Cultura
Un meteorito de 200 años impactará al Museo de Arte Miguel Urrutia
La instalación formará parte de la exposición Encuentros en la Fábrica de Polvo, que repasa las obras más importantes de la artista María Elvira Escallón.
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Hace más de 200 años una lluvia de meteoritos en el municipio de Santa Rosa de Viterbo (Boyacá) le obsequió a Colombia un pedazo de cielo. Un aerolito negro que superaba los 800 kilogramos de peso aterrizó sobre la colina de Tocavita, cerca del municipio. Cecilia Corredor, una campesina oriunda, lo descubrió.
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Luego, la historia cuenta que un cazador de cuerpos celestes norteamericano intentó robárselo, pero al llegar a Bogotá fue detenido. Después, el meteorito se dividió en dos. En 1823 una de las mitades fue adquirida por Mariano Rivera y JB Boussingault, quienes la convirtieron en la primera pieza del Museo Nacional de Colombia.
Hoy, la artista plástica María Elvira Escallón convierte esta historia en una experiencia museística. Una exposición que se aproxima a las fronteras de lo insólito y que, por primera vez, llega al Museo de Arte Miguel Urrutia en Bogotá. Bajo el nombre del “Pequeño Museo del Aerolito de Santa Rosa de Viterbo”, Escallón reconstruyó la historia de este cuerpo celeste e hizo fotografías, dibujos de ficción y esculturas.
La muestra se inaugurará este 21 de septiembre en El Parqueadero, la sala experimental del museo, y será el eje final de “Encuentros en la fábrica de polvo”, una exposición antológica que, con la curaduría de Ana María Lozano, recopiló las mejores obras de Escallón y las expuso en la institución.
“Escallón estaba buscando otra piedra, pero en esa búsqueda se tropezó con el meteorito. Entonces encontró una historia que parece de ciencia ficción, pero que está documentada. Ella empieza a ser como un satélite del meteorito: queda fascinada con los documentos, las cartas. Al final, termina siendo un proyecto que involucra imágenes, escultura y fotografía. Las más diversas expresiones contemporáneas”, apuntó Lozano.
“El proyecto conforma una fábula que retrata la ideología moderna de progreso, fe en la ciencia y ejercicio de la soberanía sobre aquello a disposición: lo natural. Igualmente, expone las redes de interlocución e intercambio que se imbricaron en los siglos XIX y XX entre ciencia, museos, aventurerismo, colonialismo y extractivismo”, explicaron desde el Banco de la República.
Las preguntas de Escallón
La unión del tiempo “no terráqueo” y el “tiempo terrenal” fue uno de los puntos más interesantes de la obra. Según Lozano, “todo es muy simbólico y real. Escallón le aporta algunos elementos ficcionales, pero los elementos fundamentales son reales. También la obra tiene que ver con la materia granular, que es otro tipo de materia que existe en la tierra”.
Elementos como la arena, el polvo o el grafito son ejemplos de materiales granulares, es decir, fragmentos de roca producidos por acciones erosivas. Estos elementos son la característica más particular de la obra de Escallón, un artista que indaga por el tiempo, la memoria, el recuerdo y el olvido.
Con obras como Polvo Eres o El reino de este mundo, Escallón ha trabajado desde el polvo hasta el escombro para explorar lugares que cuestionan los orígenes del ser humano, su relación con el tiempo, el uso de la tierra y el barro o, simplemente, el estancamiento de las cosas.
“Me inquietan muchas cosas de la obra de Escallón. Por ejemplo, me parece conmovedor su interés por la instalación y el espacio; su relación con la arquitectura patrimonial o el abandono institucional. También su capacidad para crear ficciones y entender la vida. En María Elvira hay un juego entre la ficción y la realidad”, agregó Lozano.
Por otro lado, la obra de Escallón aborda las relaciones entre los seres humanos y los seres vegetales. En sus instalaciones, la artista plástica formula reflexiones en torno a la invisibilización de estos seres autótrofos y su relevancia en el lenguaje humano.
“Revisando obras como Nuevas Floras o Explorando Parentescos un elemento que salió a la luz fue esa persistente y estable invisibilización y borramiento de los seres vegetales por parte de mundos como la filosofía, la ciencia o la protociencia. En cambio, en la vida cotidiana el mundo vegetal tiene una parte fundamental en nuestros dichos y metáforas que utilizamos para referirnos a nosotros”, señaló la curadora.