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Walls of Jericho llenó el escenario principal de hardcore. | Foto: Esteban Vega

MÚSICA

Rock al Parque 2018: día 2. En la variedad está el placer

El hardcore fue el protagonista, pero hubo espacio para otras propuestas que mostraron el rock que se está haciendo en el resto del mundo. Así, el festival volvió a demostrar porque es uno de los eventos musicales más completos del continente.

José Vicente Guzmán M.
20 de agosto de 2018

Con fotos de Esteban Vega La-Rotta y Nathalia Angarita

Hacia las 10 de la noche, y cuando el segundo día de Rock al Parque ya estaba llegando a su fin, en los tres escenarios del festival tocaban, en simultánea, tres bandas con propuestas completamente diferentes. Mientras que Suicide Silence dejaba en la plaza una descarga de metal y hardcore, los argentinos de Dancing Mood ponían a bailar al público con su ska instrumental en el escenario Lago. Solo unos metros más allá, en el escenario Eco, las rusas de Pussy Riot, con sus caras cubiertas por pasamontañas, mostraban su punk feminista con visos electrónicos, cargado de mensajes políticos.

Fue el cierre perfecto para una jornada en la que, como ya es una sana costumbre para el festival, se dieron a conocer propuestas nuevas y distintas, al mismo tiempo que los más exigentes saciaban sus ganas de rock pesado y los amantes del ska y el reggae tenían su propia dosis. Una gama de sonidos muy variada que dio como resultado una programación para todos los gustos.

Y es que ya lo ha dicho varias veces Chucky García, programador y curador musical del evento: el rock es la espina dorsal y la base de los tres días de festival, pero bajo ese mismo parámetro hay espacio para escuchar sonidos de otras partes del mundo, que difícilmente rotan en la radio y que muy pocos fanáticos colombianos conocen.

Por eso, así como muchos asistentes a la edición del año pasado aún recuerdan a Zhaoze, son su rock hecho con instrumentos y sonidos de China, los de este año no olvidarán a los congoleses de Jupiter & Owess, con su percusión africana, o a The Inspector Cluzo, los franceses que hacen música desde su granja en Mont de Marsan. Algo que hace de Rock al Parque un festival único, un evento irrepetible, como los grandes festivales del mundo.

Los congoleses de Jupitr & Okwess, con su mezcla de funk, música africana y rock. Foto: Esteban Vega La-Rotta

La cronología

En total fueron 21 bandas,  ocho  más que el sábado y una menos que el lunes, que se tomaron el parque Simón Bolívar desde las 3 de tarde del domingo. Y aunque más temprano las nubes hacían presagiar una tarde pasada por agua, las primeras bandas salieron a tocar bajo un sol inclemente, que se mantuvo hasta caída la noche, que llegó con el frío característico de Bogotá.

La responsabilidad de abrir el segundo día del festival fue para D’Ius Solis, Mad Tree y Manniax, tres de las bandas distritales que llegaron al festival luego de batirse con otras en la convocatoria que organiza Idartes. Una buena muestra del rock que se está haciendo en la ciudad y que continuó a lo largo de la tarde con Lika Nova, Rocka (con algunos exintegrantes El Sie7e) y La mano de Parisi.

La primera banda internacional en salir a escena fue Machingon. Con máscaras de lucha y antifaces característicos de su tierra, los mexicanos dieron una buena descarga musical, que combinó  hardcore, punk, cumbia y hasta ranchera (con una versión de Estos celos, de Vicente Fernández). Incluso tuvieron tiempo de tocar Blitzkrieg Bop, la canción de The Ramones con uno de los coros más pegajosos de la historia del rock (“Hey! Ho! Let’s go!”).

Y mientras en el escenario principal se daban cita los amantes del hardcore para escuchar a bandas colombianas como Distracción, de Bogotá, o Desnudos en coma, de Cali, en los otros escenarios continuaba la variada gama de sonidos de domingo con los españoles de Quentin & Los Zingaros, que hacían un rock un poco más electrónico y con algunas influencias del flamenco.

La banda colombiana Syracusae, que antes era conocida como ‘Cambio de frente‘, fue una de las más aplaudidas del segundo día de festival. Foto: Nathalia Angarita

Más adelante fue el turno de The Inspector Cluzo y de Jupiter & Owess (ambos al mismo tiempo, lo cual fue una lástima, pues obligó a quienes querían escucharlos a los dos a repartir el tiempo entre ambos).  Mientras los granjeros franceses, “hijos de la tierra” -como ellos mismos se denominan-, hacían su show sin ningún set list preparado, sino improvisando el orden de las canciones según la respuesta del público,  los de la República del Congo ponían a bailar durante cincuenta minutos a quienes los escuchaban en el escenario Lago.

La conexión entre los congoleses y el público fue absoluta. Su mezcla de funk, rock y sonidos originarios de áfrica bien pudo sonar a esa misma hora en el festival Petronio Álvarez, que se lleva a cabo varios kilómetros más al occidente, en Cali, pero también pegó bien en la fría Bogotá, en un parque lleno de roqueros que se calentaron al ritmo de los tambores y que recompensaron a los africanos con una sonora ovación.

En el escenario principal siguió la programación de hardcore y heavy metal con Walls of Jericho, la banda de Detroit que con Candace Kucsulain, su poderosa voz femenina,  puso a gritar y a ‘poguear’ a toda la plaza del Simón Bolívar. Después de ellos vino Syracusae, una de las bandas nacionales que más aplausos se llevó durante la jornada, así como Donkristobal & Warriors, de Medellín, que en otro escenario mostró lo mejor del reggae hecho en Colombia.

El final de la jornada fue múltiple y no hubo un solo show de cierre (como ocurrió el sábado y como ocurrirá el lunes): Suicide Silence, en la Plaza; Dancing Mood, en el Lago, y Pussy Riot, en el Eco, le pusieron el listón al segundo día de Rock al Parque.

Las Pussy Riot, con su punk electrónico cargado de mensajes feministas y políticos. Foto: Esteban Vega La-Rotta

Los argentinos de Dancing Mood son una propuesta totalmente instrumental (hecha con trompetas, saxofones, trombones, percusión, bajo, flauta traversa, guitarra y teclados), y usan elementos del jazz para hacer ska, reggae y calipso. No decepcionaron y desde el inicio de su toque pusieron a bailar y a mover las piernas al público.

La nota amarga la pusieron las rusas, que salieron veinte minutos más tarde de lo esperado al escenario. Ellas son más conocidas por su activismo político que por su música, y eso fue lo que mostraron: su show estuvo marcado por mensajes a favor del aborto legal, insultos contra Putin, críticas a la unión entre la iglesia y el Estado, y arengas en contra del autoritarismo. Musicalmente, sin embargo, no hubo nada muy destacado y poco movieron a la audiencia. Para colmo, horas después corrió el rumor de que las originales estaban en Edimburgo y que las que estaban en Bogotá eran las suplentes. El festival aclaró, sin embargo, que la formación que se presentó en Bogotá incluía a Nadya? una de las fundadoras.

Las puertas del parque se cerraron hacia las 10 y media de la noche, pero se volverán a abrir este lunes, para darle paso al último día del festival, que cada año demuestra por qué es uno de los más importantes de la región.

 

El escenario Lago, el segundo más grande del festival. Foto: Nathalia Angarita