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Daniela Galindo, partió de la propia experiencia de su hermana Juliana, quién nació con una discapacidad que no le permite hablar, para crear un ‘software’ que a partir de imágenes le da una voz. Le cambió la vida. | Foto: Ana Vallejo

PERSONAJES

Los rostros de la innovación

Estos colombianos desarrollaron proyectos innovadores que mejoran la vida de las personas y del ecosistema. Su emprendimiento y motivación son claves para un país que necesita soluciones.

28 de mayo de 2016

La bogotana Daniela Galindo, el antioqueño Abel Quiroz y el barranquillero Jaime Gutiérrez se plantearon cambiar la realidad con sus ideas. Por el calibre de las mismas y su implementación exitosa se destacaron entre 115 proyectos en la primera edición de los Premios Everis - Semana, que fomentan el espíritu innovador de los colombianos. Los tres competirán en los premios globales de Everis en Madrid, España, que llegan a su XV edición. Allá enfrentarán a emprendedores de todo el mundo, y el ganador recibirá asesoría del más alto nivel y un capital para lanzar el proyecto. Ganen o no, los proyectos que estos colombianos han concebido, junto a sus equipos de colaboradores, dan pie a pensar que Colombia se debe considerar como un país que ofrece soluciones a problemas internos y globales.

Comunicarse y vivir

‘No’ es la palabra favorita de quienes temen el cambio y poco se atreven a transformar circunstancias que parecen incorregibles. Por eso Daniela Galindo evita usarla. Con su ingenio y empeño ha logrado revertir una realidad que parecía escrita en piedra. Dos años mayor que su hermana Juliana, quien nació con una discapacidad que no la deja hablar, Daniela sufrió junto a sus padres cuando una y otra vez rectores y profesores del sistema educativo les decían ‘No’. “Juliana no aprenderá a leer, Juliana no aprenderá a escribir”. Varios doctores alcanzaron a decirles que Juliana no viviría más de 15 años. Hoy, gracias al emprendimiento de Daniela, Julis se comunica con su familia, con la gente, responde correos y escribe por WhatsApp. Julis trabaja con su hermana en la empresa. Su vida y la de su familia cambiaron radicalmente para mejor.

A sus 27 años, Daniela presentará en España ‘Hablando con Julis’ (HCJ), un emprendimiento que se ha convertido en su vida. “Vimos resultados inmediatos. Ella empezó a escribir, a leer, a hacer muchas cosas que la sociedad decía que no haría nunca”. El software le ha dado voz, Julis puede ir a la tienda pues el software le permite construir frases a partir de imágenes. Cada imagen viene acompañada de una palabra escrita, y de la voz, y de un video con lengua de señas.

No tomó mucho tiempo concluir que la solución podía afectar positivamente a miles de familias. Después de todo, como Galindo asegura, en el mundo 300 millones de personas no pueden hablar, y un 87 por ciento de estas no aprenden a leer o escribir. Y así la idea fuera importante y tuviera el mercado potencial de alcanzar a millones, Daniela no se plantea buscar la rentabilidad a toda costa, y su empresa no tiene ánimo de lucro. “Nos propusimos entregárselo a cualquier persona”. Ya exporta a Costa Rica, Panamá, Perú, pero también apoyan a familias de bajos recursos y caso a caso analizan dárselas libre de costo.

“Estoy segura de lo que hago y a dónde quiero llegar. La sociedad es incrédula y tira para abajo. Cuando empecé me decían ‘por qué no te metes en otro negocio’. Pero a todos los locos que se han metido en una aventura innovadora, les han dicho que no. Pero la fuerza, la creencia y los resultados mueven y se convierten en tu vida”.

‘Habemus agua’

Margot García, madre de Abel Quiroz, salió de Segovia, Antioquia, por causa de la violencia. Llegó a Medellín con Abel, su hermano y hermana, y con mucho esfuerzo se propuso darles a sus hijos una educación que ampliara sus perspectivas. Hoy Margot debe estar orgullosa. A sus 30 años, Abel presentará en España el Hydroball que creo en su empresa Water Pacific, un sistema de tecnología limpia con la capacidad de producir agua potable a partir del medioambiente. Así pues, hasta en un desierto como el Atacama el balón de Quiroz aprovecha la humedad del ambiente y produce agua. Una solución que en una zona como La Guajira, desértica pero cercana a la costa, se puede aprovechar ampliamente. Abel añade que el suministro de agua en 80 por ciento de los municipios de Colombia es deficiente, y en ese marco su aporte es enorme.

Se destacó desde la primaria. Izó bandera repetidas veces y su curiosidad lo caracterizó. Se interesó por la biología, pero a la vez desarmaba carritos y veía programas de experimentos y ciencia. En su bachillerato siguió su marcha, recibió condecoraciones por su desempeño y comportamiento. También cultivó su gusto por el teatro. Escribió a varias manos un guion y no olvida la alegría que le representó hacer parte de esa actividad.

Abel quiso prestar el servicio militar. Lo hizo en la Policía y dice que la experiencia fue maravillosa. “Aprendí a valorar la vida”, asegura. Salió listo a encontrar carrera. Se enroló en el Sena y luego de varias pruebas dio con la mecatrónica automotriz. Sus maestros lo motivaron y le dieron alas, y tras una clase específica de sistemas de climatización, se le encendió el bombillo y comenzó a concebir su proyecto.

No es la primera vez que viaja. Eso sucedió en 2014 cuando recibió una invitación a la Cumbre Iberoamericana en Veracruz, México. Allá no solo conoció a otros emprendedores que lo inspiraron, sino una invitación a Baréin. Allá recibió el premio a mejor innovación tras varios ciclos de evaluación que concluyeron que su tecnología era especial. Abel concluye que “de todas las batallas se aprende y hay que seguir adelante con la cabeza en alto”. Alista maletas para España, donde una vez más le emociona representar a Colombia, lo que todavía le parece maravilloso.

El señor de las algas

“Voy a ser feliz el día que me digan que mi empresa hizo una diferencia en el calentamiento global, ese día me sentiré realizado. Sabré que mi legado, desde Colombia, fue crear una compañía que ayudó a reducirlo o revertirlo, si somos más ambiciosos”, dice Jaime Gutiérrez, director de Phycore desde el laboratorio J208 de la Universidad de los Andes.

Se sabe hace tiempo que las microalgas pueden limpiar aguas contaminadas, pero Gutiérrez y su equipo han logrado llevar el proceso a un nivel de eficiencia que se presta a grandes escalas. Cuando las microlagas se comen la basura producen unos aceites convertibles en biodiésel. Y además, la biomasa que queda genera biogás, que tiene metano y produce energía.

La idea, con el tiempo, es crear valor a partir de los contaminantes. Por eso Jaime se imagina un mundo en el que contaminar sea desperdiciar dinero. “Esa es mi lógica. La economía no va a parar. Hay que jugar con la lógica del mercado, llegar al punto en el que contaminar sea un mal negocio”, concluye.

Cuando pisó una petrolera por primera vez para presentar su proceso, compitiendo como pyme frente a empresas enormes, los llamaron ‘los del sushi’, a modo de burla por las algas. Pero demostraron que funciona y que solo falta capital para responder a la demanda gigantesca de empresas que llegan a tener 13.000 plantas a nivel mundial.

Desde muy joven en Barranquilla, Gutiérrez fue curioso en extremo. A los 12 años ya escribía proyectos y destruía el patio de su casa para plantar injertos creativos. Esa idea le costó un regaño de su padre, pero no le aplacó su inquietud. Sabía que le interesaba la ciencia pero que lo suyo era aplicarla. Se casó poco después de salir del colegio, estudió y trabajó. La influencia de su madre lo llevó a formarse como médico, pero siguió estudiando, cursó maestría en ciencias básicas y ahora estudia un doctorado en ciencias biológicas.

Padres, suegros y familia lo han apoyado en las contingencias que afronta por ser emprendedor. Innpulsa apoyó también con un capital semilla que les permitió construir y patentar un biorreactor de 4.000 litros que acelera todo el proceso de las microalgas y produce mucha biomasa.

Jaime tiene esposa y tres hijos, que lo apoyan y lo impulsan para arriba. Su más pequeño, de 7 años, lo ve trabajar en el laboratorio que tiene en casa y ya se interesa en la ciencia. No estaría nada mal que el ciclo se repitiera.