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ENTREVISTA

“Corrupción e impunidad caminaban juntas, como gemelas”: Sergio Moro

El juez brasileño puso al expresidente Lula da Silva en prisión y develó los tentáculos de Odebrecht en el continente por medio del caso Lava Jato. SEMANA lo entrevistó.

22 de septiembre de 2018

SEMANA: Un expresidente de Colombia se hizo célebre cuando dijo que había que reducir la corrupción en sus justas proporciones. ¿Es imposible acabar con el fenómeno?

Sergio Moro: Sí, es imposible. Es como decir que se va a acabar con el crimen. La corrupción forma parte del registro criminal del ser humano, es un comportamiento desviado y solo en el plano de las utopías se podría acabar con el crimen, tal vez a cambio de anular la libertad de las personas. Una característica de la corrupción es que no tiene momento ni lugar: ocurre en cualquier lugar del mundo. Miremos, por ejemplo, a Dinamarca, uno de los países considerados menos corruptos del mundo, pero no exento. La corrupción se disemina en forma sistemática, pero puede ser combatida y reducirse a niveles menores de manera que la tengamos como una excepción y no como regla.

SEMANA: ¿En qué momento la corrupción pasa de ser un caso escandaloso para convertirse en un fenómeno sistemático?

S.M.: De los casos juzgados en el marco de la Operación Lava Jato, en Brasil, he visto testimonios de los acusados que participaron en estos crímenes y confesaron. Básicamente dijeron que las movidas corruptas eran la regla del juego. Si usted quería tener un contacto eficaz en Petrobras, tenía que pagar sobornos. Y esa coima se dividía entre el ejecutivo de Petrobras y un agente político que lo utilizaba para financiar ilegalmente campañas electorales.

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SEMANA: ¿Llama sistema de corrupción a ese entramado articulado y prolongado en el tiempo?

S.M.: Así es, todo ello formaba un sistema. Es muy difícil establecer la causa. Pero ciertamente en Brasil tenemos, o teníamos, una tradición de impunidad frente a la gran corrupción. Entonces, muchas veces las autoridades descubrían esos grandes casos, y trascendían en escándalos periodísticos, pero los procesos judiciales no llegaban a resultados efectivos. Normalmente nadie salía condenado ni arrestado por esos crímenes. La impunidad y esa corrupción sistémica caminaban juntas, eran gemelas. Sin embargo, no se puede decir que la impunidad sea la única causa. Pero al mismo tiempo está claro que ha sido un factor relevante para propiciar que la corrupción haya pasado de ser un comportamiento aislado a convertirse en un fenómeno sistémico.

"En los grandes procesos de corrupción la prensa acaba siendo un aliando clave para divulgar los hechos"

SEMANA: ¿Cómo puede un juez, frente a un caso de gran trascendencia, impartir justicia sin ser rehén de poderosas presiones como las que producen los medios al cubrir esos casos?

S.M.: Los jueces deben basarse en hechos reales. Significa que para juzgar un caso, por ejemplo, un crimen, los jueces tienen que considerar los hechos, las pruebas y la ley. Si el juez o magistrado condena a alguien porque así lo desea la opinión pública, no está cumpliendo su papel. Y si absuelve a alguien porque la prensa lo considera inocente, tampoco está cumpliendo la ley. Pero cuidado, en los grandes procesos de corrupción la prensa acaba siendo un aliado clave para divulgar los hechos. Y para someter la acción de la justicia al escarnio público, pues la gente tiene derecho a saber cómo actúa la justicia. De cierta manera la opinión pública también funciona como factor de protección contra interferencias indebidas de criminales poderosos. Me refiero a personas que tienen gran poder político, gran poder económico. Esas personas muchas veces, ante un proceso judicial, parecen tentadas a utilizar sus poderes para impedir la acción de la justicia. Y la opinión pública en esos casos funciona como contrapoder. De cualquier forma, un juez siempre debe basarse en los hechos y las pruebas por encima de todo; es posible juzgar con independencia. El juez no es un siervo de la opinión pública, pero tampoco debe ser una presa de criminales poderosos.

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SEMANA: ¿Qué es más difícil: enfrentar el poder político o el económico?

S.M.: Pienso que son indivisibles, andan juntos. Según los casos juzgados en el expediente de Lava Jato, era una especie de juego gana-gana. Funciona así: una empresa contrata con el poder público. Esa empresa recibe valores del poder público, muchas veces con contratos sobrevalorados, que obtienen sin tener una competencia real con otras empresas. En Brasil usamos una expresión para definir eso: “capitalismo de compadres”. No hay libre competencia en el mercado.

SEMANA: En Colombia se dice “ahí como voy yo”

S.M.: Así es. Esa empresa que hace capitalismo entre compadres se favorece con ganancias mayores mediante preferencias que el poder político direcciona a favor del poder económico. Cuando el poder económico y el político están corrompidos producen una simbiosis. Siempre van juntos. Esos poderes no se van a enfrentar ni van a actuar por separado. Funcionan en conjunto.

SEMANA: En Colombia, como en Brasil, los grandes casos dependen generalmente de testigos muchas veces cuestionables. ¿La justicia no tiene opción distinta que depender de testigos para avanzar en los casos de gran impacto?

S.M.: Normalmente la corrupción deja rastros documentales, pero es difícil dar con ellos. Y muchas veces los testigos, los acusados que colaboran, los delatores, acaban por aportar pistas sobre esos actos. Pero deben tener pruebas de comparación. Esas versiones o pistas tienen que ser contrastadas con otras. Así se obtienen documentos que dicen que cierta persona recibió una propina y que a otra le pagaron un soborno. Por ejemplo, oí que un alto ejecutivo de Petrobras fue descubierto. Tenía cuentas secretas en Suiza con miles de millones de dólares y no tenía cómo justificar esa fortuna. Esa persona resolvió colaborar con la justicia. Empezó a indicar quién era la gente del sistema de corrupción. Con los nombres es posible hacer un rastreo de esos depósitos y avanzar.

SEMANA: ¿Los brasileños directivos de Odebrecht deberían rendir cuentas también aquí ante la justicia de Colombia?

S.M.: En el ámbito de las investigaciones quedó probado que Odebrecht pagó sobornos para funcionarios públicos en países de África, y de América Latina, Colombia es uno de esos países. Algunas de esas pruebas en Brasil las obtuvimos por medio de acuerdos de colaboración con los propios ejecutivos de Odebrecht. En esos casos nosotros ofrecimos protección judicial para las personas que colaboraron. Ellas no pueden ser entregadas a una jurisdicción extranjera para ser juzgadas en relación con las pruebas que nos aportaron. Pero esas pruebas pueden ser bien utilizadas en relación con quienes se beneficiaron de los sobornos o eventuales cómplices en los países donde fueron pagados. Nada impide que en los países donde la empresa pagó sobornos se lleven casos propios en colaboración con Brasil. Cada jurisdicción puede procesar a quien considere que pagó o recibió los sobornos.

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SEMANA: ¿Cree que el candidato a la presidencia de Brasil, Jair Bolsonaro, es una amenaza para América Latina, como afirma la portada de la revista ‘The Economist’?

S.M.: Lo siento, pero no puedo hacer ningún comentario sobre ese tipo de asuntos.

SEMANA: Acaba de ver un documental de la Corte Suprema de Justicia de Colombia sobre el caso de la parapolítica. ¿Qué impresión le dejó?

S.M.: Si examinamos la historia judicial de América Latina, vamos a encontrar varios casos impresionantes. Uno que me llama mucho la atención y que debería ser estudiado con mayor cuidado son los antiguos procesos contra la dictadura Fujimori y Montesinos en Perú. Es impresionante que criminales que ocupan posiciones de poder acaben siendo responsabilizados más por la movilización popular que por la acción de la justicia. Igualmente, viendo el caso de Colombia, creo que existen historias judiciales dignas de un gran mérito, como los procesos que involucraron a los grandes carteles de droga en el pasado. El caso de la parapolítica, del cual tengo conocimiento más reciente y que envuelve al poder político y a los grupos paramilitares, es algo que también impresiona, considerando el poder que esas personas tenían. Gran coraje el del poder judicial y de los jueces que tuvieron que enfrentarse a esos casos. La democracia ganó enfrentando esos problemas y no bajando la cabeza.

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