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Decenas de éxitos, novedades, mucho baile, de todo tuvo el Club de Baile 2019. | Foto: David Micolta

MÚSICA

El Grupo Niche y Chichi Peralta ofrecieron salsa y merengue a prueba del tiempo

Los referentes de la salsa y el merengue encantaron a una audiencia nostálgica y alegre, y demostraron que la música caribeña y los salones de baile pueden sobrevivir al paso del tiempo. Varias generaciones bailaron en una noche inolvidable.

Estefanía Palacios Araújo
2 de septiembre de 2019

Los salones imponentes de los años ochenta, donde cientos de personas bailaban al ritmo de música caribeña hasta que -como cuentan algunos- “los tacones de los zapatos terminaban abiertos como un coliflor”, inspiraron a Páramo a crear Club de baile. El evento celebra el merengue, la salsa, el son cubano y otros ritmos que nacieron hace décadas pero que permanecen en la médula de la identidad colombiana y latina, como testigos de que tenemos tanto de rumberos como de nostálgicos. 

Chichi Peralta y el Grupo Niche se presentaron este sábado en Bogotá en el marco de ese evento, con la intención de transportar al público a la época dorada de los salones de baile y de demostrar -aunque ya sea evidente- que la salsa y el merengue aguantan el peso del tiempo y ponen a bailar a familias enteras. 

El nuevo club de baile

Solo hacía falta dar un par de pasos dentro de Chamorro City Hall, donde ocurrió el concierto, para tener la certeza de que esa noche iba a celebrarse la nostalgia. Para empezar, las paredes estaban cubiertas de papeles plateados y unas luces cálidas, proyectadas desde el escenario, caían sobre los espejos de dos bolas de discoteca que colgaban del techo y reflejaban la luz amarilla en la piel de los asistentes.

Además, una pantalla ubicada detrás del escenario mostraba palmeras y colores vivos mientras Dj Yabanko (Luis Fernando Uyabán) empezaba a prender la fiesta. Clásicos de salsa y merengue como Sofrito, de Mongo Santamaría, Ché Che Colé, de Willie Colón y Héctor Lavoe, y La bilirrubina, de Juan Luis Guerra, prepararon al público durante dos horas para la primera gran presentación de la noche: Chichi Peralta.

Pasadas las 10 de la noche, un conteo regresivo apareció en la pantalla y una voz grave, acompañada por el sonido de las congas y los gritos del público, narraba cuántos minutos hacían falta para que saliera el arreglista, compositor y cantante dominicano Chichi Peralta, un referente del merengue y una voz que a fuerza de fiestas guapachosas y reuniones familiares se convirtió en parte de la banda sonora de este país.

El dominicano no decepcionó. Mientras sonaban los primeros segundos de La ciguapa, Pedro René Peralta Soto, que se bautizó Chichi Peralta en los años noventa, cuando empezó su carrera solista, pisó el escenario con el espíritu de República Dominicana en su camisa colorida, y con la potencia inconfundible de las personas del Caribe. 

Peralta bailó, tocó las congas e interpretó los coros de las canciones aún cuando se quejó por la altura y pidió agua para aguantar los 2.600 metros sobre el nivel del mar, que le robaron el aire en algunos momentos y le recordaron la diferencia con Santo Domingo, la ciudad en la que nació, que está apenas a 14 metros sobre el nivel del mar.

Chichi sufrió la altura y algunos inconvenientes de sonido, pero su cancha sirvió para que lograra entregar un espectáculo redondo. Foto: David Micolta.

La falta de aire se sumó a los problemas de sonido que impidieron que los asistentes ubicados atrás escucharan la voz de Chichi Peralta y de sus dos cantantes que, aunque parecen de apoyo, interpretan la mayor parte de las canciones. El dominicano paró el concierto por unos minutos, pero el show inició recargado al poco tiempo, con Gusi, quien acompañó a la orquesta y cantó Amor narcótico, y con el acordeonero Jimmy Zambrano. La orquesta cerró con Procura, de Pa’ otro la’o, el álbum más famoso de Peralta, lanzado en 1997.

Al final, ni el problema de sonido ni la falta de aire opacaron el show. Al contrario, demostraron la experiencia de Chichi Peralta en el escenario, la energía poderosa que transmite desde las congas y lo colombiano que es el merengue. De hecho, en un momento de la presentación, Peralta subió a varios asistentes al escenario y organizó un concurso de baile. Una mujer de pelo rojo, que no paró de sonreír y le decía al cantante de 53 años ‘papi’ y ‘te amo’, ganó el concurso y lo abrazó sin pena. Él la alzó y le dio vueltas en el escenario. La escena completó un show nostálgico y alegre -porque si algo demostró el evento es que estas emociones viven entrelazadas- que pareció un bazar, una fiesta familiar, un pequeño universo colombiano.

A las 12 de la noche volvió Dj Yabanko, mientras se alistaba el Grupo Niche, y tomó una de las decisiones más acertadas de la noche: le dio play a otro himno de la fiesta colombiana, de la hora loca, del bazar. Adiós Mulata, de Totó la Momposina, emocionó a los asistentes casi tanto como Chichi Peralta. Con los tambores de fondo un grupo de mujeres de cincuenta años recordó las fiestas de la universidad, jóvenes imitaron la danza del garabato y nadie paró de bailar.

El público de varias generaciones, padres e hijos, grupos de amigos o parejas enamoradas, estaba listo para ver al Grupo Niche. Otro conteo regresivo le dio paso a las trompetas inconfundibles de Gotas de lluvia, mientras aparecía en la pantalla una ilustración de Jairo Varela, líder de la agrupación hasta 2012. Niche inició con una de las canciones más queridas por los colombianos, y con el mensaje claro de que llevaban en sus instrumentos y en sus gargantas el legado de Varela.

Las voces de Yuri Toro, Alex Torres y Luis Araque cautivaron a un público que conocía cada pedazo de las letras, y que gritaba emocionado al reconocer los primeros segundos de cada canción. Aunque también interpretaron temas de sus últimos álbumes y rompieron con lo tradicional en solos de trompeta y saxofón, el grupo que dirige José Aguirre conservó los bailes de orquestas, los trajes brillantes, las fotos ochenteras de Varela como telón de fondo y las canciones que posicionaron a Niche como insignia de la música colombiana.

Escuchar a Niche es escuchar el amor, y tal vez en esa hora y media, más que en cualquier otro momento, más parejas bailaron y se resistieron a sacar sus celulares. Las canciones los obligaban a mirarse, a abrazarse y a sentirse, como ocurría en los salones de baile en los ochenta, sin el nuevo instinto de registrarlo todo. La nostalgia dicharachera de Niche cautivó al público y lo obligó a permanecer en el momento. 

La gente gozó, bailó, y tocó hasta cencerro. Foto: David Micolta

Así, con la fuerza del pasado y la intención generalizada de bailarse el presente, sonaron Sin sentimiento, Busca por dentro, Nuestro sueño, Una aventura y Cali Pachanguero. Luego de presentarse en abril de este año en el Festival Estéreo Picnic, el más grande de su tipo en Colombia, ante miles de personas, el Grupo Niche volvió al baile de salón con la misma contundencia que demostró en ese evento y con la certeza de que sus canciones más conocidas se heredan de generación en generación.

El Grupo Niche cerró antes de las 2 de la mañana con Cali Pachanguero, lanzada en 1984 en el álbum ‘No hay quinto malo’ (el quinto de 30 álbumes a lo largo de sus 40 años de vida musical), y con una explosión de papelitos plateados brillantes, que invadieron el lugar. Como en un salón de baile -y no como en cualquier concierto- decenas de personas se quedaron para seguir la fiesta, de nuevo con la mezcla de Dj Yabanko.

El salón de baile de Chichi Peralta y Grupo Niche, que también fue bazar y fiesta familiar y concierto, que recordó la importancia de bailarse el presente y la vigencia de las músicas del Caribe, y que reflejó el poder de la nostalgia, no se olvidará pronto. 

Los artistas hicieron lo suyo, los organizadors acondicionaron el espacio para que todo fuera mágico. Foto: David Micolta