Tejer un bolso a mano es un proceso que puede durar hasta cuatro días.
Tejer un bolso a mano es un proceso que puede durar hasta cuatro días. | Foto: Cortesía Maraka

Ambiente

Con bolsas y envolturas plásticas madres cabeza de familia y víctimas de la violencia en Arauca tejen mochilas y accesorios

Maraka es el nombre de esta iniciativa en la que también participan mujeres rurales de la tercera edad y con discapacidad auditiva. Con estas manualidades además de inclusión social se genera una cultura de cuidado del medioambiente.

8 de agosto de 2021

Evolución es probablemente la palabra que mejor define la historia de Maraka, una empresa gestada en Arauca por Viviana Mantilla Mendoza, una joven administradora de empresas y gestora cultural oriunda del municipio de Saravena. La idea nació gracias a su pasión por el reciclaje y la creación de proyectos con impacto social.

Hace algún tiempo, Viviana recibió un regalo, aparentemente sencillo, que cambió su proyecto de vida. Se trataba de un bolso tejido con empaques y bolsas de basura por una mujer campesina. De inmediato, vio la oportunidad de unir sus dos intereses.

El bolso fue fabricado por la señora Dolores del Socorro Rivera, quien prefiere que la llamen Doña Dolly, la segunda protagonista de esta historia. Con 81 años, es una de las tejedoras que emplea para su arte las bolsas y envolturas de plástico que la mayoría desperdicia.

Según le contó Viviana Mantilla a SEMANA, tras recibir el bolso intentó contactar a Doña Dolly por todos los medios, pero fue una tarea difícil. Finalmente, la localizó en la vereda Aguachica, del municipio de Arauquita. “Cuando conocí su casa terminé de enamorarme del trabajo. El lugar inspira porque está lleno de macetas, adornos, mensajes y todo tipo de cosas en material reciclado”, asegura.

Con el tiempo, llegaron más señoras para aportar su conocimiento o aprender la técnica de doña Dolly. De esta manera, el proyecto fue creciendo y hoy comercializa los productos con una gran aceptación en redes sociales, ferias y convocatorias.

Actualmente, son cerca de 15 las mujeres tejedoras que han encontrado en el reciclaje y la transformación del plástico una oportunidad económica. Además, otras 60 mujeres ya conocen el arte y cerca de 15 niños participan en la recolección de las bolsas.

“Más que una marca y una empresa, Maraka es una alternativa para mujeres vulnerables de Arauca. Son mujeres de la tercera edad, víctimas del conflicto, migrantes, cabeza de hogar y muchas veces también sordas”, asegura Mantilla.

Aunque no tiene una fecha de inicio oficial, el proyecto lleva por lo menos dos años de constante evolución. Una feria escolar del medioambiente fue el primer paso de un camino en el que encontraron premios y convocatorias para dar a conocer su arte, beneficiar a más tejedoras e impactar positivamente al medioambiente.

Durante la pandemia Viviana creó un nuevo producto. En medio de la emergencia sanitaria, mientras trataba de reunir mercados para algunos recicladores, descubrió que varios sufren una discapacidad auditiva, por lo que se preguntó cómo podrían comunicarse usando tapabocas.

Esta inquietud la llevó a crear una línea de tapabocas incluyentes, que vienen con un espacio transparente, hecho con botellas PET, para permitir que la boca permanezca visible. Con la ayuda de sus tejedoras, probó cerca de 150 modelos y diseños hasta que encontró lo que necesitaba.

El camino no ha sido fácil, pero esta emprendedora sigue tocando puertas y gestionando alianzas estratégicas con el entusiasmo que la caracteriza. Maraka crea campañas para la recolección de bolsas, contacta influenciadores digitales, realiza capacitaciones ambientales y de negocios verdes. En este momento el emprendimiento es finalista de los Premios Latinoamérica Verde en la categoría de igualdad.

Lo que más inspira a Viviana de su trabajo “es ver cómo podemos empoderar a las mujeres que no han tenido oportunidades y, sobre todo, dejar una huella real para ellas y sus hijos. Más que una labor, hemos creado una sociedad y una plataforma para reconocer su trabajo”.

Habla de Maraka con mucha emoción, narra el proceso con una risa nerviosa y no se contiene mientras enumera las buenas noticias. Asegura que quiere seguir representando al país desde la ruralidad araucana y cambiando vidas con el color de los sombreros, mochilas, llaveros, separadores y aretes en los que trabajan durante horas, dejando el corazón en cada parte del proceso.