puerto Asís. Información de inteligencia indica que Araña traicionó a su socio para quedarse con el mando.

Alias Señor T.

Durante diez meses habrían trabajado juntos para mandar toneladas de cocaína a Europa y Estados Unidos, moviéndolas por la Amazonia, a través de los vecinos Perú, Brasil y Ecuador. Pero Sinaloa se volvió tan visible que entró al cartel de los más buscados, y el Gobierno ofreció una recompensa de 500 millones de pesos para dar con él. Eso incomodó a sus socios, que buscan traficar sin tanta presión de las autoridades. Por eso, la Constru habría avalado la traición de Araña, quien ahora tendría a cargo alrededor de 300 hombres, muchos de ellos disidentes de los frentes 15, 32 y 48 de las Farc.

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Además, Araña cuenta con sus contactos de la Constru, que dominan laboratorios de cocaína sobre los ríos San Miguel, Guamuez y Putumayo. Eso, sumado a las viejas rutas de la guerrilla, que abrieron los hombres de Raúl Reyes por corredores selváticos en la frontera del sur, le da a Araña una gran capacidad para producir y mover la droga.

Pese a sus estrategias para mantenerse ocultos, las autoridades ya identificaron a los nuevos capos de la cocaína. Pero apenas dieron el primer paso para enfrentarlos. Ya han demostrado capacidad para alejarse de los reflectores, aunque también están dispuestos a usar la violencia cuando les parece necesaria. Son una nueva generación de cabecillas, y el Estado requiere nuevas estrategias para combatirlos.