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El mayor (r) Ospina se retiró de la Comisión de la Verdad. | Foto: juan carlos sierra - semana

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El mayor retirado Carlos Ospina publicó su informe de la verdad; estos fueron sus hallazgos

Pide que los militares se tengan en cuenta como víctimas y narra la historia del conflicto y los propósitos de la guerrilla para llegar al poder.

13 de septiembre de 2022

SEMANA conoció el informe que redactó el mayor retirado Carlos Ospina, quien decidió renunciar a la Comisión de la Verdad porque alertó que no se estaban teniendo en cuenta todas las visiones sobre el conflicto armado.

Se trata de ocho volúmenes, cada uno de 150 páginas en promedio, en los que se detallan varias investigaciones como ‘Los orígenes del conflicto’, ‘La combinación de todas las formas de lucha’, ‘Entre lo político y lo militar’, ‘La acción extranjera más allá de los Estados Unidos’, ‘La pugna por Bogotá', ‘Verdades con uniforme’ y ‘El DAS camino al olvido’.

En ‘Los orígenes del conflicto’, el oficial estudió los orígenes de la violencia en el país, especialmente entre 1920 y 1960, en el sur del Tolima.

Halló que no hay una sola narrativa que explique los orígenes, sin embargo, hubo varios actores. Unos fueron las Farc en el sur del Tolima y contribuyó a ese hecho la formación de “cuadros comunistas” en esa región. “El Partido Comunista instrumentalizó las demandas campesinas para consolidar zonas insurgentes que sirvieran como plataforma para la toma del poder”, dijo.

Asegura que la Operación Marquetalia, el mito fundacional de esa guerrilla, “fue utilizado para justificar la insurgencia”, y que al igual que otras operaciones hechas entre 1950 y 1970, fue cubierto de “misticismo y heroísmo” y se exageraron los hechos.

En ‘La combinación de todas las formas de lucha’, el mayor asegura que fue determinante el Partido Comunista Colombiano (PCC), que incorporó en sus estatutos la lucha frontal a través de varios frentes, entre ellos la guerra armada. Por ejemplo, dice que ese grupo fue bastión de las Farc, pero que también derivó en otros rebeldes de izquierda como el ELN, EPL y el M-19.

Una de esas diversas formas de lucha era el brazo armado, pero también la representatividad política, tanto en lo local como regional y nacional. Sus bases eran la ideología marxista-leninista y, según el oficial, en gran medida obedecían a los lineamientos de la Unión Soviética y al auge de la revolución cubana.

Señala que posteriormente, hacia finales del siglo pasado, los grupos que no se desmovilizaron aprovecharon la bonanza cocalera, la exploración de petróleo, la minería, la extorsión a ganaderos y élites económicas para financiar y prolongar el conflicto.

“Todas las insurgencias, sin excepción alguna, participaron de esta economía. Desde el impuesto al gramaje por parte de las Farc y los vínculos del M-19 con carteles como el de Medellín, hasta los campos petroleros asediados por el ELN y las lanchas cargadas de droga en Córdoba que controlaba el EPL”, dice el mayor en su informe.

Asegura que el narcotráfico fue clave en esa combinación formas de lucha en las Farc, tanto de forma indirecta cobrando el gramaje, como directa para financiar su lucha revolucionaria. “Especialmente por parte de algunos líderes guerrilleros de la segunda y tercera generación, quienes aprovecharon este dinero con fines personales, convirtiéndose en capos y terratenientes de la insurgencia”, afirmó Ospina.

El mayor retirado hizo una genealogía de la Farc y detalla quiénes eran guerrilleros de primera, segunda o tercera generación. En la primera estuvo Manuel Marulanda Vélez (Tirofijo), en la segunda, Timochenko y en la tercera, Jesús Santrich.

En el capítulo de ‘Entre lo político y lo militar’, el oficial pide entender el papel de las Fuerzas Militares. Considera que se ha generado un discurso en el que se ha querido distanciar a los civiles de su fuerza pública.

El excomisionado hace un recuento por varios gobiernos del siglo pasado y cómo fue su relación con los militares. Dice que hubo un descuido de algunos mandatarios y que, de parte de integrantes del Partido Liberal, en su momento, se buscó “restarles prestigio” a los militares como una estrategia política contra el Partido Conservador.

El mayor retirado narra que luego de la Constitución de 1991 se les dio un poder político más elaborado a los gobiernos para fortalecer el poder militar. Sin embargo, dice que en el gobierno de Ernesto Samper hubo falta de una dirección clara.

En ‘La acción extranjera más allá de los Estados Unidos’, Ospina encontró que la influencia extranjera aportó al recrudecimiento de la violencia en el país y detalla que un momento clave fue la inversión extranjera a comienzos del siglo XX. “Esta coyuntura no fue bien leída por la clase política del momento, que fue ineficiente al momento de proteger y educar a los sectores menos favorecidos, pues estos no supieron cómo reaccionar ante la apertura económica, lo que afectó su desarrollo inicial”, afirmó el mayor retirado.

Dice que eso llevó a que, con la llegada del capital, la clase obrera y campesina vieran en las luchas sociales una oportunidad para impulsar el espíritu rebelde y revolucionario, eso sumado a la influencia de países como la Unión Soviética o México y que la ideología comunista fue clave para ese propósito.

A eso se sumaron las desigualdades en el agro colombiano que consolidó un monopolio latifundista, mientras los campesinos tenían una condición precaria. “Lo anterior dio pie a que se fortaleciera la lucha de clases y la conformación de grupos de autodefensa, en pro de recuperar lo que se les había arrebatado”, dice el mayor Ospina.

Llegaron líderes comunistas de otros países a Colombia y otros colombianos fueron a territorio soviético, lo que para el general ocasionó la expansión de la visión comunista y la lucha antiimperialista.

Eso derivó en la conformación de grupos como el Partido Socialista Revolucionario (PSR) que incentivó la huelga de las bananeras y la confrontación con las fuerzas armadas. “Tuvo como resultado varios obreros muertos y otros más heridos en lo que se conoce como la Masacre de las Bananeras, consecuencia de la falta de coordinación e información por parte de la dirigencia del PSR y su llamada revolución social armada”, aseguró el mayor retirado.

Posterior al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán se consolidaron grupos armados de índole político y social que fueron influenciados por Cuba y por la revolución nicaragüense. Luego se conoció el nacimiento de grupos rebeldes como las Farc, ELN, EPL y Moec que fueron influenciados por Cuba, según el informe.

Ospina hace referencia al acuerdo de paz de La Habana en el que concluye que, si bien permitió la dejación de las armas, también ha dejado un escenario de violencia multidimensional que trasciende fronteras y que incorporó otros actores como carteles de la droga y grupos terroristas.

“En esencia, se puede afirmar que no somos solo el resultado de una violencia bipartidista. También hemos sido víctimas de la desmesurada ambición por los intereses políticos, ideológicos y económicos de quienes han visto a Colombia como el espacio propicio para experimentar guerras, para comercializar economías ilegales y para exportar la experiencia fratricida a otras latitudes”, afirmó el mayor.

En el capítulo de ‘La pugna por Bogotá', detalla que uno de los propósitos de guerrillas como las Farc siempre fue llegar a la capital para tener el poder. Estudió varias de las conferencias en que cada vez se pretendía más ese objetivo tanto militar como político.

Gracias a la financiación del narcotráfico hacia los años ochenta y noventa, ese grupo guerrillero aumentó sus recursos para ese propósito y usaron varias de sus tácticas más bélicas contra la capital. A eso se le sumaban las extorsiones y las vacunas, el secuestro de civiles, entre otros crímenes. Ospina detalla que por eso se acuñó el concepto de la “narcoguerrilla” y que ante el hecho Estados Unidos pidió la extradición como mecanismo para combatirlos, pero que no fue sino hasta el gobierno de Andrés Pastrana que se potenció esa cooperación internacional.

Ospina agrega que las Farc iniciaron una expansión a través de la creación de las columnas móviles y que eso llevó a ataques contra la fuerza pública y la economía del país. “Del Bloque Oriental emergieron más de 100 compañías móviles que alimentaban los propósitos farianos en siete regiones del país”, dice.

En el informe afirma que a partir de la VI Conferencia (1978) la guerrilla rural pasó a ser más urbana y a través de organizaciones clandestinas ganó adeptos, especialmente en sectores populares, universidades y segmentos de poblaciones vulnerables. El informe señala que los hechos del M-19 como la toma de armas del Cantón Norte, el robo de la espada de Bolívar, entre otros, alentaron a las Farc a ver lo que se podía lograr en la capital.

Con el objetivo de llegar a la capital se emprendió otra táctica que fue el incremento de la violencia contra miembros de la fuerza pública, en el que no solo hubo secuestros, sino que también se atacó a los uniformados y a la comunidad con artefactos como cilindros bomba.

En el capítulo de ‘Verdades con uniforme’, Ospina recoge la información de siete simposios que realizaron en la Comisión de la Verdad. Dice que “la verdad sin los militares es una verdad incompleta”. Menciona que es difícil cuantificar a los miembros de la fuerza pública víctimas del conflicto y que poco son vistos con ese enfoque, cuando solo se han encasillado entre héroes o victimarios. El general pide que se tengan en cuenta las víctimas de las fuerzas militares como cualquier víctima del conflicto.

El último capítulo habla del DAS y dice que no se puede reducir la historia de esa entidad a lo que sucedió en sus últimos años de existencia. “El DAS fue una de las pocas instituciones del Estado que pudo atender las demandas de seguridad que se daban en zonas fronterizas y periféricas del país, siendo en varias ocasiones el reflejo de la institucionalidad en contextos complejos. Fue una entidad con presencia en aquellas regiones donde existía una ausencia integral del Estado”, dice Ospina.

Reconoce que hubo una extralimitación de sus funciones y un desdibujamiento de sus objetivos que sobrepasaron sus capacidades, pero que hay otra historia no contada. “Los funcionarios del DAS fueron víctimas de violaciones a los derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario. Sin embargo, los hechos victimizantes que vivieron no han sido esclarecidos y permanecen en el olvido”, aseguró.

Dice que la reducción de la historia de esa entidad, que se creó en 1953, se redujo a unos hechos, lo que causó que sus funcionarios fueran estigmatizados y no hayan sido tenidos en cuenta en el Sistema Integral de Verdad Justicia, Reparación y No Repetición.

“La desaparición del DAS se debió a su instrumentalización para fines políticos y a su corrupción administrativa ante una falta de una veeduría integral. Sin embargo, ello hace parte de un episodio de la entidad, más no de la totalidad de su historia”, aseguró Ospina.