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Los libros y la peste: la lucha de las librerías contra la soledad.

INFORME ESPECIAL

Los libros y la peste

Este año, la industria editorial dejará de vender medio billón de pesos por cuenta de la pandemia. El comercio virtual es la alternativa, pero algunos libreros apenas debutan en ese mundo. Relatos del drama.

6 de junio de 2020

Justo cuando la industria editorial se alistaba para el encuentro más importante del año, la Feria Internacional del Libro de Bogotá, el coronavirus llegó a Colombia para alterarlo todo. En la primera semana de marzo, las grandes librerías suelen prepararse para la gran cita en la capital del país, lo que garantiza iniciar el año con pie derecho. Sin embargo, 2020 fue la excepción, con una feria virtual en la que atrás quedaron esas imágenes de multitudes haciendo largas filas para entrar.

Además, por la cuarentena, las librerías tuvieron que cerrar sus puertas durante dos meses. Algunas incursionaron en el comercio electrónico para evitar el cierre, pero en general recibieron un impacto devastador. La Cámara Colombiana del Libro le dijo a SEMANA que en 2020 perderán el 50 por ciento de las ventas de libros en el país, es decir, unos 500.000 millones de pesos. “Este va a ser un año complejo para todos, la afectación es demasiado significativa”, asegura Enrique González Villa, presidente ejecutivo del gremio.

Solo esta semana algunas librerías pudieron abrir de nuevo sus puertas en medio de temores y protocolos sanitarios, pero también con la esperanza de recuperar el tiempo perdido. El optimismo es moderado porque en medio de la crisis los colombianos compran menos y la industria editorial tardará en recuperarse. En muchos casos, las librerías tratarán de sobrevivir con lo que puedan vender por sus canales virtuales, un terreno novedoso para algunos libreros acostumbrados a dialogar cara a cara con sus clientes.

“Jamás habíamos sentido una hecatombe como esta”, señala Felipe Ossa, dueño de la Librería Nacional, una marca que cumple 80 años en 2020. Ossa considera que la virtualidad jamás podrá sustituir ese placer de recorrer y ver los estantes llenos de clásicos y novedades.

“Nunca habíamos cerrado nuestras puertas. Estábamos abiertos todos los días del año. Aquí se trata de luchar, de esforzarse por mantener el empleo de nuestros colaboradores y que la librería siga vigente y sobreviva a esta catástrofe. Ningún negocio puede mantenerse cerrado por tanto tiempo”, afirma él, uno de los libreros más queridos del país. (Lea la entrevista completa aquí)

Pese a la adversidad, Ossa tiene una enorme fe y dice que el libro ha sobrevivido a guerras, censuras, actos de intolerancia y hasta al odio de los poderosos. “No creo que sucumba ante el coronavirus”, vaticina.

Por primera vez en sus 80 años de historia tuvo que cerrar sus puertas. En condiciones normales abre todos los días, sin excepción. Foto: Juan Carlos Sierra/ SEMANA.

Elisabeth Ungar, al frente de la Librería Central, fundada por su padre, don Hans, dice que el futuro no es claro. “No es ni mejor ni peor. No va a ser igual, por la necesidad de adaptarse a una nueva realidad”, asegura. Dice que la situación del sector venía muy difícil antes de la pandemia. (Vea la entrevista completa aquí)

La politóloga Elisabeth Ungar, al frente de esta librería de propiedad de su familia, expone que el futuro “no será igual” y hay que adaptarse a la nueva realidad. Foto:León Darío Peláez.

Por el volumen que maneja, el caso de la Librería Nacional se asemeja al de la Librería Lerner, con sus sedes de la avenida Jiménez y la calle 93 con carrera 11, en Bogotá. Alba Inés Arias, una de las libreras más experimentadas de Colombia, lleva 26 años en la Lerner y hoy es su directora comercial. Según cuenta,“ya se imaginarán lo que implica esto para nosotros. Es doloroso ver desolada una librería que siempre tiene público. Las ventas virtuales no son equiparables con las presenciales, pueden ser la tercera parte de lo que se logra en un mes normal”.

En la Lerner tuvieron que prescindir de algunos trabajadores que habían comenzado a capacitarse a comienzos de año para nuevos proyectos abruptamente suspendidos, como la compra de la librería Abrapalabra, en Bucaramanga. “Falta mucho tiempo para que esto se normalice. La idea es sostenernos”, relata Alba Inés. (Lea la entrevista completa aquí)

Alba Inés Arias (al frente) es la directora comercial de esta librería, con 62 años de historia en Bogotá. “Es doloroso ver desolada a una librería que siempre ha tenido público”, dice. Foto: Karen Salamanca/ SEMANA.

RELATOS DEL DRAMA

La pandemia llegó en un momento estelar para las librerías colombianas. Retomar el ritmo y volver a las cifras del pasado tomará tiempo. El reporte más actualizado indica que la industria del libro creció 2,5 por ciento en 2018, gracias a la venta de 47,1 millones de ejemplares por 763.000 millones de pesos.

Hoy los números han cambiado y en las regiones la situación es dramática. En Cartagena,una de las librerías de mayor referencia en los últimos 18 años ha sido Ábaco, Libros y Café, en la esquina de la calle de la Iglesia, en el centro histórico. Su propietaria, María Elisa Gutiérrez, cuenta que los cuatro empleados aceptaron trabajar con el salario mínimo en medio de las circunstancias. “En este momento nos mantiene solo el deseo. Lo más complicado ha sido conseguir con qué pagarles a los empleados y mantenerles la moral. Lo otro ha sido negociar las deudas con proveedores y bancos y conseguir algo de recursos para pagar el arriendo del local y los servicios públicos. Aunque el local estuvo cerrado, la factura de Electricaribe está llegando por 1.400.000 pesos, sin tener el aire acondicionado en uso”, lamenta María Elisa. (Lea la entrevista completa aquí)

Ubicada en la calle de la Iglesia, en el centro histórico de Cartagena. “En este momento nos mantiene solo el deseo”, dice María Elisa Gutiérrez, su propietaria. Foto: cortesía.

En Cali, muy cerca del edificio de la Gobernación del Valle, está la librería Troya. Allí han perdido mucho dinero, como cuenta Alejandra Paz, asesora comercial. “Estábamos en la temporada escolar cuando empezó la pandemia. Este negocio de los libros es temporal y en esos días es cuando más se vende. Las ventas bajaron casi en un 70 por ciento. Tuvimos pérdidas grandísimas”, relata ella. (Vea la entrevista completa aquí)

Foto: cortesía.

Gloria Melo es una de las dueñas de la librería Al Pie de la Letra, con 26 años de historia en Medellín. “Nosotros cerramos el 19 de marzo. Desde esa fecha no se vendió nada hasta el 20 de abril, cuando empezamos con los domicilios. Mis cuentas son así: en marzo rebajamos ventas en un 51 por ciento; en abril, en un 85 por ciento, y en mayo rebajamos por ahí un 60 por ciento. Ya estamos vendiendo más, pero de todas maneras ha sido muy duro porque los gastos siguen, a pesar de que la gente ha sido muy bella y los dueños de los locales nos rebajaron los arriendos”, dice.

Las librerías independientes se resienten aún más. Célico Gómez, el fundador y librero de Merlín en Bogotá, no da entrevistas. Quizá para él no hace falta contar que la situación de los libreros en la cuarentena también ha sido difícil, en especial para los independientes. Igual siempre lo ha sido, incluso antes del coronavirus.

Quienes visitan frecuentemente este lugar, que alberga más de 200.000 títulos de libros usados, saben que antes de la pandemia había más gente. Varios turistas llegaban hasta aquí solo para ver esta impresionante y mágica librería del centro de Bogotá. En una visita de dos horas solo aparecieron cinco personas y a Célico le hicieron dos pedidos a domicilio. (Vea la entrevista completa aquí)

Vacía. Así luce por estos días, en el centro de Bogotá, esta librería que alberga 200.000 títulos usados. Foto: Clara Moreno.

El caso de la periodista Claudia Morales refleja el drama de las librerías especializadas. Inspirada en su hija Isabela, hace dos años creó Árbol de Libros en el centro comercial Portal del Quindío, en Armenia, enfocada principalmente en la literatura infantil y juvenil. “Yo no he sentido de ninguna forma el tal esfuerzo por la economía naranja de este Gobierno. Creo que cualquier persona que trabaje en cultura o en industrias creativas diría lo mismo”, advierte.

Morales afirma que este año y el próximo habrá muchas dificultades para la recuperación, y más con una economía en recesión. “El nuestro es un país de clase media, siempre olvidada por todas las políticas estatales, y a esa clase media es la que más le va a costar trabajo recuperarse”, agrega. (Vea la entrevista completa aquí)

Foto: cortesía.

Una situación muy similar afronta la librería Babel, en el barrio de La Soledad en Bogotá, elegida en 2017 como la mejor editorial infantil del mundo. Hoy solo facturan el 20 por ciento de lo habitual. “Llevamos dos meses en que a la librería no entra ni el polvo. El libro es un artículo de primera necesidad, pero en pandemia eso cambia”, dice María Osorio, su directora. “En una situación como esta me gusta pensar en el día a día, porque si pienso en todo el panorama y cómo nos podría afectar con toda seguridad me rendiría rápidamente”, agrega. (Vea la entrevista completa aquí)

En la foto, María Osorio. Créditos: cortesía.

El gran desafío está en adaptarse a la nueva normalidad y al comercio electrónico. Es el caso de la librería La Valija de Fuego, conocida como la más rockera de Bogotá, donde convergen las letras y la música. “Comenzamos a vender por las redes sociales. Nosotros no vendemos por página web por decisión propia. De hecho, no somos muy buenos para comercializar fuera de la librería. Nos tocó volcarnos a esa plataforma por fuerza mayor”, cuenta Marco Sosa, uno de sus fundadores. (Vea la entrevista completa aquí)

Conocida como la librería rockera de Bogotá. “Nos tocó volcarnos a internet por fuerza mayor”, asegura Marco Sosa, uno de sus fundadores. Foto: Alexandra Ruiz.

Otras vieron crecer rápidamente sus ventas, como la librería Casa Tomada, en el barrio Palermo, de la capital. “Teníamos ventas ‘online’ desde 2015, pero hacíamos unos 50 pedidos al mes en promedio y ahora pasaron a hacer unos 550 mensuales por la página. La gente quiere utilizar el tiempo que le queda de alguna manera libre leyendo. Esta época no es fácil, y por eso me parece maravilloso que quieran leer y tener libros en este momento”, afirma Ana María Aragón, su propietaria. (Vea la entrevista completa aquí)

“Recibíamos 50 pedidos al mes por la página web y ahora son cerca de 550”, dice Ana María Aragón, su propietaria. Foto: Clara Moreno.

Martha Ojeda, fundadora de Abrapalabra, una librería con 24 años de historia en Bucaramanga, es optimista sobre el valor que los colombianos puedan darles a los libros. “Considero que se va a apreciar mucho más el trabajo de las librerías; hay muchísima gente que ha tomado más gusto por la lectura en este tiempo, entonces va a tener más ganas de ir. La gente aprendió a tomarse un descanso, a no tener que estar corriendo entre el trabajo y la casa”, asegura. (Lea la entrevista completa quí)

En la foto, Martha Ojeda. Créditos: cortesía.

Después de jubilarse como alta ejecutiva, Yolanda Auza creó la librería Wilborada 1047, que funciona en una casona de estilo inglés en la zona financiera de la avenida Chile, en Bogotá. Ella tiene una base de datos con 15.000 personas y, por eso, la principal lección en medio de la pandemia es la necesidad de tener canales digitales sólidos. En la emergencia, Wilborada también acudió a uno de los auxilios del Gobierno por unos 2,5 millones de pesos y está asumiendo todos los costos del establecimiento. “Parte del protocolo es que no se pueden tocar libros, y no sabemos cuándo llegue la vacuna. Hay que ir adaptándonos. Lo que no quiero es perder la posición de valor que tengo; quiero que sea un punto de encuentro siempre y un lugar donde pueda armar comunidad”, cuenta Yolanda. (Lea la entrevista completa aquí)

Funciona en una casona de conservación en la zona financiera de Bogotá. En la crisis ha apelado a su base de datos de 15.000 clientes.Foto: Juan Carlos Sierra

¿Y las ferias?

Las ferias son fundamentales para que algunas librerías aumenten sus ventas y cautiven al público. En el segundo semestre se avecinan las regionales, todas virtuales y bajo un futuro incierto frente a lo que pueda ocurrir con el pico epidemiológico del coronavirus. Además, cada región del país tiene una realidad distinta con respecto a la pandemia. Bajo ese contexto, la Cámara Colombiana del Libro trabaja para que, además del componente cultural, haya un gran esfuerzo en lo comercial, lo más importante para sortear la coyuntura.

La organización de las ferias no ha sido una tarea sencilla e incluso los apoyos empiezan a mermar. Por ejemplo, la Feria del Libro de Bucaramanga, organizada por la Universidad Autónoma (Unab) desde hace 17 años, vio disminuido el respaldo público y privado. Pese a eso, el encuentro se realizará entre el 24 y el 30 de agosto. “Para este nuevo formato, nuestro sitio web se actualizará con un diseño potente, atractivo y de fácil acceso, con el que llegaremos a las casas de los colombianos y a los demás países con una agenda imperdible”, dice la directora Érika Juliana Suárez.

En Medellín, la feria se desarrollará entre el 11 y 20 de septiembre mediante plataformas digitales. “El principal reto es adecuarse a las condiciones de hoy. Las personas tienen temor de retomar la cotidianidad, por lo cual la virtualidad continúa. Hay que trasladar esa experiencia de encontrarse con tesoros y recomendaciones del librero a lo virtual. Interactuar con los usuarios, promover novedades, facilitar encuentros con autores”, recomienda Ana Piedad Jaramillo, directora de la Fiesta del Libro y la Cultura en la capital antioqueña.

Sandra Pulido Urrea, directora de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, anunció que el primero de julio lanzarán la estrategia Colombia Lee, con el fin de incentivar la lectura en el país y ayudar a las librerías. También viene en camino la campaña Compra en Librerías y hace unos días concluyó otra denominada Adopta una Librería, todas ellas pensadas para evitar el cierre de los establecimientos por la crisis económica. “La misión es propiciar y fortalecer la venta de libros a los lectores e instituciones, y comunicar su valor cultural y simbólico en cada uno de los territorios”, afirma Pulido Urrea.

Una esperanza es que los colombianos, en medio del encierro, han dedicado más horas a la lectura y a comprar libros por internet. Hugo Marroquín, director de marketing y comunicaciones del Grupo Planeta en Colombia, destaca que en la cuarentena algunas personas volvieron a conectarse con los libros en medio del auge virtual. “Creo que después de esta etapa de la pandemia y dado el cierre súbito que vivimos en marzo, mucha gente revaloró la presencia de los libros en su hogar, ante el cansancio que provocan las pantallas”, afirma Marroquín.

¿Cuándo regresará la afluencia masiva de público en las librerías? Juan José Gaviria, director de la Lerner, dice que eso tardará mucho tiempo. “Podemos decir que todos estamos en crisis y que nos demoraremos para acercarnos al estado anterior. En nuestro caso, debimos cerrar una librería (la de la calle 85). Todos estamos sufriendo la pérdida de una cotidianidad que tenía que ver con el contacto con los lectores, con la agitación cultural, con el contacto personal con los clientes y los libros”, afirma.

En eso coincide con Elisabeth Ungar, quien dice que la experiencia de adquirir un libro por internet no es la misma que en una librería. “Son experiencias distintas. De igual manera, para mí no es lo mismo leer un libro en físico que bajado de internet”, dice.

En los últimos 20 años ha aumentado la lectura de los colombianos, pero el indicador sigue siendo bajo. En 2019 hubo un promedio de 2,7 libros por habitante al año, una cifra muy inferior frente a la de España (10) o Francia (20). El riesgo es que la crisis de las librerías pueda deteriorar el avance de los últimos años, pues a finales de la década de los ochenta un colombiano leía apenas medio libro por año. De ahí la importancia de que las librerías se recuperen pronto.