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Catástrofe generacional: el costo de no abrir los colegios
Por lo menos 24 millones de estudiantes no volverán a las aulas, lo que llevaría a una pérdida de capital para el progreso de los países. ¿Cuál es el panorama de la alternancia en Colombia? Reportaje especial de Ariel Ávila y Mateo Bernal.

El pasado 7 de septiembre Claudia López, alcaldesa de Bogotá, en compañía de Edna Bonilla, secretaria de Educación de Bogotá, anunciaron la apertura gradual de colegios, jardines infantiles y universidades, la cual deberá ser concertada con padres, estudiantes y maestros. A su vez, dentro de las medidas tomadas, la presencialidad de los estudiantes será de un 35 por ciento y se exigirá el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad a cada una de las instituciones educativas. Estas medidas se generan porque la ciudad superó el primer pico de la pandemia y existe la posibilidad de ampliar el cupo epidemiológico.

Sin embargo, para algunos profesores este regresó a las aulas en este momento es apresurado. Según ellos, las instituciones educativas no cumplen con las condiciones óptimas para garantizar con el distanciamiento social y los protocolos de bioseguridad. Para el magisterio, los maestros se encuentran en una franja de edad de alto riesgo, donde el 2,8 por ciento de los profesores tiene más de 65 años y el 22,4 por ciento tiene entre 57 y 64 años.
El Poder, dirigido por Ariel Ávila, visitó algunas zonas de Soacha y Bogotá, donde tuvo la oportunidad de conversar con estudiantes y maestros sobre la situación actual de la educación. Muchos de estos estudiantes no cuentan con un acceso fácil a internet y, en algunos casos, es prácticamente nulo. Para enfrentar esta situación, los maestros han seguido con la educación de sus estudiantes por medio de guías, las cuales se las dejan en los colegios y cada padre de familia las recoge para que sus hijos las puedan desarrollar. Así mismo, El Poder constató el caso de una familia que solo tiene un computador para tres menores que estudian en el mismo colegio y cada uno tiene que responder por sus actividades académicas.
Para los maestros, esta situación ha reflejado las grandes falencias que tiene la educación pública, donde, en algunas ocasiones, los recursos han sido desviados, el servicio de salud para ellos no ha sido el mejor y en cuestiones de seguridad algunos maestros han recibido amenazas de muerte por su labor social. En fin, una cadena de errores que en este momento necesitan una solución rápida, donde los más perjudicados son los estudiantes.
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Según el informe de la ONU sobre la catástrofe generacional, la organización destaca el tiempo perdido por millones de niños de educación preescolar, una etapa considerada clave y que es “el gran igualador”, según apuntó en una conferencia de prensa Stefania Giannini, directora general adjunta para Educación de la Unesco. La organización explica que la educación superior será en términos relativos la más afectada por los abandonos, con un 3,5 por ciento menos de inscripciones, que equivale a 7,9 millones de estudiantes. En los niveles de preescolar, el descenso previsto será del 2,8 por ciento, con cinco millones de niños menos, mientras en primaria la baja será del 0,27 por ciento y en secundaria del 1,48 por ciento. En total, eso supondrá que 5,2 millones de niños y 5,7 millones de niñas dejarán la primaria y la secundaria. Para la ONU es imperativo abrir las escuelas y así evitar una catástrofe generacional.
De igual forma, las políticas de educación inclusiva en América Latina, la utilización y el acceso a las TIC elimina la brecha digital que origina exclusión y desconexión en una sociedad globalizada. Este es uno de los objetivos de las políticas socioeducativas inclusivas. Sin embargo, en Colombia es todo lo contrario. En el país es un privilegio tener acceso a internet o simplemente contar con las herramientas básicas para que un estudiante pueda obtener una educación de calidad.
Finalmente, la pandemia reflejó las grandes desigualdades que muchos ciudadanos o políticos en los últimos años dejaron a un lado, donde la corrupción, los favores políticos y el desvío de presupuestos primaron por encima de la educación, hechos que en este momento les pasa cuenta de cobro a los niños, niñas y jóvenes de Colombia.