Bolívar
Los rostros del horror en el sur de Bolívar: estos son los temibles cabecillas del ELN y Clan del Golfo
SEMANA revela las identidades de quienes están detrás de la violencia en esta zona del norte de Colombia.
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En el sur de Bolívar, la vida se ha frenado. Desde hace varias semanas, miles de personas están atrapadas en sus fincas y veredas sin poder producir en sus cultivos, sin comida, sin combustible y hasta sin medicamentos.
Los grupos armados ilegales imponen sus propias reglas, y la tragedia toma más fuerza con el pasar de las horas. El horror que viven en esta zona del norte de Colombia hace sentir a las personas como si estuvieran en una guerra del Medio Oriente.
SEMANA obtuvo los perfiles de los cabecillas, quienes serían los responsables de estos hechos graves de violencia en Bolívar.
En el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se encuentra Jesús Navarro Robles, alias Casinga u Omar; es el máximo cabecilla del frente de guerra Darío Ramírez Castro, en el sur de Bolívar. Desde su posición de mando dirige las operaciones armadas, logísticas y políticas de la estructura, garantizando el control sobre amplias zonas rurales estratégicas.
Bajo su liderazgo, el frente intensificó las acciones contra la fuerza pública y ha consolidado mecanismos de control territorial en comunidades apartadas, especialmente en áreas con presencia de minería ilegal.
En la subregión sur norte del mismo frente delinque alias Ernesto, un jefe insurgente que ha enfocado sus acciones en la serranía de San Lucas, zona codiciada por su riqueza aurífera y su valor como corredor estratégico.
Alias Ernesto es señalado como responsable de coordinar ataques contra unidades del Ejército y de ejecutar acciones violentas contra la población civil con el objetivo de afianzar la presencia del ELN y dificultar el ingreso de las Fuerzas Militares.

Su estructura mantiene una fuerte capacidad de movilidad en terrenos de difícil acceso, aprovechando la geografía para evadir operaciones militares. Por su parte, alias Harold lidera la compañía Tito Marín, del frente de guerra Darío Ramírez Castro, y se ha convertido en un actor clave dentro de la innovación bélica del ELN.
“Su principal distintivo es el uso de drones cargados con explosivos para hostigar y atacar posiciones del Ejército, una táctica que aumentó la capacidad de daño de la organización sin exponer directamente a sus combatientes. Harold coordina misiones de sabotaje y hostigamiento selectivo, buscando golpear objetivos de alto valor estratégico y mantener la presión constante sobre la fuerza pública”, dijo una fuente militar.
En el sur de Bolívar, el Clan del Golfo tiene como máximo líder a Roineiro David Jiménez, alias Jefferson, cabecilla de la estructura Arístides Mesa Páez. “Desde esta posición controla el aparato armado y económico de la organización, supervisando las operaciones de narcotráfico, minería ilegal y extorsiones.

Jefferson ejerce su liderazgo con mano dura, coordinando la actividad de varias subestructuras y dirigiendo la confrontación directa con grupos rivales, en especial con el ELN, por el dominio de los territorios estratégicos”, aseguró la fuente judicial.
Dentro de sus hombres de confianza se encuentra Luis Alberto Henao Cardozo, alias Bejuco, líder de la subestructura Euclides Arley Pérez Gómez.
Su radio de acción se concentra en la serranía del Guamocó, donde ha dirigido cruentos enfrentamientos contra el ELN, para asegurar rutas ilegales y proteger enclaves de extracción minera ilícita. Otro de sus jefes regionales es alias Piña, quien lidera la subestructura Erlín Pino Duarte, en la serranía de San Lucas.
“Su papel ha sido determinante en las disputas territoriales con el ELN, empleando tácticas ofensivas para expulsar a las fuerzas rivales y consolidar la presencia del Clan del Golfo en zonas de alto valor estratégico.
Bajo su mando se realizan operaciones de intimidación y control poblacional, así como la protección de corredores utilizados para el transporte de droga y minerales”, explicó la fuente militar.
El ELN ha impuesto sus propias reglas y decretó un paro armado, con el fin de poder detener la expansión del Clan del Golfo en las zonas mineras del departamento de Bolívar.
La crisis humanitaria está más viva que nunca en municipios como Montecristo, Santa Rosa, Arenal y Norosí, así como por veredas mineras que hoy están vacías o con familias que sobreviven con lo poco que les queda.

No queda nada
Un periodista y líder social que recorre estos territorios, aun con la presencia de los ilegales, le contó a SEMANA el diario vivir en este territorio impregnado por las balas, explosivos y la lucha por los territorios mineros. Por ejemplo, en un día unas 50 familias tuvieron que salir de varias zonas conocidas como Mina Walter, en Montecristo, entre otras áreas.
“Acá uno se queda muchas veces sin comida y en medio de los enfrentamientos de los grupos ilegales. Pero como hay presencia de la fuerza pública en las zonas rurales, entonces, toca esperar que ellos se dejen de dar bala”, explicó.
No hay servicios en supermercados, tiendas de ropa, entre otros establecimientos comerciales de esta zona de Bolívar, pues los terroristas son los que imponen el horror.
“Gran parte del comercio tiene sus actividades paralizadas, y algunos colegios suspendieron clases desde el lunes. El 7 de agosto había previstas algunas actividades, pero fueron canceladas por la situación de orden público”, relató el líder.
Zonas críticas
El motivo de la guerra es claro: pelean el oro, porque el narcotráfico ya no es tan rentable como lo era en años anteriores. Esta riqueza mineral les está ayudando a expandirse por el sur de Bolívar.
En el casco urbano de Montecristo hay afectaciones, pero también en Santa Rosa, así como en las zonas altas de Arenal y sectores rurales de Norosí. Allí se encuentran veredas como Palma de Minas, Minas Sinaí, Minas Repollo, Minas Gallo y La Mariposa, que son el corazón de los fuertes combates de los subversivos.
“Aquí todo el mundo sabe que el sur de Bolívar es una zona de gran explotación aurífera. El control se lo están disputando el Clan del Golfo y el ELN”, explicó el líder.

SEMANA consultó con una fuente de inteligencia militar, quien aseguró que la disputa va más allá, pues el Clan del Golfo ha comenzado a ofrecer salarios atractivos a integrantes del ELN.
“Dicen: ‘Véngase para acá, sabemos que usted vive en tal barrio’. Si no aceptan, la amenaza es directa y atacan a sus familiares”, aseguró el oficial.


