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Bill Cosby: el nuevo O.J Simpson

Veinte años después del circo mediático judicial contra el deportista, ahora otro héroe afroamericano enfrenta un proceso por abuso sexual que tiene conmocionado al país.

10 de junio de 2017

No es exagerado decir que en los años noventa los dos afroamericanos más populares en Estados Unidos eran O. J. Simpson y Bill Cosby, uno como superhéroe deportivo con una incipiente pero promisoria carrera en el entretenimiento, y el otro como el personaje más querido de la televisión. Gracias a sus talentos superlativos, los dos habían conseguido una fama sin precedentes y habían roto, para beneficio de millones, varias barreras raciales.

Desde los años sesenta, Simpson pulverizó el estigma negativo del deportista negro para convertirse en una figura universal del fútbol americano, que logró atraer millonarios patrocinios publicitarios en los años ochenta. Cosby, por su parte, se consolidó en ese mismo lapso como un genio indestronable de la televisión en varios programas y en la comedia stand-up. Se convirtió en una figura paterna, respetada, millonaria, poderosa e influyente para todo un país.

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Revestidos de un aura afable, ambos construyeron una imagen venerada por millones, basada primordialmente en su talento y carisma. Quienes les acompañaban en su día a día daban fe del efecto, entre inspirador y mesiánico, que tenían en las personas que los conocían. Pero ese efecto tenía una contracara nefasta. Lamentablemente para sus familiares y, sobre todo, para sus víctimas, tanto Simpson como Cosby usaron esa fachada pública, su impacto positivo en terceros y la credibilidad de la que gozaban para alimentar un lado terriblemente oscuro y creerse intocables.

Simpson, hoy de 69 años, vio su imagen irse al piso desde 1994 cuando fue acusado de asesinar a sangre fría a su exesposa Nicole Brown y a Ron Goldman, un hombre que muchos pensaban era su amante. Y desde ese instante quedó claro que, antes del siniestro homicidio, las autoridades y los seres cercanos no habían prestado atención a varias acusaciones de agresiones físicas contra su esposa. Orenthal James Simpson fue el centro de atención durante el circo en el que se convirtió su juicio, que culminó en 1995 con su absolución y libertad. Aun así, nunca pudo zafarse de la condena mediática. Años después, por su propia estupidez, terminó en prisión por un incidente en Las Vegas. Aún sigue tras las rejas, pero no por asesinato.

Poco más de 20 años más tarde, en Norristown, un pueblo pequeño de Pensilvania, el turno de enfrentar a la justicia le llegó ahora a Bill Cosby. El afroamericano de 79 años es acusado de abusar sexualmente de Andrea Constand, una exjugadora de baloncesto y directora de deportes de la Universidad de Temple, quien asegura que el artista fingió ser su amigo y consejero para drogarla y abusar sexualmente de ella. En 2005, tras una denuncia civil, los abogados de Constand y de Cosby llegaron a un acuerdo de indemnización, pero en 2015 un juez ordenó abrir al público los documentos de ese proceso. Estos dejaron expuesto al comediante y sus supuestos métodos criminales. En diciembre de 2015 fue arrestado, y salió tras pagar fianza de un millón de dólares, pero su juicio era inevitable.

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El caso de Cosby no tiene víctimas mortales, pero aun así parece más macabro que el de Simpson. Al menos 50 mujeres más han hablado o denunciado encuentros traumáticos con él. Como si se tratara de una fotocopia, relataron cómo el comediante se presentó como una figura amiga, les dio pepas para “hacerlas sentir mejor” (que tenían un efecto somnífero y las paralizaba en gran medida), y se aprovechaba de su estado indefenso para abusar sexualmente de ellas.

Los fiscales argumentan que Cosby fue estratégico en seleccionar sus víctimas y en repetir sus métodos en aspirantes a actrices, modelos, cantantes que querían ser alguien en el mundo del entretenimiento. Al parecer, escogía a mujeres que probablemente callarían al considerar imposible vencerlo en un cara a cara o que podía tildar de cazafortunas.

Victoria Valentino es una de las decenas de víctimas que han podido exorcizar sus demonios del pasado. En una entrevista con el diario The Times, la mujer de 74 años que asegura haber sido perjudicada por Cosby en 1969, expresó el alivio que le daba sacar a la luz su historia. Sin tener ningún interés económico, voló al juzgado de Norristown para presenciar el juicio y expresar su apoyo a Constand y al resto de víctimas, a las que considera una fraternidad. “Cosby es probablemente el violador serial más prolífico del siglo XX. Básicamente me drogó, secuestró, luego me violó y me abandonó”, sentenció. Para Valentino no hay nada más gratificante, tras tantos años de silencio, que exponer al depredador.

El factor X

Simpson fue acusado de asesinato en 1995. Su juicio se convirtió en un hito mediático de tal proporción que dos de los programas de televisión más exitosos de 2016 fueron un documental de cinco partes sobre su vida, producido por la cadena ESPN, y una serie de Fox que repasó el espectáculo mediático y estratégico en el que se convirtió el proceso penal. No cabe duda de que, con el paso del tiempo y otro juicio mediático, Cosby será abordado por la televisión que algún día reinó.

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La jugada maestra de la defensa de Simpson, en un juicio que parecía perdido, fue aplicar la ‘carta racial’, es decir, plantear el proceso como una cacería de brujas racista contra una celebridad negra. El momento era el mejor: el proceso comenzó semanas después de los disturbios que se presentaron en Los Ángeles tras la absolución de varios policías blancos, quienes casi matan a bolillo y a patadas al afroamericano Rodney King.

La defensa de Cosby ha jugado esta y otras cartas predecibles en el juicio que se le adelanta por las denuncias de Constand, el único caso que no había prescrito. Sus abogados han apelado al racismo, al perfil de cazafortunas de la acusadora e, incluso, sacaron a relucir las declaraciones que el actor le había dado en su momento a la Policía, en las que decía que se había tratado de una relación cuasirromántica y no de un ataque sexual. Al cierre de esta edición, el juicio culminaba su quinto día de testimonios y, para muchos comentaristas, se ve reducido a la palabra de uno contra la palabra del otro.

Tras el testimonio de Constand, la columnista Susa Chira del diario The New York Times aseguró que en este tipo de procesos es apenas natural que la mujer que acusa sea juzgada al milímetro. Pero anota que “su testimonio ocurre en un momento cultural en el que acusaciones de acoso sexual han hecho temblar un imperio mediático (Fox News), una campaña presidencial (Donald Trump), start-ups de Silicon Valley (Uber) y mucho campus universitarios”. En los años noventa la conciencia feminista no tenía tanta tracción como ahora. Puede que, como la raza en su momento, sea un factor que desequilibre la balanza, y contrario a lo que le pasó a O. J., Cosby terminé tras las rejas.