Opinión

Los retos de las pymes de hoy

Las pequeñas y medianas empresas son el corazón de la economía colombiana. Su sostenibilidad exige transformaciones en productividad, digitalización, formalización y financiamiento.

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María Elena Ospina

María Elena Ospina

Desde febrero de 2024 preside la Asociación Colombiana de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas. También se desempeñó como directora de la división de la agremiación en Antioquia.

18 de octubre de 2025, 4:00 a. m.
La presidenta de Acopi, María Elena Ospina. | Foto: CORTESIA ACOPI

Hablar del futuro económico de Colombia sin hablar de las pymes es simplemente no entender el país. Estas empresas representan más del 99,7 por ciento del tejido empresarial, generan cerca del 80 por ciento del empleo formal y son el puente que conecta la economía nacional con el bienestar de millones de familias. Sin embargo, y pese a su relevancia, siguen siendo el eslabón más débil de la cadena productiva. La pregunta es: ¿seguirá Colombia apostando a su crecimiento o seguirá dejándolas a su suerte?

El primer reto que enfrentan las pymes es el más estructural: la productividad. No se trata solo de producir más, sino de producir mejor, con tecnología, innovación y procesos que permitan competir en un mercado global. Muchas pymes operan con herramientas del siglo pasado en un mundo que ya habla de inteligencia artificial, automatización y análisis predictivo. Si no cerramos esa brecha, la competitividad seguirá siendo un discurso, no una realidad.

A este desafío se suma uno igual de complejo: el acceso al financiamiento. La banca tradicional sigue evaluando a las pymes con las mismas reglas que a las grandes empresas, desconociendo sus dinámicas, riesgos y necesidades. El resultado: miles de emprendimientos con potencial mueren en sus primeros años por falta de capital. Colombia necesita un sistema financiero más inclusivo, con instrumentos flexibles, garantías adaptadas y fondos que apuesten por la innovación y el crecimiento empresarial desde la base.

El tercer desafío es la formalización. La informalidad no es solo un problema legal; es una barrera al crecimiento. Sin registro formal, las empresas no acceden a crédito, no participan en licitaciones y quedan por fuera de programas de apoyo. El Estado tiene la responsabilidad de simplificar trámites, reducir cargas y diseñar incentivos reales para que formalizarse no sea un castigo, sino una puerta de entrada a la competitividad.

La reciente reforma laboral es otro frente que las pymes deberán enfrentar con inteligencia. Las nuevas condiciones pueden representar mayores costos y, si no se aplican con gradualidad y acompañamiento técnico, podrían convertirse en un obstáculo. El reto está en diseñar políticas diferenciales que reconozcan la realidad de las pequeñas empresas y les permitan cumplir con la ley sin poner en riesgo su sostenibilidad.

También es hora de dejar de ver la sostenibilidad como una moda. Las nuevas generaciones de consumidores exigen empresas responsables con el medioambiente, con sus comunidades y con sus trabajadores. Integrar la sostenibilidad al modelo de negocio no solo abre mercados y fortalece marcas, sino que también mejora la resiliencia empresarial en un contexto global cada vez más exigente.

Por último, las pymes deben dejar de caminar solas. La cooperación es el camino: ecosistemas colaborativos, alianzas con universidades y centros de innovación, plataformas digitales compartidas y redes sectoriales pueden multiplicar su capacidad para innovar, exportar y competir.

Las pymes son mucho más que un sector económico: son un factor de cohesión social y territorial. Respaldarlas no es un favor, es una estrategia inteligente para construir un país más competitivo, más justo y más sostenible. Si Colombia aspira a un futuro de desarrollo, debe dejar de ver a las pymes como empresas pequeñas y empezar a verlas como lo que son: grandes protagonistas con necesidades urgentes.